
El mercado laboral español sigue evidenciando su anómalo comportamiento en lo que llevamos de 2021. Lo hizo en enero pasado, con una destrucción de empleo más intensa de lo que es normal tras el cierre de la campaña navideña, y lo volvió a demostrar en febrero.
El débil incremento de las afiliaciones, en torno a 20.000 personas, es inferior a los registros de los últimos ocho años, y palidece comparado con los más de 400.000 puestos de trabajo perdidos en los últimos doce meses. Por su parte, las cifras del paro también arrojan malas noticias, al rebasarse la cota de los cuatro millones de parados por primera vez desde 2016. En el creciente grupo de personas sin trabajo, cada vez es más evidente que hay dos colectivos protagonistas: los jóvenes y las mujeres. Es cierto que el paro sube en ambos sexos, pero son las féminas las que se llevan la peor parte, con un crecimiento del 1,4% una tasa que dobla la propia de los varones. Lejos de ser un fenómeno nuevo, aparece como una constante desde el inicio de la epidemia; hasta el punto de que España fue en 2020 el segundo país, tras Grecia, con mayor porcentaje de paro femenino (el 18,4%). Una crisis caracterizada por los confinamientos y las restricciones de movilidad golpea con especial dureza a tareas aún casi exclusivamente desempeñadas por mujeres, como las propias de las empleadas del hogar. Pero, además, son las féminas las que en mayor medida han asumido el sacrificio de renunciar a sus puestos de trabajo para cuidar de menores o de personas mayores.
La epidemia ha agudizado los desequilibrios que impiden el pleno desarrollo profesional de las mujeres
La crisis del Covid está agudizando importantes desequilibrios que el mercado laboral español arrastra desde hace décadas y que impiden el desarrollo profesional, en igualdad de condiciones, de las mujeres.