Opinión

Hora de hacer las cosas de forma distinta

Los autónomos, uno de los sectores más castigados por la crisis

La situación del emprendimiento en España es crítica. La crisis provocada por la pandemia ha afectado a todos los sectores y empresas, cebándose especialmente con autónomos, pymes y emprendedores, quienes representan el 99% del tejido empresarial español según datos del IEE (Instituto de Estudios Económicos).

La pandemia se ha ensañado con los emprendedores. En base al Observatorio del Emprendimiento en España (también conocido como RedGEM), durante el estado de alarma sólo el 10% operaba con normalidad, mientras que el 40% había cerrado, como mínimo, de manera temporal.

Y aunque hace unas semanas el Gobierno de coalición consiguió sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) cuyo apoyo al colectivo de autónomos se centra en acciones como estímulos a la digitalización, a la recuperación de los sectores más azotados por las medidas del confinamiento como la hostelería, el turismo, o la ampliación de los ERTE, la situación se agrava cuando, tanto los esfuerzos ejercidos por representantes políticos, como el eco de las propuestas ejercidas por los distintos organismos delegados en el colectivo de autónomos son, más allá de tendencias e ideologías, evidentemente insuficientes.

Todo ello en un contexto en el que, aunque el margen de maniobra y la capacidad de mejora es amplia, el sentido común apela a dirigir recursos y dar cobertura a la situación de alarma social que emana en estos días en nuestro país.

La filosofía del emprendimiento sigue siendo una asignatura pendiente

Desde luego, todo esto nos deja un panorama económico complejo en cuanto a su gobernanza y posibilidades. Según datos obtenidos en septiembre, durante los primeros meses del año 142.000 empresas dejaron de cotizar en la Seguridad Social. Número que se redujo en 55.000 cuando se reactivó la economía tras el confinamiento. Esto significa que casi 90.000 empresas han echado el cierre.

Aun cuando es cierto que la llegada de esta situación ha sido generada por culpa del Coronavirus y no por la caída de uno o varios sectores concretos de la economía o por un colapso financiero de los mercados, la apuesta por la cultura empresarial y la filosofía del emprendimiento sigue siendo la asignatura pendiente en nuestro país.

En este contexto, cabe esperar que la mayor parte de las empresas, sobre todo los pequeños y medianos negocios que siguen adelante a pesar de esta coyuntura, comprensivamente, concentren su atención y esfuerzos en salvar frenéticamente sus negocios, sin levantar la vista a las oportunidades que les ofrece esta nueva realidad a la que se enfrentan.

Y no se trata de un juicio recriminatorio a la figura del emprendedor en España, se trata más bien de una mirada reflexiva hacia nuestro potencial. Es el momento de hacer las cosas de una forma distinta.

Independientemente de la discusión acerca de las medidas recogidas en los PGE, a las ayudas que empresarios podamos esperar del Gobierno y de las partidas de apoyo que ya tardan en llegar desde Europa, se trata de perspectiva y enfoque.

La apuesta por la innovación en los modelos de negocio tradicionales, la digitalización en los mismos y la propuesta de valor que ofrecemos a nuestros clientes. Es el momento de responsabilizarnos y dar un paso al frente.

Se puede intentar proteger nuestros derechos como ciudadanos, nuestro derecho a emprender y a crear nuestros propios puestos de trabajo, a contar con un escenario si no rico, al menos suficiente en recursos –porque afortunadamente en nuestra tierra contamos con ellos-, mientras adoptamos un papel protagonista y maduro en toda esta historia.

Debemos evolucionar hacia otro modelo de país y hacia otro modelo productivo más eficaz, y la innovación y el reciclaje es un agente imprescindible para el cambio se diría que no sólo a nivel macroeconómico, sino también a nivel individual. Para ello, es necesario saber de dónde se parte, saber qué queremos ofrecer y hacia dónde queremos seguir evolucionando. Quizás, en consecuencia, no debamos sólo centrarnos en achicar el agua y salvar el barco, sino en mirar a nuestro alrededor y captar nuevas oportunidades de mejora, acudir a expertos y tomarnos en serio la entrada en nuevas etapas necesarias para responder a las exigencias del mercado y a sus expectativas.

Vivimos en una sociedad que, culturalmente, se ha decantado por el modelo de la estabilidad y el confort, principalmente por su fuerte vinculación a la seguridad familiar, económica, financiera y laboral. La sociedad demanda seguridad y aún más en tiempos convulsos. Pero si deseamos seguridad necesitamos prosperidad y ésta se obtiene apostando por la innovación, creando nuevas empresas y generando riqueza y empleo.

En esta ecuación los autónomos van a desempeñar un papel protagonista y sí, sólo apoyándoles, fomentando el emprendimiento, incentivando la digitalización de los sectores, rebajando la presión y dotándoles de estímulos económicos podremos ofrecerles las piezas que necesitan para establecer las bases de una sociedad más próspera, más segura. Sin embargo, empresarios y emprendedores debemos ser conscientes hoy, más que nunca, de una idea clave: Emprender conlleva el compromiso del reciclaje continuo, la innovación y la responsabilidad de incorporar propuestas de valor constantes a la sociedad.

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