Una de las noches electorales más largas que ha vivido Norteamérica arroja una conclusión, como no provisional: El Coronavirus pudo con el Colegio Electoral. Como contábamos hace un par de meses en ElEconomista, las opciones de victoria de Donald Trump, tras su desastrosa gestión de la Pandemia estaban en el Colegio Electoral. Sin embargo, no siempre se tiene la suerte de ganar todos los estados decisivos por muy pocos votos. Trump ya perdió las elecciones en voto popular en 2016. Sin embargo, como él mismo señalaba hace cuatro años: "gané en los estados donde se hizo campaña". Ésta vez, aunque por mucho menos margen que el pronosticado por las encuestas, no fue así
Eso sí, esta interminable noche electoral también está trayendo noticias positivas para los republicanos. En primer lugar, no ha habido casi cambios en el Senado, al menos de momento. Eso significa que la próxima administración Biden podría tener más complicado aprobar leyes. Pero esto también significa que las ratificaciones de Altos Cargos y, sobre todo, jueces, no serán tan sencillas. Esto tiene también una ventaja: que el péndulo no pase de un lado al otro del espectro político puede obligar a forzar acuerdos bipartidistas y reducir la polarización, mientras aumenta el poder y la influencia de los senadores y miembros de la Cámara de Representantes más centristas. Por cierto, aunque parece que el Partido Demócrata sigue teniendo el control de la Cámara de Representantes, que se ha renovado en su totalidad, su mayoría se ha reducido.
Más a largo plazo, la victoria más importante de los republicanos ha tenido lugar en Florida. Éste es, sistemáticamente, uno de los Estados "veleta" que deciden la Presidencia. Así, Bush hijo ganó frente a Gore exclusivamente gracias a Florida. Y hace cuatro años, Trump cimentó la mitad de su diferencia en el Colegio Electoral en este Estado. Esta vez, aunque Trump ha perdido por más diferencia de votos frente a Biden, en Florida su victoria ha sido muy superior. El punto clave parece haber estado en el voto hispano. Éste es un ejemplo paradigmático de que los votos se deciden más por la política desarrollada que por las declaraciones, y mucho menos por lo "políticamente correcto".
Por una parte, la comunidad cubano-americana está en contra de la apertura hacia el régimen heredero de los Castro, y es claramente partidaria de la mano dura con el chavismo venezolano. En segundo lugar, tras ellos, la comunidad latina más importante de Florida son los portorriqueños. Hay que recordar que Puerto Rico no es un Estado de la Unión, sino un Estado Libre Asociado, por lo que no elige a representantes en el Colegio Electoral, que a su vez elige al Presidente. Sin embargo, por nacimiento los portorriqueños que viven en otros Estados tienen la nacionalidad por nacimiento. Las comunidades portorriqueñas fuera de Puerto Rico más importantes son las de Nueva York y Florida. En Nueva York, siendo un Estado que casi siempre vota demócrata, esto no tiene tanta importancia. Sin embargo, en Florida, los intereses de los portorriqueños son favorables a una política estricta de inmigración que supone una competencia directa para ellos en el mercado de trabajo norteamericano. Pero, no esperen que estas opciones se declaren abiertamente. Este tipo de razones están probablemente detrás de un vuelco importante en las encuestas: no es lo mismo lo que se manifiesta a un encuestador que lo que luego finalmente se vota.
Pero, a largo plazo, parece que el Partido Demócrata no tiene el respaldo absoluto de todas las minorías. Y de hecho, si no es por el Coronavirus, aunque Trump hubiese perdido en votos populares, muy probablemente hubiese vuelto a ser reelegido. Las claves de todo esto estarían fundamentalmente en la marcha de la economía, que hasta enero tenía una salud envidiable, y también en la ausencia de conflictos externos, es decir guerras, lo que suponen menos bajas entre los militares norteamericanos. Es bastante probable que la economía norteamericana acabase acusando la combinación de déficit fiscal elevado y proteccionismo, pero está claro que todavía iba a tardar, y que el norteamericano medio lo que percibía era empleo abundante, importantes beneficios empresariales y salarios mejores. Esto pasó a la historia, y como decíamos, la pandemia también parece haberse llevado por delante la presidencia de Trump y no al Partido Republicano, puesto que en las elecciones a la Cámara de Representantes y al Senado, el "Great Old Party" ha mejorado un poco sus posiciones.
La desastrosa gestión de la pandemia ha propiciado la victoria de Biden
La clave ha vuelto a estar en los Estados de los Grandes Lagos: Ohio, Wisconsin, Michigan y Pennsylvania. Trump obtuvo un resultado mejor del esperado en Ohio y pudo retener el Estado. Sin embargo, no se repitió la carambola de hace cuatro años, en el que por 1% de los votos, Trump ganó en Wisconsin, Michigan y Pennsylvania. Si Trump hubiese mantenido estos tres Estados, y se confirma su victoria en Carolina del Norte, Biden hubiese perdido las elecciones presidenciales, aunque les hubiese arrebatado a los republicanos Georgia (que en el momento que escribo estas líneas está en el aire) y Arizona.
En ambos casos, las distancias son escasas, aunque la derrota republicana en Arizona, si se confirma, tiene su importancia. Y sí tiene un nombre propio: McCain, ex candidato republicano a la Presidencia, ex senador, y responsable, por ejemplo, de que Trump no consiguiese acabar con el programa de salud de Obama gracias a su voto en el Senado. La viuda de McCain, republicana hizo campaña por Biden. Y aquí hay que hablar de derrota republicana, porque también la senadora por Arizona Marta McSally ha perdido su escaño frente al aspirante demócrata Mark Kelly.
Pero, como hace cuatro años, todo hubiese dado igual, si no es por un puñado de votos en Wisconsin, Michigan y Pennsilvania. La victoria de Biden en Wisconsin ha sido agónica, por menos del 1% de los votos, y algo parecido es lo que parece que ha ocurrido en Pennsylvania. En Michigan, la victoria de Biden aunque menor de la que auguraban los sondeos, ha sido algo mayor, por un 3% de los votos. Al final, cuando se está empatado, no siempre se tiene la suerte de ganar todas las carreras decisivas. Y en esto claro que ha tenido mucho que ver el Coronavirus, los confinamientos, y la recesión económica consiguiente.
Trump deslegitima sin pruebas unas elecciones que ha perdido por varios millones de votos
Y sí, como saben todos ustedes, Trump no lo acepta. No ya es que pida recuentos, como en Wisconsin, a lo que está en su derecho, sino que no acepta los resultados y sólo quiere que sean válidos los votos a su favor. Irónicamente, Trump está deslegitimando unas elecciones en las que ha perdido por varios millones de votos, sin pruebas y con un infantilismo notable. Aprender a perder es una de las primeras lecciones que se deben aprender en esta vida, aunque solo sea porque todos acabamos perdiendo en algún momento. Esta actitud perjudica a la convivencia y a la democracia norteamericana y deteriora su legado como presidente. Trump ha tenido sus luces y sus sombras, pero en esta interminable noche electoral, Trump está dando la razón a sus peores críticos. En enero, con el traspaso pacífico de poderes, esperemos que la noche electoral y sus sombras hayan quedado atrás en Estados Unidos.