El tablero resultante de la cita con las urnas en Estados Unidos dejó entrever la radiografía de un país profundamente dividido, donde la dinámica entre el Capitolio y la Casa Blanca se promete complicada anticipando así una parálisis legislativa en los próximos meses. Mientras el presidente del país, Donald Trump, y el demócrata, Joe Biden, continuaban durante la jornada del miércoles arañando cada voto electoral a repartir en Wisconsin, Michigan, Georgia, Carolina del Norte y Pensilvania, la ajustada pugna por el Senado generó grandes incógnitas sobre cuándo y cómo llegará el próximo estímulo fiscal.
"Los resultados electorales hasta ahora indican una polarización continua de la política estadounidense. Eso es preocupante a largo plazo", señala Paul Donovan, economista jefe de UBS. Una situación que complica el delicado equilibrio entre conseguir que la recuperación se sostenga y controlar el número de infecciones por Covid-19, que solo durante la jornada electoral aumentaron en 91.500 nuevos casos.
Todo ello en un momento en que los síntomas de una desaceleración son más que evidentes. El indicador GDPNow de la Reserva Federal de Atlanta estima que la economía estadounidense crece en estos momentos a un ritmo de tan solo un 3,4% tras haber repuntado un 33,1% en el tercer trimestre (ambas cifras anualizadas) mientras el miércoles conocimos cómo el sector privado generó 365.000 nóminas en octubre, por debajo de las más de 600.000 que esperaba el consenso.
La urgente necesidad de inyectar un nuevo paquete de medidas fiscales para mantener el brío experimentado entre los meses de julio y septiembre depende ahora de la composición final tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, con el comodín adicional de quién se siente en el Despacho Oval. Los demócratas mantendrán el control de la Cámara de Representantes, posiblemente perdiendo algunos escaños a favor de los republicanos que, pese a ser minoría, podrían ejercer una mayor presión política. De esta forma se estima, a la espera final de los resultados, que estos puedan ampliar su presencia en el Congreso hasta rondar los 200 escaños.
En el Senado, los demócratas lograron hacerse con los escaños hasta ahora ocupados por los republicanos en Colorado y Arizona, mientras que estos hicieron lo propio con el asiento demócrata en Alabama. Buena parte de las carreras legislativas a la Cámara Alta que hubieran augurado la posibilidad de una barrida demócrata, y por ende desbloquear las posibilidades de un gasto público masivo de más de 3 billones de dólares, cayeron en saco roto. Los republicanos mantienen su posiciones en Carolina del Sur, Montana y Kansas. Aún quedan por decidirse los puestos ocupados por los republicanos en Maine, Carolina del Norte, Georgia y Alaska, así como el escaño democrático en Michigan.
El líder de la Cámara Alta, el republicano Mitch McConnell, fue reelegido en Kentucky, su homólogo en Carolina del Sur, Lindsey Graham, también salvó su escaño así como Steve Daines en Montana. En Carolina del Norte, el senador republicano Thom Tillis cuenta con una ventaja mientras la senadora republicana, Susan Collins se posicionó muy por delante en Maine al tiempo que Joni Ernst, senadora de Iowa, ganó su candidatura para un segundo mandato. En el caso particular de Georgia, donde están en juego dos escaños en la Cámara Alta, si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos, como señalan los sondeos, las dos contiendas irían a un segunda vuelta, y el resultado no se determinará hasta el próximo 5 enero.
Aun así, parece que el mejor escenario para los demócratas es que consigan en el mejor de los casos 50 escaños y suponiendo que Biden logra la Casa Blanca, su vicepresidenta, Kamala Harris, tendría potestad para emitir el voto decisivo en la Cámara Alta. Pero incluso en este escenario las esperanzas de un importante acuerdo fiscal posterior a las elecciones, "pueden estar muertas legislativamente hablando", destaca Andrew Hunter, economista de Capital Economics.
"Si Biden prevalece, su agenda legislativa estaría a merced de los demócratas más moderados como el senador Joe Manchin. La confianza en un mayor gasto en infraestructura auspiciado por un Green New Deal parecen estar muertas y el tamaño del estímulo fiscal adicional probablemente tendría que reducirse. Si los republicanos retienen el Senado, las perspectivas de lograr un acuerdo fiscal bipartidista en el Congreso serían dramáticamente menores", añade.
Dadas las circunstancias, probablemente haya más posibilidades de alcanzarse un gasto adicional para reflotar la economía si Trump gana un segundo mandato, especialmente si los republicanos mantienen una mayoría simple en el Senado. Dicho esto, el actual mandatario se enfrentaría a una Cámara de Representantes controlada por los demócratas, emulando un escenario como el vivido durante los últimos meses.
Estímulo congelado
Es por ello que, a día de hoy, existen pocas posibilidades de que la negociaciones abanderadas por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que llegaron a telegrafiar un plan que oscilaría alrededor de 2 billones de dólares podría tener que reducirse. Al mismo tiempo, sin una barrida demócrata, el proyecto de ley por valor de 3,4 billones de dólares que auspiciaron los demócratas en la Cámara de Representantes el pasado mayo también se da por enterrado. Ahora la opción más viable es un programa que se mueva entre los 650.000 millones y los 1,6 billones de dólares, si atendemos a las limitaciones impuestas por los republicanos en el Senado hasta la fecha.
"Fuera de un paquete de alivio fiscal limitado somos escépticos de que se vaya a aprobar otras medidas legislativas en materia económica. Un gobierno dividido hace que la legislación generalmente sea intrínsecamente difícil de aprobar", aclara Michael Pugliese, economista de Wells Fargo Securities, quien atisba una próxima presidencia a golpe de decreto. En este sentido, Pugliese considera que bien veamos el próximo 20 de enero a Biden o Trump como mandatarios, ambos tendrán que centrar sus esfuerzos en realizar cambios en materia económica en áreas donde el poder ejecutivo tiene un poder unilateral significativo, como la política comercial, la política exterior así como el nombramiento de miembros del gabinete, jueces y reguladores.
Una de las consecuencias que empiezan a barajar los analistas ante esta situación es que la Reserva Federal estadounidense (Fed) se verá obligada a cargar sobre sus hombros una mayor responsabilidad para impulsar la recuperación. Si finalmente es más complicado que haya un acuerdo para lanzar estímulos a la economía por parte de los legisladores, parece que la Fed tendrá que dar un paso al frente. "Que los estímulos fiscales sean más complicados de ejecutar significa que, en caso de que la economía estadounidense vuelva a frenar, y es probable que haya una ola de Covid en invierno, recaerá sobre la política monetaria el volver a dar apoyo", explica Jim Leaviss, responsable de inversiones en renta fija pública de M&G.