
Tras un mes de agosto eufórico en que se ha revalorizado un 10%, y un principio de septiembre a tono, el Nasdaq se desplomó bruscamente al final de la semana pasada, dejándose más del 9% . Se ha atacado a los gigantes tecnológicos, que han arrastrado consigo al conjunto de los mercados estadounidenses y, luego, mundiales. Sin embargo, ninguna de las principales publicaciones económicas parecía explicar tal desgracia.
Incluso, los mercados europeos habían estado en positivo, impulsados por el anuncio del plan de recuperación francés por valor de 100.000 millones de euros. Hasta entonces, los planes habían sido principalmente de apoyo a la economía, en particular para garantizar la liquidez de las empresas, los salarios y las ayudas sociales. Pero este nuevo plan tiene prevista más inversión, sobre todo para favorecer la transición ecológica, de hasta 30.000 millones de euros. También incluye 20.000 millones en recortes de impuestos para las empresas. Tampoco había malas noticias en las cifras del PMI de servicios, que mostraron una revisión al alza en comparación con las primeras estimaciones, especialmente en Alemania.
En cuanto a los registros semanales del paro en Estados Unidos, se encontraban muy por debajo de las expectativas, mitigando la débil creación de empleo publicada el día anterior por ADP, y el informe de BLS (Oficina de Estadísticas Laborales) sobre el empleo en EE.UU. que mostraba una fuerte disminución en la tasa de desempleo.
El desplome del Nasdaq ha dejado claro que no hay sectores inmunes a la crisis
Así pues, para poder encontrar una explicación debemos dejar el plano 'macro' para centrarnos en los aspectos 'micro'. Y, más específicamente, en Ciena Corp. Esta compañía estadounidense especializada en redes de fibra óptica lanzó un mensaje bastante alarmista al publicar sus resultados el jueves pasado, al afirmar que la desaceleración de los pedidos relacionada con la pandemia tendría consecuencias adversas en sus ventas durante varios trimestres. Una "orientación" que ha sido como un jarro de agua fría para los inversores, a pesar de los buenos resultados del trimestre y ha provocado que las acciones se desplomen un -25%.
Pero, ¿qué relación puede haber entre una empresa de "sólo" 7.000 millones de dólares en capitalización bursátil y 3.500 millones de dólares en volumen de negocios, y los gigantes mundiales de la tecnología? Pues, simplemente, una relación de proveedor a clientes (las GAFAM representan el 25% de las ventas de CIENA) y una frasecita colada por el Responsable de Inversores de la compañía, indicando que el discurso sobre la desaceleración de las ventas lo iban a compartir sus competidores, sus proveedores... y sus clientes. En otras palabras, una especie de llamada de atención para quienes se imaginaban que ciertos sectores permanecerían inmunes a la crisis.
Sin embargo, la magnitud de la reacción con respecto a esta información puede parecer sorprendente. En realidad, debe analizarse teniendo en cuenta la excesiva concentración en las grandes empresas de tecnología, un fenómeno que no deja de aumentar. Si excluimos a las GAFAM del índice, el S&P 500 –que entonces quedaría rebautizado como S&P 495- ha bajado el -2% desde principios de año, mientras que los 5 gigantes suman una rentabilidad del 45% en el mismo período. Una dicotomía que se ha mantenido en el mes de agosto, en que las GAFAM han ganado el 13,5% y el S&P 495 sólo el 5%.
Además, cabe señalar que, durante las últimas semanas, casi una cuarta parte de los importes gestionados en los mercados estadounidenses proceden de inversores particulares, que han seguido comprando estos valores de manera excesiva. Se trata de inversores que, por naturaleza, son más sensibles a las noticias alarmistas, ampliamente difundidas en las plataformas de intermediación y por los gurús del trading en las redes sociales; unos inversores que pueden -cuando el volumen de los demás agentes es reducido-, desencadenar movimientos importantes, que luego resultan amplificados por los algoritmos.
La concentración de los flujos de compra en muy pocos valores nunca es una buena noticia en la Bolsa
Más allá de esta explicación técnica, este episodio tiene el mérito de corregir ligeramente la situación. Indudablemente, el sector tecnológico emerge como ganador estructural de la crisis y es probable que nos encontremos al inicio de profundos cambios en el estilo de vida, que acelerarán aún más la digitalización. Sin embargo, no es menos cierto que la concentración de los flujos de compra en muy pocos valores nunca es una buena noticia en la Bolsa. En efecto, esto hace que el segmento del mercado en cuestión se vuelva especialmente sensible a la mínima información negativa y propenso a una reacción exagerada.
En un momento en que la aplicación concreta de los planes estatales de recuperación comienza a tomar forma, estando en juego mercados significativos en los sectores de la energía, la construcción o el transporte, sin duda ya es hora de que los inversores miren con más distancia a los antiguos "favoritos", para volver a interesarse por modelos de empresas que hasta entonces se habían descuidado.