
Más de un mes de mes después del inicio de la desescalada, y con el estado de alarma ya levantado, es posible hacer un primer balance sobre cómo evoluciona la reactivación económica en España. El resultado obliga a erradicar todo triunfalismo.
Apenas hay sectores que sufran ya restricciones en su actividad, pero aun así el consumo eléctrico es un 23% inferior a sus niveles normales en actividades como los servicios. Las fronteras están abiertas, pero los aeropuertos españoles operarán mañana 865 vuelos, frente a los 6.000 del mismo día del año pasado, y el sector turístico ya prevé contratar un millón menos de personas que en la temporada pasada. En paralelo, el 33% de los locales de hostelería sigue cerrado porque le resulta inviable abrir ante las limitaciones de aforo y la debilidad del consumo que aún persisten. Todo apunta así a que las oleadas de quiebras y destrucción de empleo que aún no se han producido lleguen después de la temporada estival. A ello contribuirá el hecho de que España es el país europeo que menos potencia los recursos contra una crisis de demanda como la actual. La escasa liquidez inyectada aboca a una rebaja masiva de la calificación crediticia de las empresas, según Moody's. La limitada extensión de los Ertes amenaza la preservación de puestos de trabajo, mientras en el lugar de las ayudas fiscales el Gobierno habla de futuras alzas de impuestos. Si a ello se añade la posibilidad de nuevos confinamientos, ante probables rebrotes de la enfermedad, el argumento que defiende que "lo peor ya ha pasado" resulta insostenible.
El cierre de empresas y la destrucción masiva de puestos de trabajo amenaza con llegar después del verano
La crisis continúa abierta y con pleno potencial para desencadenar sus peores efectos en términos de caída del PIB y destrucción de empleo.