Opinión

Aún se puede evitar la gran depresión

Sánchez, contra las cuerdas, por su constante improvisación

Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le gusta apoyarse en el comité científico para justificar sus decisiones. Permitió que se celebrase la conocida manifestación del 8-M, que generó miles de contagios, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado la pandemia mundial una semana antes.

La decisión tardía extendió el número de afectados, provocó el colapso de las UCI y, en última instancia, fue la causante del fallecimiento de miles de personas, que deberían seguir entre nosotros.

Apoyado en su comité científico, el pasado sábado, en el discurso semanal de Aló presidente, anunció que los niños de hasta 12 años podrían salir a pasear "un rato".

Una brillante idea que expuso ante millones de telespectadores, que no tenían otra cosa mejor que hacer, encerrados en sus casas. Y lo que era más importante, se adelantaba al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que llevaba semanas presionando.

El anuncio causó sorpresa en el propio comité científico, que no se había pronunciado al respecto. Cuando lo hizo, limitó la salida de los menores a supermercados y farmacias, siempre acompañados de su progenitor. Sánchez y su larga veintena de ministros, acostumbrados a los cambios de rumbo del presidente, aprobaron la iniciativa sin rechistar en el Consejo del martes.

Como es conocido, tuvieron que dar marcha atrás de inmediato, ante la avalancha de protestas en redes sociales. A Sánchez, acostumbrado a firmar decretos al ritmo de sus improvisaciones, no le dolieron prendas en rectificar. Ocasión que aprovechó Iglesias para pedir perdón en su nombre.

¿Y qué opina del giro el comité científico?, se preguntarán. Eso da igual, es obvio que es una excusa en la que apoyarse. No es la primera vez que se salta sus recomendaciones. A finales de abril, endureció el confinamiento por recomendación del dichoso comité y poco antes del 9 de mayo, lo relajó sin siquiera consultarlo. Es como un pañuelo desechable, que utiliza políticamente cuando le conviene.

El miércoles, durante su intervención en el Congreso de los Diputados, dijo que la desescalada se produciría de manera "lenta", citando a su comité de quita y pon.

La incertidumbre es la peor enemiga de los negocios. El viernes, 17 de abril, la ministra de Trabajo, la podemita Yolanda Díaz, dijo que los negocios turísticos no podrán volver a su actividad hasta diciembre, lo que obligó a la vicepresidenta tercera, Nadia Calviño, a desmentirla en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de martes siguiente. "Confío en que reabran la temporada de verano", dijo Calviño, con las debidas precauciones y siempre que las condiciones sanitarias lo permitan.

El Gobierno maneja los datos a su antojo. Los técnicos aconsejan que se permita la vuelta a la actividad donde el número de nuevos contagios crezca por debajo de la ratio del 1%. Una circunstancia que sólo se cumple en Canarias, Murcia y La Rioja, además de las ciudades de Ceuta y Melilla.

Además, el caótico Ministerio de Sanidad, que dirige Salvador Illa, aseguró que tendrá en cuenta el resultados de los test serológicos, que se realizarán a 90.000 personas distribuidas por comunidades autónomas. Un estudio considerado hasta ahora clave para poner fin al confinamiento, ya que determinará el porcentaje de inmunidad de la población.

España, abocada al rescate. Sánchez improvisa y encarga a Iglesias un plan de reconstrucción

Como las pruebas no podrán comenzar hasta el lunes y los resultados se conocerán a finales de junio, con un mes de retraso sobre el calendario previsto, el ministro quitó este viernes importancia al asunto.

"No necesariamente hay que esperar a la conclusión del estudio, se puede utilizar como un indicador más para guiar la transición a la nueva normalidad", zanjó Illa, y se quedó tan pancho.

Las primeras pruebas realizadas apuntan a que esta inmunidad no es superior al 2%, pese a que una investigación del Imperial College de hace unas semanas aseguraba que más del 7% de la población española estaba ya inmunizada.

Como ya ocurrió al comienzo de la epidemia, los datos científicos llegan siempre tarde. Sánchez no debería esperar a tenerlos, porque corre de nuevo el riesgo de quedar superado por las circunstancias.

El Banco de España advirtió esta semana que si la vuelta a la actividad se producía a finales de mayo, la caída del PIB, podría alcanzar el 14%. Y la presidenta del BCE, Christine Lagarde, reconoció que la crisis del coronavirus podría segar el 15% del PIB de la Unión Europea si no se toman las medidas adecuadas. Un escenario dramático que llevaría a España a duplicar ese porcentaje de caída de la economía y a entrar en una depresión jamás vista.

Un sondeo realizado por elEconomista entre diferentes servicios de estudios muestra que la economía tardará cuatro o cinco años en recuperar los niveles del primer trimestre de 2019, cuando crecíamos a tasas próximas al 2%. El porcentaje de desempleo del 13%, uno de las más altos de Europa, se volverá a alcanzar aún más tarde.

Nos espera un largo periodo de penurias, que exigirá un draconiano recorte del estado de bienestar en los próximos años. Recordemos que Grecia tuvo que reducir los sueldos de los funcionarios y las pensiones. La recuperación no será en V ni siquiera en U, probablemente será más lenta de lo previsto. Eso siempre que no se produzca un rebrote en otoño, que nos coja otra vez en Babia.

Desde el punto de vista financiero la situación es también catastrófica. El déficit se irá por encima del 10%, como en la crisis de 2008, y la deuda alcanzará el 120% del PIB. Los esfuerzos de la UE por crear un fondo de reconstrucción, que realice transferencias por un billón de euros a los países afectados, se esfumaron este jueves, al igual que los coronabonos.

Europa no está dispuesta a dar dinero sin condicionantes de que se gasta justamente, y menos a un Gobierno malgastador, lo que nos aboca a un rescate, como advertimos hace unas semanas.

Además, el camino propuesto por la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, de incrementar el presupuesto plurianual es largo y tortuoso, porque requerirá el acuerdo de los parlamentos de los 27 países miembros.

La deuda española tiene buena acogida en el mercado. La demanda superó varias veces a la oferta en la colocación de 98.000 millones de bonos a diez años esta semana. Pero el coste se triplicó, al pasar de 0,45 puntos hace una año al 1,31, al igual que ocurre con la prima de riesgo. La factura a pagar a partir de ahora será mucho más pesada.

El panorama es dantesco. Cada mes adicional sin actividad, el PIB cae un 2%, lo que crecíamos hasta ahora en un año entero. Sánchez debe tomar conciencia de ello y empezar por elaborar un plan de desescalada del confinamiento progresivo, como está haciendo el resto de Europa o Estados Unidos.

Es urgente comenzar a reabrir el pequeño comercio y reactivar el sector turístico antes de la campaña de verano, como se ha hecho con la industria. España sufre más que el resto, porque el peso del turismo, del automóvil y del textil, tres de los sectores más castigados por el Covid-19, es muy importante.

Se deben preservar las cadenas de suministro y de exportación, uno de los puntales en que debemos apoyar la recuperación. Hay que agilizar los Ertes y los avales para autónomos, pymes y demás empresas para evitar las quiebras y mantener en funcionamiento la cadena de pagos.

El Gobierno carece de un plan concreto, el presidente toma decisiones a su libre albedrío, que sorprenden a sus propios ministros, a los que unas horas o minutos antes prometió lo contrario. Es como un boxeador desorientado y exhausto, que va de un lado al otro del ring, sin saber donde caerá desfallecido.

No todo son malas noticias, el número de altas superó este viernes por primera vez al de contagios. La economía no puede estar pendiente del resultado de unos test serológicos, que por la interminable burocracia estatal o autonómica, se retrasen sine die. Los recursos hospitalarios disponibles son cada vez mayores, hemos dejado atrás el desbordamiento de las UCI y los hospitales y urge emprender la desescalada.

Tampoco podemos esperar a que Europa nos saque las castañas del fuego. Urge un plan de reconstrucción, en colaboración con los empresarios y los agentes sociales, así como otras fuerzas políticas.

Un Gobierno dividido y enfrentado como el actual, con políticas fiscales paternalistas y orientadas al gasto social casi en exclusiva, nos hundirá más en el barro. Hay que abordar un plan de reindustrialización y facilitar la inversión empresarial con una fiscalidad atractiva y unas reglas ágiles para atraer capital nuevo. En una palabra, reinventarse.

La táctica de Sánchez de proteger a Iglesias y sus políticas marxistas, tanto en el ámbito económico como en el de restricción de las libertades, dificulta la consecución de cualquier pacto. La presión a los barones autonómicos para que cierren acuerdos con el PP, e intentar aislar así a Pablo Casado, muestra que su objetivo es político en exclusiva. Nadie está pensando en la recuperación del tejido económico, que se destruye a velocidad de vértigo,.

Sánchez está contra las cuerdas, seriamente tocado, porque no supo ver la pandemia, y caerá derrotado sobre la lona si tampoco ve la crisis que se avecina y pone todos sus esfuerzos en parar la caída y emprender cuanto antes la reconstrucción, por encima de las ideologías.

Con tantas contradicciones, no tengo ninguna confianza en que lo consiga, Y menos después de que, además de a Nadia Calviño, haya encargado el programa de reconstrucción a Pablo Iglesias. El resultado puede ser surrealismo puro.

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