Opinión

La respuesta de Sánchez sigue sin estar a la altura de la actual crisis

Las medidas de Sánchez frente al coronavirus decepcionan

Las bolsas europeas registraron ayer la peor sesión de toda su historia, como demuestra el descenso del 14% en el Ibex. Éste fue el lamentable saldo del día en el que tuvo lugar la esperada reunión del BCE para tomar medidas contra la crisis del coronavirus. Resulta obvio que se esperaba más de la institución, pero conviene calibrar las causas de esa decepción. Sería injusto acusar a Fráncfort de cruzarse de brazos, Es cierto que no se produjo la reducción de tipos que el mercado descontaba, pero esa circunstancia no es tan crucial como parece. El BCE tiene su margen de acción agotado en ese capítulo; además, otra reducción de las tasas sólo contribuiría a socavar de nuevo la rentabilidad de los bancos, lo que dificultaría más la concesión de créditos. En paralelo, deben valorarse los pasos que el BCE dio para hacer más atractivas sus subastas de liquidez (las TLTRO) y, sobre todo, el empuje a sus compras masivas de deuda. La expansión cuantitativa se amplía en 120.000 millones hasta final de año, muy por encima de los actuales 20.000 millones mensuales.

El Gobierno se resiste a movilizar nuevas partidas y se limita a cambios burocráticos y meros diferimientos fiscales

Ahora bien, los mercados anhelaban más ambición en capítulos como este último. El eurobanco quedó lejos de disparar el bazuca que sí empleó la Fed. Su anuncio de la próxima inyección de 1,5 billones no sólo destaca por su cuantía. Además, está quirúrgicamente destinada al mercado de repos (donde operan a corto los bancos y los fondos), lo que asegura que en este ámbito no habrá tensiones en el inmediato futuro. Con todo, aún hay otro aspecto que ahonda las distancias entre el BCE y la Fed como es la coordinación de las políticas monetarias y las fiscales de los Gobiernos. Mientras Christine Lagarde sólo pudo ayer volver a implorar implicación a los Estados, la acción de Jerome Powell se vio precedida por las medidas que recientemente anunció Washington. Más allá de su decisión, precipitada y unilateral, de prohibir volar entre EEUU y la UE, el presidente Trump ha dado pasos más justificables como suspender la tributación de las nóminas.

El BCE, al contrario de la Fed, sigue necesitando de la coordinación de las políticas fiscales para no volver a decepcionar

Dentro de la muy variable respuesta que los Gobiernos europeos ante el coronavirus destaca, una vez más en sentido negativo, la iniciativa tomada por el Ejecutivo español. Los 14.000 millones, como explicó el presidente Sánchez, se inyectarán en la economía no se derivan de una respuesta diseñada a la medida de una crisis sin precedentes. Casi 3.000 millones son adelantos de las entregas a cuenta de las autonomías, ya previstas en el sistema de financiación. El grueso del plan de choque consistirá así en una prórroga de seis meses en los plazos de pago de impuestos de las pymes, mientras aspectos como la gestión de los futuros ERTE o ERE están aún pendientes de consensuarse con los agentes sociales. Por tanto, todo se reduce a cambios contables y diferimientos sin que se movilice ni una sola partida presupuestaria para ayudas reales a las empresas. En estas circunstancias, carece de mérito que España quiera erigirse en el gran defensor de la estabilidad presupuestaria en el próximo Ecofin. Puede permitirse esa actitud, dados sus planes de no movilizar un euro de nuevos recursos ante la crisis del coronavirus. Es más, el presidente Sánchez continúa haciendo una defensa a ultranza de las líneas maestras de su proyecto de Presupuestos, aunque sean totalmente contrarias a las actuales prioridades económicas. En otras palabras, sigue en pie la perniciosa hoja de ruta de subidas de impuestos o de modificar la reforma laboral de 2012. No es ésta la actitud que cabe esperar del equipo que gobierna el segundo país más afectado de Europa por la epidemia.

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