Opinión

El impacto de las sucesivas subidas del SMI

Los incrementos de los sueldos deben ir acompañados de mejoras en la productividad

Todos ganan y todos pierden con la subida acordada del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). La medida, que mejorará la situación salarial de unos dos millones de trabajadores, según cálculos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, aunque no existe un registro oficial que determine el número exacto de trabajadores que recibe el salario mínimo, supone a su vez un claro interrogante respecto a sus efectos sobre el mercado de trabajo de un país con falta de amplios sectores productivos punteros y muy dependiente del sector servicios que compite vendiendo en general con márgenes muy apretados, con lo que finalmente el valor añadido generado es bastante reducido. Y una de las consecuencias de este modelo son los salarios bajos.

Sin duda es positivo arrancar este año, este gobierno y esta complicada legislatura con un acuerdo social para el incremento del salario mínimo hasta los 950 euros mensuales en 14 pagas. El alza del 5,5% del SMI, que entra en vigor con carácter retroactivo desde el 1 de enero, es un pequeño paso para tratar de acercarlo al 60% del salario medio que marca la Carta Social Europea y que para España estaría cerca de los 1.200 euros mensuales e ir reduciendo la brecha de la desigualdad que es sin duda una realidad social del país. Por ese lado todos ganamos, aunque sigue quedando camino por recorrer.

Los avances desvinculados de la productividad lastran el empleo de los más jóvenes

En estos cuatro años el incremento del SMI ha sido del 44,5% pero aun así el salario mínimo en España sigue siendo inferior al de otros países de la UE. Es más, la agencia de calificación de riesgos Standard and Poor's (S&P) recuerda que los recortes salariales acometidos en España durante varios años, -España ha vivido una corrección en su estructura salarial, que llevaba años separada de la evolución de la productividad-, han contribuido a mejorar la competitividad de la economía y se han registrado importantes incrementos del beneficio empresarial por lo que teóricamente hay margen para esa subida del salario mínimo.

Pero también es discutible qué significará esta subida para la creación y destrucción de empleo. Lo que sí parece deducirse que nuevos incrementos del salario mínimo desligados de la evolución de la productividad durante 2020 y 2021, podrían dificultar aún más la empleabilidad de los jóvenes, los extranjeros o los trabajadores menos cualificados, según advierte BBVA Research en su último análisis. Además de perjudicar a los colectivos más vulnerables cuya productividad, medida en términos monetarios, sea igual o inferior al umbral del SMI, también puede afectar negativamente al empleo de las regiones de menor renta per cápita por las mayores dificultades que tendrán las empresas, especialmente las pymes, para contratar a trabajadores si no pueden trasladar el aumento del coste laboral al precio final de venta.

Las pymes sufrirán los mayores costes laborales si no pueden traspasarlas a los precios de venta

Tampoco debe olvidarse lo que las subidas de los últimos años están significando para los autónomos con uno o dos empleados y para sectores como el de la agricultura donde cualquier pequeño ajuste sobre los costes salariales tiene un gran impacto sobre la rentabilidad de los mismos, más en un entorno de economía en plena desaceleración como el que estamos enfrentando y que podría incrementar aún más la economía sumergida, casi 250.000 millones de euros, el 22% de su PIB según el último informe publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2018. Como se señala desde diversos foros quizá debiera contemplarse implantar un SMI diferenciado por edades, a imagen y semejanza de Alemania, por ejemplo; o incluso un salario mínimo diferente en cada comunidad autónoma, tal y como sucede en Suiza en función de su particular nivel salarial para no perjudicar sobremanera el empleo. Detrás subyace el eterno debate del cambio del modelo productivo imperante en nuestro país donde la educación sigue apareciendo como una asignatura pendiente -con gran déficit de inversión pública y privada- y que revierte en una juventud con enormes dificultades para organizar una vida digna y con una tasa de paro cercana al 32%.

La subida del Salario Mínimo Interprofesional también busca generar más ingresos para tratar de afrontar los déficits de la Seguridad Social que año tras año se van acumulando en el sistema público de pensiones ya que la base mínima de cotización sobre la que se aplican los tipos que determinan la recaudación del sistema de pensiones está ligada de manera automática y por ley al salario mínimo de modo que subirá este año a 1.108 euros. Estos incrementos del SMI pretenden aumentar los ingresos del sistema en el tramo inferior que es el que afecta a un importante volumen de trabajadores de un sistema de pensiones en crisis permanente, pero no dejan de ser otro parche insuficiente para el desequilibrio entre ingresos y gastos.

Y no debemos olvidar que otro posible impacto sobre el mercado de trabajo de este aumento de la renta mínima es que puede arrastrar hacia arriba las tablas salariales de los escalones inmediatamente superiores en los convenios colectivos.

Si no se diera el caso se traduciría en un nuevo empobrecimiento de la sufrida y menguante clase media española. Como se ve, no todos ganan.

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