Opinión

Preguntas sin respuesta

A este Ejecutivo se le presentan numerosas preguntas que aún no es capaz de responder

Se pone en marcha un nuevo Gobierno, y ante él -nos jugamos mucho en caso de equivocarnos-, es preciso formularle preguntas muy serias desde el punto de vista precisamente de la economía. Conviene recordar el desastre que se originó al poner en marcha en 1868 un programa económico que, en parte fundamental, estaba basado en un caos forzoso debido a la bandera que exhibía conjuntamente, con un razonable librecambio, otro de puesta en marcha del llamado cantonalismo. Como éste, sencillamente, bloqueaba la economía, los sucesivos planteamientos partían de incapacidades para reaccionar, como consecuencia de una fractura gigantesca en el mercado interior. O si nos asomamos al siglo XX en términos económicos, el conjunto de medidas que se derivaba de los planteamientos de Azaña y que yo he expuesto en una publicación conjunta con Fernando Morán, evidenciaron que en plena crisis de 1930 se tenía forzosamente que acentuar ésta.

Hoy somos consecuencia de los acuerdos de 1953, y los aportes sucesivos de 1959 y su Plan de Estabilización; de 1970, y el inicio de las conversaciones con los países del Mercado Común Europeo, que señalan un rumbo que culminará en 1985, rumbo continuado y no precisamente abandonado por ninguna etapa política, y que prosiguió hasta nuestra inserción en el área del euro con aquella frase del ministro Solchaga, de que no se debe tomar un tren en marcha, como era en aquel momento el de la vinculación monetaria y financiera europea. Por eso, sucesivamente, se aprobó, con todos sus mensajes ligados, no sólo al gobierno que estaba en el poder, sino a todos los sucesivos, porque existía un plan a largo plazo serio y admitido por cualquier persona razonable. Así es como se produjo el formidable incremento de nuestra economía a partir de los años 50 y hasta el cataclismo que produjo la política económica de Rodríguez Zapatero. Y llama la atención que a lo largo de esa etapa, esos planteamientos serios a largo plazo, se hicieran a partir de las aportaciones de una serie de economistas muy importantes, que desde Perpiñá Grau y Manuel de Torres a Luis Angel Rojo y Enrique Fuentes Quintana; o si se prefiere, desde Sardá a Estapé, hicieron que la política aceptara sus mensajes. Eso no había ocurrido por ejemplo, cuando se iniciaron los desastres posteriores a 1919, pues Cambó dejó a un lado lo que le pudiera aconsejar Flores de Lemus, o en el caso de Azaña, quien desoyó lo que indicaba Perpiná Grau.

Sánchez no escucha los consejos del Banco de España sobre el alza del gasto público

Pero esto es el pasado, recrificando la larga etapa de la decadencia económica de España, con alteraciones tan señeras como la del cambio radical de nuestra estructura crediticia, o la de nuestra vinculación económica con el exterior, haciendo esta vez bien lo que el 1868 había pretendido poner en marcha Laureano Figuerola; pero, esa orientación ¿es lo que ahora se observa?

Planteemos sencillamente unas pocas cuestiones. La primera es que el avance de la Revolución Industrial prosigue, centrando ya un panorama universal nuevo, vinculado a cambios radicales en el mundo de la actividad productiva, lo cual crea multitud de consecuencias si esta nueva marcha no se tiene en cuenta, por ejemplo, para el comercio exterior, y no digamos para el empleo. En los amplios discursos en defensa de la candidatura para la presidencia de Sánchez, que es la que acabó por triunfar, ¿se musitó alguna vez un susurro sobre este planteamiento futuro, si no queremos caer en otro retroceso? Lo que surgirá así con fuerza casi inmediatamente, será parecido a lo que en el mundo industrial acontecía en el siglo XIX, y que España, con peleas interiores, con planteamientos ridículos, parecía ignorar.

¿Y no se habló seriamente de cómo se iba a estructurar el gasto público en relación con un sistema impositivo que permitiese mantenimientos en el ámbito del área del euro? Los consejos sobre esto, que están derivándose continuamente y de modo oportunísimo desde los actuales consejos del Banco de España, da la impresión de que no son ni siquiera escuchados.

Resulta necesario que en esta legislatura se realicen reformas de calado

Este problema del gasto público está directamente relacionado con otras dos cuestiones fundamentales. La primera, importante por encima de todo, es la de las ventajas derivadas de la renta de situación de España, por nuestra posición a caballo entre un Mediterráneo que enlaza con la creciente economía asiática, con sus variadas características, y la opulenta existente en el Atlántico Septentrional de la Europa Continental, ese conjunto rico que desde Francia y Alemania llega a la Península Escandinava, y que, por cierto, Irlanda acertó planteando una política económica a largo plazo para aprovechar parte de ese tráfico y sus conexiones con la costa atlántica de los Estados Unidos. Pero cuando se examina que ese conjunto de enlaces depende, políticamente, de la garantía que para el tráfico puedan otorgar, en favor de sus aliados, los EEUU, ¿qué planes a largo plazo se derivan de algún tipo de planteamientos observados en el Congreso por la política de Sánchez en favor del enlace con la desarrollada por Norteamérica, que desde Asia y el Pacífico, pasando por el Oriente Medio y prolongándose por el Atlántico, es el poder político clave cuyas reacciones son dispares respecto a quienes consideran no ser sus aliados de verdad?. Naturalmente esto tiene mucho que ver con nuestra política en el ámbito Iberoamericano, y lo que contemplamos no encaja precisamente en ese sentido, y las políticas a largo plazo, también ahí son fundamentales para la economía.

Pero España ha superado ya los 47 millones de habitantes. Sin embargo, en el momento que contemplamos su distribución por edades, nos encontramos con un proceso continuo de envejecimiento, generado, por cierto, para comunicarnos alegría, por ser el país de la Unión Europea con mayor esperanza de vida en el momento del nacimiento. Pero los envejecidos ya no pueden formar parte de aspectos esenciales de la población activa. No es pues favorable la observación demográfica española, porque simultáneamente, la natalidad no compensa ya la mortalidad, y por eso esa población activa en la función Cobb-Douglas que explica la producción de España, pasa a tener un problema clave relacionado con el futuro inmediato de esa población activa. ¿Qué política demográfica se plantea en estos momentos? Precisamente toda una serie de datos sociológicos derivados de frases deslizadas en estos planteamientos previos, no señalan la existencia de ninguna política demográfica clara y fundamental. Y ese incremento de la población de España, ¿nos va a refugiar en que se produce sencillamente gracias a la inmigración? Desgraciadamente, como consecuencia de nuestra cercanía a África y el desastre económico que en todo ese continente, con ligerísimas excepciones, existe, si vamos a refugiarnos en esa inmigración, nos encontramos con que no es precisamente la más conveniente para la Revolución Industrial en la que estamos introducidos. ¿Creer que lo que se ha señalado sobre ciertas despenalizaciones del aborto, puede tener algún sentido serio y global? Y sin resolver el tema demográfico, con su impacto en la producción, nos encontramos con que es necesario, ante el envejecimiento, aumentar el gasto público en el doble sentido de las atenciones en gasto sanitario y en pensiones. Desgraciadamente, da la impresión de que aquellas cuestiones expuestas en la Transición por Barea en relación, con el muy serio problema de los jubilados, no parece que se hayan tenido, ni lejanamente, en cuenta. Y por supuesto, sobre el conjunto del muy serio problema demográfico, tras los comentarios que el profesor Alcaide hizo en relación con la marcha de la logística española, nada parece plantearse.

Y al lado de estos muy serios asuntos, surgió, en la línea del actual Gobierno y de sus apoyos parlamentarios, el renacimiento de lo que pudiera constituir una resurrección de la puesta en marcha, con las denominaciones de "nacionalidades" y léxicos parecidos, del problema cantonal, y de la ruptura del mercado. De esos problemas inmediatos deriva la impresión de que este mensaje no parece preocupante al nuevo gobierno. Las alianzas con autoridades del País vasco y de Cataluña, los partidos políticos que apoyan a la actual Gobierno en Galicia o en Valencia, evidentemente tienen consecuencias económicas notables, y esa cuestión no puede soslayarse.

Por supuesto que todo esto exige indicar a los ciudadanos que se camina hacia una nueva economía, como ocurre en todos los países que desean prosperar seriamente, y como sucedió en el inicio del siglo XIX. Lo intentó en España, con su famoso informe sobre la Ley Agraria, en 1795, Jovellanos, que incluso tenía en cuenta, como sucede actualmente con la PAC la ley de King, todo ello ligado además por Jovellanos a la creación, para el desarrollo de la economía, del Real Instituto Asturiano, con planteamientos análogos a lo que, por ejemplo, observamos hoy en el MIT. Esto es esencial para el desarrollo, y precisamente también para el sector rural, que es uno de los asuntos claves para España en esa relación doble que tiene que poseer con la FAO y con la Comunidad Europea, como planteó como ministro, y actualmente con sus escritos, ese gran agrónomo y economista que es Jaime Lamo de Espinosa. Pero de todo eso, y sus consecuencias enormes a largo plazo, tampoco se habló.

Todo eso exige la ausencia de demagogias para obtener apoyos. Recuérdese, ya que se ha aludido a Jovellanos, los que en relación con sus propuestas acabó por hacer Godoy, al estar sólo preocupado por ventajas inmediatas para su propio provecho. Precisamente por la reacción seria de Jovellanos, éste concluyó en su famoso exilio en Mallorca y España, que hasta entonces parecía representar mucho en el mundo; y, por moverse con planteamientos a corto plazo, se transformó en un conjunto progresivamente hundido y que en el ámbito internacional dejó de merecer la pena.

El cambio experimentado en la economía española, con los altibajos que se quieran, de 1953 a 2018, parecían exigir, para asentarse definitivamente, que triunfase esa línea de los mensajes a largo plazo que defendía Jovellanos. En este momento, ¿lo que parecemos presenciar no es un planteamiento paralelo a lo defendido por Godoy, sobre todo cuando la obsesión es lograr únicamente ventajas inmediatas que consoliden el poder político a muy corto plazo? Concretamente en relación con el asunto grave de las posibilidades de que Sánchez logre llevar adelante un presupuesto, refugiándose simplemente en el de Montoro, como se ha señalado con agudeza, exige que los expertos consultados dudan que para ello "en la legislatura se hagan reformas de calado".

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