La abstención de ERC en la segunda vuelta de la investidura de Pedro Sánchez de hoy está descontada y, con ello, se abre el camino a la formación del Gobierno de PSOE-Podemos.
Sería ingenuo ver en ese hecho un término a las negociaciones entre socialistas e independentistas. Lejos de ser un punto final es un paso hacia la ardua etapa que supondrá pactar los Presupuestos de 2020, para los que ERC vuelve a desempeñar un rol clave.
Tras afianzarse en esa posición de fuerza, las reivindicaciones del partido de Oriol Junqueras difícilmente se ceñirán al terreno económico. Sin duda, no dejará escapar la oportunidad de aflorar reivindicaciones históricas, y de gran impacto para el funcionamiento de la red de infraestructuras nacional, como la plena propiedad de los ferrocarriles de cercanías y media distancia (Rodalíes) o del Aeropuerto de El Prat.
Pero todavía más alcance tendrá la parte de exigencias políticas, en concreto la previsible reforma del Estatut que ERC persigue y las cuestiones que finalmente se sometan a votación de la ciudadanía. No tranquilizan las matizaciones oídas en el PSOE, asegurando que en ningún caso ese proceso se identifica con un referéndum, ya que se trata de una "consulta" sobre cuestiones como reconocer la nación catalana en el marco de la nación española.
Cesiones ya consumadas
El último debate de investidura de Sánchez, y los días de su preparación, delataron el amplio margen que reconoce el presidente en funciones. Lo evidenció al plegarse a la mesa negociadora Gobierno-Generalitat sin hacer referencia explícita a la Constitución. Aún más claro quedó con su pasividad ante los recientes ataques al Rey proferidos en sede parlamentaria. Todo apunta a que la política de cesiones no ha hecho más que empezar
