Opinión

Black Friday: ¿necesidad o adicción?

Los comercios ofrecen grandes ofertas y descuentos en Black Friday

Llega el Black Friday. Esta jornada inicia la temporada de compras navideñas y las estadísticas indican que son cada vez más numerosos los vendedores que se apuntan a esta tendencia. Las ofertas y los descuentos se encuentran en los locales físicos y en las páginas web de los ofertantes. La oferta onmicanal hace que la compra nunca haya sido tan fácil.

Y los beneficios económicos de esta jornada se publican siempre: en 2018, se produjo un gasto promedio de más de 250 euros por persona; este año, solo en la venta online, se espera facturar más de 1,6 billones de euros.

Sin embargo, los costes o perjuicios de este día de exaltación del consumo -que los hay- no aparecen en ninguna estadística. Uno de ellos es la llamada "oniomanía" o compra compulsiva que, según describen Boermans & Egger (2010), la sufren individuos que sienten una irrefrenable necesidad urgente de adquirir cosas, con independencia de su nivel económico o poder de compra. Y este comportamiento ha aumentado en los últimos 30 a 40 años, según apunta el estudio.

Al igual que cualquier sustancia adictiva, la oniomanía, que puede adquirir diferentes niveles según el impacto que cause en la persona a la que afecte, produce placer y la desconexión de situaciones dolorosas. El proceso de la compra le provocará un efecto estimulante, relajante y psicotrópico -de alejamiento momentáneo de la realidad cotidiana-, de alienación mental pasajera no muy diferente a una noche de borrachera y botellón, ni en las causas ni en los efectos.

Sería interesante saber si este comportamiento es un signo de nuestro tiempo, un síntoma de otro desequilibrio psiquiátrico o un síndrome específico en sí mismo.

En este contexto, las personas que padecen oniomanía encuentran en el Black Friday la excusa para dejarse llevar por el impulso comprador, una puerta abierta al desarrollo de su patología. El problema es que no hay manera de identificar a los individuos que debieran controlarse, de forma autónoma o con ayuda, a fin de no caer en la compra compulsiva y el consumo innecesario. No hay listas de personas "no aptas" para participar en un evento de exaltación del consumismo, al estilo de las listas de individuos que tienen vetado el acceso a los casinos, por ejemplo. Y yo me pregunto si, al igual que algunos productos introducen eslóganes destinados a frenar un consumo exagerado: bebe con moderación o juega con responsabilidad, por ejemplo, no debería anunciarse: "Black Friday, compra con moderación y responsabilidad"; aunque pueda dudarse de su efectividad real.

Todos deberíamos preguntarnos si aprobaríamos un "examen de compra compulsiva" para poder determinar hasta qué punto somos propensos a caer en la tentación consumista del reclamo de las rebajas y los descuentos, porque solo se puede po-ner solución al problema cuando se ha diagnosticado.

Debemos tomar conciencia sobre si la compra que efectuamos responde a la satisfacción de una necesidad física, emocional o de desequilibrio mental. Porque el Black Friday constituye para algunas personas una ocasión de evadirse del dolor habitual, del sufrimiento que padece una parte de la población, ocasionado por factores del entorno.

Esta fiesta del consumo hace que no se tenga en cuenta el poder de compra real

¿Hasta qué punto hay personas que se drogan cuando compran? En el caso de la oniomanía, la persona padece un subidón estimulante provocado por la sensación de haber adquirido gangas; es decir, haberle ganado la partida al consumismo. Y luego, al igual que ocurre con otras adicciones, suele producirse un síndrome de abstinencia o sentimiento de culpabilidad.

Vivimos en una sociedad que fomenta el estudio de las motivaciones de compra desde el punto de vista neurológico, a fin de estructurar campañas publicitarias e incentivar el consumo, lo que no es precisamente una ayuda para las personas adictas a las compras. Y tampoco beneficia que se haya instaurado el Black Friday como fecha anual, repetitiva. Para algunos, ese día se ha convertido en el día de la esclavitud de su adicción.

En Black Friday confluirán enfermos compradores y compradores enfermos, y la definición de unos y de otros dependerá de su grado de adicción. Pero, eso sí, no contaremos con cifras, porque las estadísticas más interesantes son las que no existen o, si existen, no se publican. De momento, los mensajes que emiten los ofertantes van dirigidos a todo el mundo, como si fuéramos todos razonables y con hábitos y comportamientos saludables y, como quizás sea cierto, solo me queda desearos ¡feliz Black Friday!

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