Opinión

Traca final separatista

La violencia no puede esconder la falta de objetivos del secesionismo

Tras la sentencia del procés, Cataluña sufrió una semana de gloria del separatismo: violencia desbocada, auspiciada por el presidente de la Generalitat y la dejadez de los Mossos de Esquadra. La aplicación facinerosa de una organización potentísima resultó en 588 heridos, de los cuales 268 son miembros del Cuerpo Nacional de Policía, más que los 194 detenidos.

En realidad, los llamados CDR y demás vándalos hicieron cuanto quisieron, camparon y estragaron a sus anchas. Columnas, barricadas, asaltos, saqueos, escraches, agresiones, ocupación del aeropuerto, autopistas, carreteras y calles, lanzamiento de objetos de toda clase, levantamiento de calzadas y mobiliario urbano, y quema de más de mil contenedores. Los suelos de Barcelona lucieron adoquines y fuegos a mansalva, y en el cielo se deshilachaban decenas de humaredas. Una guerrilla urbana salvaje ocupó Barcelona como no se veía desde la guerra civil de 1936-1939.

Dícese que la violencia es gratuita siempre. En este caso ha sido insospechada y ridículamente gratuita. Sólo es explicable por una estructura criminal extraordinaria, con un gobierno regional detrás, y por la impunidad habitual. El pueblo de Cataluña (si a estas alturas de la tragedia catalana este término tiene algún sentido), ha sido impermeable al llamado a desobedecer. Simplemente, ha padecido la imposición de los separatistas: jaleo intenso durante una semana. En la manifestación de Barcelona donde confluyeron las columnas procedentes de la Cataluña interior sólo hubo 120.000 desfilantes, es decir, menos aún que en el 11-S anterior, y muchas veces menos que en los 11-S y demás aquelarres independentistas de otros años.

La actual destrucción de Cataluña prefigura una duradera decadencia

El procés tenía unos objetivos (proclamar la independencia y la república catalana) y unas formas (leyes de desconexión del Parlamento de Cataluña, referéndum) que en octubre 2017 se cumplieron por entero. Desde entonces, los separatistas mal llevaron su derrota, de modo que el rechazo a la sentencia se quiso como un hito con el que cubrir la temporada 2019-2020. Y así ha sido. De hecho, los disturbios de este octubre 2019 han superado sus expectativas. Han quemado el circo entero. En otoño 2017 los independentistas ya vendieron todo el pescado. De modo que la de este otoño 2019 ha sido una guerrilla urbana e institucional sin objetivos. Ahora, tras los disturbios con que han celebrado la sentencia, los separatistas ya no tienen ningún otro hito, ninguna zanahoria o liebre tras la que correr.

La sentencia del Tribunal Supremo que ha juzgado a los cabecillas del procés separatista catalán ha establecido que: a) lo que éstos hicieron fue debido a su ensoñación; b) fue "un señuelo para una movilización que nunca desembocaría en la creación de un Estado soberano"; c) no desplegaron violencia suficiente para tumbar al Estado; y d) pretendían negociar.

Fer volar coloms es una expresión catalana, que significa ilusionarse, prometer muchas cosas, creer posibles objetivos irrealizables, fantasear. Ésa debe ser la ensoñación a la que alude la sentencia del procés. Pero entre ensoñación y ensoñación la arman: armaron el mayor desafío que cabe a un Estado, la rebelión -digo, el golpe de Estado, digo, la sedición- contra la Constitución y la integridad territorial. Sí, para los separatistas y para el Tribunal Supremo, al igual que para el clásico, la vida es sueño. Aunque también es muy reconocido, verdad, que el sueño de la razón produce monstruos.

Con todo, más o menos ensoñados, violentos y negociadores, los golpistas separatistas realizaron su programa máximo (leyes de desconexión, referéndum, independencia, república catalana). Obviamente, lo hicieron sin fuerza legal alguna y sin fuerza física suficiente para imponerse al Estado español. Si la fuerza de los golpistas hubiera sido suficiente y se hubieran impuesto, nada se habría juzgado y mucho se habría aplaudido. Mal que bien, los sediciosos cumplieron todos sus propósitos, aunque no los alcanzaran, naturalmente.

En el imaginario real de los separatistas quedaron, no obstante, dos instrumentos sin realizar en su procés versión 2017: la desobediencia en forma de control del territorio y maidán, y la paralización de la economía catalana. "Parar la economía catalana durante una semana" para tener un "impacto sobre el PIB español" y "desgastar la economía española". En efecto, faltó a los separatistas que la violencia abundara, que se evidenciaran el daño, las llamas, el caos, el terror, los heridos y muertos de los que son capaces. Es decir, faltaba el absoluto imperio de los separatistas, la sumisión de los catalanes normales, y el abrir los telediarios del mundo entero.

Para la sentencia del procés, la violencia no fue suficiente para vencer al Estado español, de modo que no hubo rebelión. Un juez regional alemán había argumentado igual. Luego, sólo hay rebelión si ésta triunfa. Lo que, en un Estado de derecho, dónde los poderes legislativo, ejecutivo y judicial cumplen con su función, no se producirá jamás. Entonces faltó violencia. Ahora ya la tienen. ¿Se abrirá una nueva causa especial contra los vándalos de esta semana? Porqué, como ellos anunciaron amenazadoramente, "lo han vuelto a hacer". La ensoñación se ha convertido, pues, en un juego, un juego de calle mucho mejor que la play. La asonada de esta semana trágica de Barcelona ha sido muy grande, como es muy grande el procés entero. Las consecuencias estarán a la altura de los antecedentes y serán muy grandes. La actual destrucción de Cataluña prefigura una completa y duradera decadencia.

Muchos titulares de periódicos y noticiarios han coincidido: el procés entra en la fase violenta; el procés, una condena para la economía; Cataluña, condenada por los violentos y la inacción del Estado; también, por supuesto, se coincide en títulos literarios como ciutat cremada o arde Barcelona. Se coincide también en la indiferencia, vaya, por mejor decir, en el hartazgo infinito de los catalanes normales, en la impunidad de un millar de bárbaros, y en la entrada en la fase violenta y acaso terrorista del procés. Entre los no separatistas, el diagnóstico es unánime. También sobre la parálisis de la democracia española. Deberá alcanzarse un nivel superior de descomposición. Si los jueces del Supremo tuvieran que juzgar los gravísimos disturbios de los separatistas violentos de Barcelona dirían no han sido suficientes… para hundir a la economía catalana. Otra ensoñación, un fer volar coloms.

Felipe VI se jugó la corona el 3 de octubre de 2017. Seguramente, no atinó que lo que estaba sucediendo era una ensoñación del gobierno de la Generalitat. El Rey se jugó la corona, y ¡a fe mía que se la ganó! La democracia española lleva décadas sin superar el desafío separatista. En consecuencia, el desaguisado y su precio crecen. El terrorismo separatista vasco le duró al Estado de derecho español casi cincuenta años. El ninguneo del independentismo catalán lleva ya dos décadas destruyendo Cataluña. Y no mencionaremos el tabú del sistema autonómico, que seguirá creando agravios, primero supuestos y al fin reales, centrifugando el país con regionalismos nacionalistas, y generando desintegración colectiva y malvivir personal.

El independentismo está derrotado y sin objetivos a pesar de que siga vendiendo el sueño imposible del separatismo

Dice la sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés, los golpistas de 2017 perseguían negociar con el Estado español. Ahora, tras probar de su gran capacidad de violencia, los separatistas reclaman diálogo, relanzan el enfrentamiento institucional de su Parlamento y amagan con otra farsa de referéndum. De hecho, lo que les ocurre es que están derrotados y sin objetivos.

A diferencia del otoño 2017, en este otoño 2019, a pesar de la violencia extrema vivida en Barcelona, los catalanes no sentimos el profundo miedo de aquellos infaustos días. Obviamente, el mensaje del Rey, la aplicación del artículo 155 de la Constitución, la detención del gobierno de la Generalitat y el procesamiento, juicio y sentencia al procés generaron alguna confianza en España. No obstante, los catalanes normales imploramos que se abrevie y termine esta descomposición de Cataluña. Ojalá ayude a este propósito la gran manifestación de mañana domingo 27 de octubre en el Paseo de Gracia de Barcelona.

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