
El anuncio del rey emérito, Juan Carlos I, de abandonar España tras unos meses plagados de problemas para el monarca, cierra una historia real de un hombre que no estaba destinado a reinar cuando nació, un 5 de enero de 1938, en Roma. Su abuelo, Alfonso XIII, había abandonado España siete años antes al proclamarse la Segunda República. Su padre, don Juan, quedó como jefe de la dinastía en 1941.
Don Juan Carlos tuvo una juventud complicada, con una infancia en la que cambió varias veces de residencia entre Italia, Suiza y Portugal, debido al exilio de sus padres, los Condes de Barcelona en 1946.
Dos años más tarde, en 1948, Franco y Juan de Borbón acuerdan la educación de Juan Carlos en España. Dos meses después, el que sería monarca por más de cuarenta años en España, pisa su patria por primera vez. Con tan solo diez años tuvo que vivir alejado de su familia, que permaneció en Portugal continuando con su exilio. La muerte accidental de su hermano menor Alfonso en 1956 también le marcaría para siempre.
El 14 de mayo de 1962 contrajo matrimonio, en Atenas, con la princesa Sofía, primogénita de los reyes de Grecia. Ya en Madrid nacen las infantas Elena (1963) y Cristina (1965) y don Felipe (1968), desde 1977 Príncipe de Asturias, heredero y actual rey.
Tras la muerte de Franco, Juan Carlos es proclamado rey de España el 22 de noviembre de 1975. En un acto solemne equivalente al de la coronación, ceremonia no contemplada como tal, Juan Carlos de Borbón juró ante las Cortes como Rey. Pronunció su primer mensaje a la nación en el que subrayó su deseo de ser "rey de todos los españoles".
En las primeras elecciones democráticas de 15 de junio de 1977 mantuvo a la Corona al margen de los partidos políticos.
El 'juancarlismo'
Juan Carlos tuvo que recuperar la imagen de una monarquía que desapareció de España en 1931 con la marcha de su abuelo Alfonso XIII. Aunque la transición ordenada de la dictadura a la monarquía estaba pactada muchos años atrás, la inmensa mayoría de los españoles no tomaron conciencia de la su vuelta hasta la muerte de Franco. Para muchos era un régimen olvidado, y al Rey le correspondió ganarse el respeto de sus conciudadanos.
Este mal necesario para muchos, acabó siendo figura fundamental de la transición y de la democracia española tal y como la conocemos.
Su intervención en defensa de la Constitución y la democracia fue decisiva para desactivar el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Se ganó el respeto y la admiración, en España como en el extranjero. Fue su legitimación definitiva como garante de la democracia. A partir de ese momento la figura del rey emérito da la vuelta entre una ciudadanía que pasa a admirarlo y quererlo.
El principio del fin
La caída a los infiernos del monarca se comienza a producir con el proceso que implica a su yerno, Iñaki Urdangarín, en el Caso Nóos, un hecho que provoca un cierto cambio de parecer de la población española sobre la monarquía y puso a la Familia Real en el punto de mira de la opinión pública. Nunca cesaron las sospechas de que él había amparado el negocio turbio del marido de su hija; ni siquiera después de tomar la decisión de excluirlos del protocolo de la familia real, por su conducta "no ejemplar", poco antes de ser imputados por corrupción a finales de 2011.
La caída más sonora, literal y simbólica, ocurrió en abril de 2012, al fracturarse la cadera en un viaje privado a Botswana para cazar elefantes. Fue necesaria una disculpa pública sin precedentes, "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir", pronunció el rey al abandonar el hospital ante una sociedad indignada por sus excesos.
En la Pascua militar de 2014 convaleciente de su última cirugía dio un discurso titubeante y confuso ante un grupo de generales que temía verlo desfallecer. En aquel acto y según propia confesión, justo después de su 76 cumpleaños, decidió la abdicar en su hijo Felipe.
En ese momento en los medios de comunicación ya circulaban anécdotas de su "amistad especial" con la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein, 26 años menor y "experta en negocios transnacionales".
Unos meses de 'escándalo'
Con la llegada de la cuarentena por la pandemia en España, Corinna Larsen se presentó como el particular 'coronavirus' del Rey emérito, asegurando que le había pedido en 2014 que le "devolviera" 65 millones de euros regalados.
"Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir"
Ese dinero fue un regalo del monarca, transferido 2 años antes desde una fundación panameña radicada en Suiza, debido a su amistad y procedente, en cualquier caso, de las comisiones millonarias cobradas presuntamente por Juan Carlos I por el AVE español a la Meca en Arabia Saudí.
Esta decisión sucede en medio de un proceso abierto para la investigación de la figura de Juan Carlos I por el presunto cobro de comisiones y la investigación de sus cuentas en Suiza.
Como si de un cuento se tratase, en esta ocasión su historia ha sido circular, el monarca que nació en el exilio termina por exiliarse a si mismo en una nube de críticas tanto hacia él como a la figura de su hijo Felipe VI, al que le ha ahorrado el mal trago de decidir cuál debía de ser el futuro de su padre.
El mejor embajador de nuestro país en sus visitas al extranjero
Junto a la reina Sofía realizó numerosos viajes por los cinco continentes. Consiguieron hacer creíble el nuevo sistema político de nuestro país ante los foros internacionales y, en pocos años, rompieron viejos prejuicios y barreras mostrando España al mundo como una nación libre y sólida. Juan Carlos fue el mejor embajador de nuestro país; un activista de la internacionalización de las empresas españolas.
En 1982 recibió a Juan Pablo II en la primera visita oficial de un papa a España. Su visita a la URSS en 1984 fue la primera de un jefe de Estado español a este país. En 1993 se convirtió en el primer monarca europeo en visitar Israel. Impulsó un nuevo estilo de relaciones iberoamericanas, con su asistencia a todas la Cumbres celebradas desde 1991. Su estancia en Cuba en 1999 para participar en la isla, significó la primera visita de un rey español desde la independencia.
Y por todos recordada es la de Santiago de Chile de 2007, cuando le espeta al venezolano Hugo Chávez el famoso "¿Por qué no te callas?".
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