
Más dolores de cabeza para el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, y la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde. Si bien ambos hablan de que, tras años de guerras a golpe de movimientos en los tipos de interés, la guerra contra la inflación ya ha acabado, los problemas pueden no haberse terminado del todo. Y un buen indicador es el mercado de futuros, más concretamente, el de ganado vivo que se ha disparado más de un 86% en los últimos cinco años pasando de poco más de 102 dólares por libra, a superar ampliamente la barrera de los 230 dólares.
Un incremento, posiblemente, dramático para los bolsillos que no es simplemente el reflejo de una anomalía del mercado agrícola, sino que representa una señal de alerta temprana sobre presiones inflacionistas que podrían materializarse en los próximos trimestres, lo que se traduce en desafíos significativos para las políticas monetarias actuales de algunos grandes bancos centrales.
El sector ganadero estadounidense se encuentra en una crisis de oferta histórica. El inventario de ganado alcanzó su nivel más bajo desde 1951, con solo 86,7 millones de cabezas de ganado y terneros a inicios de año. Esta reducción del hato ganadero, que ha persistido durante seis años consecutivos, está empezando a crear un desequilibrio fundamental entre oferta y demanda que se refleja directamente en los precios de los futuros.
Pero más allá de las reses, la sequía también esta siendo otro de los grandes catalizadores de esta contracción. Los productores llevan años obligados a liquidar ganado prematuramente debido a la escasez de pasto y el encarecimiento de los alimentos, especialmente, tras la pandemia.
Una situación problemática que no apunta a solucionarse en el corto plazo: las proyecciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) confirman una tendencia restrictiva: se espera que la producción de carne bovina caiga un 5% en 2026 hasta poco más de 25.100 millones de libras, marcando el cuarto años consecutivo de menor producción.
Un incremento de la factura del ganado vivo en el mercado de futuros que se traslada directamente a la inflación, a los precios de la calle. La USDA advertía hace unas semanas que los precios de la carne bovina se han disparado casi un 9% en Estados Unidos en lo que va de año, mientras que los precios a nivel de granja proyectan una subida del 21,4% para el conjunto del ejercicio. Cifras que generan expectativas de inflación más elevadas en el sector alimentario que, con el paso de los meses, pueden terminar extendiéndose a otros sectores de la economía.
Y es que con el encarecimiento del bovino no solo sube el precio de la carne de vacuno en el supermercado. Hay que tener en cuenta que una subida de los precios de las reses genera presiones de demanda sobre proteínas alternativas como el pollo, el cerdo y el pescado, transmitiendo estas presiones inflacionistas a otros productos típicos de la cesta de la compra. Los datos británicos muestran que el incremento de 20% en los precios de la carne bovina ha comenzado a impulsar la inflación alimentaria general.
La transición de los bancos centrales
El timing de este incremento en los precios del ganado es particularmente relevante si, más allá, se pone el foco sobre el momento de transición en el que se encuentran los grandes bancos centrales. La Reserva Federal de Estados Unidos está dividida ante el futuro de su política monetaria. Tras mantener el tipo de interés federal entre el 4,25% y 4,5% hace algo menos de una semana, la división de opiniones entre los miembros del Comité de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) sugiere que en las próximas reuniones podrían anunciarse posibles recortes de tasas.
Por su parte, el BCE pausó su ciclo de recortes en julio tras ocho reducciones de tipos consecutivas. La institución reconoce que la inflación está en su objetivo del 2%, pero advierte sobre una "incertidumbre excepcional, especialmente debido a las disputas comerciales". Los precios de las commodities agrícolas como el ganado vivo podrían complicar esta trayectoria desinflacionista.