
Desde que Donald Trump declaró la guerra al resto del mundo con su política arancelaria, la deuda americana ha estado en el punto de mira -también por el miedo a que el recorte de impuestos que defiende la administración Trump amplíe aún más un déficit ya de por sí abultado-. En períodos de alta volatilidad, como el de abril, los inversores no buscaron refugio en esta deuda, como históricamente ha sucedido en momentos de incertidumbre. Se lanzaron a por la alemana. Sin embargo, aunque los inversores han empezado a cuestionarse la fortaleza de Estados Unidos y a diversificar fuera de los activos americanos, lo cierto es que el bono a 10 años se ha comportado mejor que la mayoría de bonos europeos en este primer semestre del año.
La rentabilidad de la deuda pública americana empezó el año en el 4,57%, se llegó a tensar hasta el 4,79% a mediados de enero (máximos del año), y se ha relajado finalmente hasta rozar el 4,25%, lo que supone ganancias de casi el 2% gracias a la subida de su precio. En los últimos días, hay varios factores que han permitido que su rentabilidad se modere: las declaraciones de algunos miembros de la Fed, apuntando a más bajadas de tipos este año; nuevas presiones por parte de Trump para que Powell baje tipos o abandone la presidencia de la Fed; y también los menores precios del petróleo (el del Brent bajó un 13% en la semana), lo que implica menores presiones inflacionistas en el corto plazo. Aunque el que ha estado realmente señalado ha sido el bono americano a 30 años, cuya rentabilidad llegó a superar el 5%, a finales de mayo. Desde entonces se ha relajado, hasta el 4,81%, pero este interés es superior al que tenía a principios de año, cuando se situaba en el 4,78%.
Si se tiene en cuenta toda la deuda pública americana, y no sólo los bonos a 10 años, la rentabilidad que deja este activo en el semestre ha sido del 3,45%, según los índices de Bloomberg y Barclays. El problema es que el inversor europeo no se puede beneficiar de estas ganancias debido a la debilidad del dólar, que lleva ya una caída del 11,6% contra el euro, de manera que el tipo de cambio se come la rentabilidad obtenida.
En el caso de la deuda pública europea, por contra, el interés del bono alemán, español, portugués y francés ha subido en el primer semestre -el del italiano sí que se ha reducido ligeramente, unos 6 puntos básicos, hasta el 3,45%-. De este modo, la rentabilidad que exigen los inversores a los bonos españoles a una década se ha incrementado del 3,05% al 3,2%, lo que supone una pérdida del 1,3%. Aunque las pérdidas más abultadas las experimenta el bono alemán, que ha pasado del 2,37% al 2,57% en estos meses, lo que implica que su precio ha bajado un 1,76% (ver gráfico). En su conjunto, la deuda pública europea tan sólo ha subido un 0,32%, frente al 3,45% que ha ganado la americana.

A futuro, no obstante, la renta fija europea también podría beneficiarse, como la bolsa, de la reasignación de activos que se está produciendo a escala global desde principios de año. "Dada la magnitud de la demanda global de activos estadounidenses, no creemos que exista un único mercado capaz de absorber siquiera una modesta reasignación fuera de EE.UU. Para ilustrar este punto, basta considerar que los activos de grado de inversión BBB en EE.UU. son casi el doble del tamaño de todo el mercado de deuda soberana de Alemania. Dicho esto, sí vemos varios beneficiarios clave en todo el mundo, incluyendo a Europa y algunas regiones de Asia: la primera ofrece estabilidad y liquidez, y la segunda, mayores rentabilidades y crecimiento", explican en Blackrock.
En términos generales podría decirse que ha sido un buen semestre para la renta fija. Una cartera que incluye deuda global ha generado una rentabilidad del 7% hasta ahora, superando incluso la rentabilidad de la bolsa mundial en algunos momentos. De cara a esta semana, "las claves están en el foro de banqueros centrales en Sintra y en el plan fiscal de Trump, que podría recibir el aprobado del senado, propiciando repuntes de TIR, sobre todo en EE.UU. y en plazos largos (más de 5 años). La macro será muy continuista, con IPC de la eurozona probablemente estable", señala el equipo de análisis de Bankinter.