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Trump valora imponer la madre de todos los aranceles: una polémica tasa a la compra de dólares

  • El presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca defiende esta medida
  • Con un dólar débil pretenden reducir el déficit comercial... y también el fiscal
  • La  política de debilitar al dólar rompe con la ortodoxia económica y tiene muchos detractores
El gobierno estadounidense baraja debilitar al dólar para pelear contra el déficit. Foto: Canva.
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Aunque todas las miradas están puestas en los aranceles que Donald Trump quiere imponer al comercio internacional, que amenazan con sacudir la economía de medio planeta, hay un arancel que puede ser aún más importante que todos ellos. Uno de los principales asesores del presidente de EEUU ha diseñado un plan para debilitar el dólar que pasa por imponer un arancel a la compra de bonos del Tesoro de EEUU. Un 'arancel al dinero' que pondría el sistema financiero internacional patas arriba.

La clave la tiene Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca. Una de sus obsesiones es debilitar al dólar para conseguir que la industria estadounidense sea más competitiva. Y cree que la supremacía del dólar en el sistema financiero es el gran enemigo de este objetivo. Después de que hayan aparecido rumores que apuntan a un intento de pactar una devaluación del dólar con socios comerciales, de forma similar al acuerdo Plaza de 1985, Miran ahora plantea un movimiento muy poco ortodoxo, y con muchos detractores, que encaja con la política arancelaria que está defendiendo el nuevo presidente. Igual que Estados Unidos bautizó su mayor arma no nuclear como "la madre de todas las bombas", la idea de Miran es crear "la madre de todos los aranceles", que puede dar un vuelvo al sistema financiero mundial: poner impuestos a la compra de dólares por parte de países extranjeros.

La teoría en la que se basa Miran es que los países extranjeros compran y acumulan dólares a propósito para debilitar sus monedas, para que el tipo de cambio con el dólar sea más favorable y así favorecer a su industria exportadora. EEUU, con un tipo de cambio caro, no puede competir, y su industria se marchita, dejando sin trabajos manufactureros a un porcentaje de la población.

La propuesta de Miran pretende defender los intereses de los ciudadanos estadounidenses que han visto cómo la producción de EEUU se marcha a otros países, mientras quienes se beneficiaban de ello eran los ciudadanos más ricos, con capacidad de sacar partido a la entrada de dinero chino en la parte de la economía americana más financiera. "La sobrevaloración del dólar ha pesado mucho en el sector manufacturero, mientras ha beneficiado a los sectores más financieros de la economía, beneficiando a los americanos adinerados", explica Miran en un documento publicado en noviembre de 2024, en el que explica su proyecto para reestructurar el sistema de comercio global.

Un plan para intentar reducir el déficit fiscal

La nueva administración estadounidense parece estar valorando la idea de romper con la ortodoxia económica en este frente, para así intentar solucionar el problema del déficit fiscal del país. A su juicio, el déficit fiscal ocurre en buena parte como consecuencia de una balanza comercial negativa con la mayoría de países, y que, si todos los dólares estadounidenses que acaban en manos extranjeras se quedasen en EEUU y contribuyesen al crecimiento del país, en lugar de quedarse en las arcas de cualquier inversor de China, el gobierno americano no tendría que incurrir en déficits fiscales tan elevados para estimular la economía. Serían estos propios dólares y también la inversión extranjera en capacidades productivas del país, las que taparían ese agujero.

"Cuando nuestras fábricas desaparecen y los empleos que se crean se van al extranjero, los trabajadores estadounidenses se enfrentan no sólo a la inseguridad financiera, sino también a una profunda pérdida de identidad personal y colectiva", declaró JD Vance, vicepresidente de Estados Unidos, en la última conferencia de American Dynamism, el pasado 21 de marzo. Si bien Vance no entra a valorar la cuestión del arancel, todo su discurso giró en torno a una idea: el proceso de desindustrialización en Estados Unidos, donde, a su juicio, se ha preferido buscar mano de obra barata en lugar de fabricar en el país, e innovar como se hizo con la revolución de la cadena de montaje.

Para solucionar esta situación, una respuesta política que se está planteando sería poner un 'arancel al dinero': el Gobierno cobraría una comisión por los bonos del Tesoro en manos de bancos centrales extranjeros, desincentivando esa acumulación.

Para JD Vance, la teoría de Miran que busca desincentivar la compra de dólares para debilitar la divisa americana no es sólo económica, ya que, a su juicio, está intrínsecamente relacionada con un aumento de la capacidad industrial de EEUU, y pretende tratar de revertir la pérdida de "un propósito", el "sentimiento de utilidad" que pueden encontrar los ciudadanos en su empleo, y que, a su juicio, se ha deteriorado durante los últimos 40 años.

La teoría de Miran, y el enfoque que la administración Trump está adoptando, según las declaraciones de Vance, se basa en la idea de que la globalización ha fracasado, al menos para EEUU, tanto en el frente económico, por el aumento del déficit del país derivado de la salida de dinero a países extranjeros y un deterioro de la innovación, como en el social, para mantener al país como "una nación de constructores", como señaló Vance en su discurso. "Fabricamos cosas. Creamos cosas", insiste el vicepresidente.

El discurso de Vance se ve respaldado por el think tank de referencia del vicepresidente, American Compass, que ha defendido la aplicación de aranceles globales a la entrada de capital en Estados Unidos para poner fin al problema del déficit comercial e impulsar el crecimiento industrial de Estados Unidos.

El proyecto de crear un arancel al dinero tiene un objetivo claro: China. El pasado 21 de febrero, la Casa Blanca publicó una orden ejecutiva llamada "Política de Inversión América Primero" que plantea una revisión para suspender, o terminar, un acuerdo que se aprobó en 1984 que eliminaba un arancel del 30% al dinero chino que entraba en EEUU. De confirmarse, supondría reactivar este impuesto al capital chino, pero quedaría en el aire la implantación de un arancel a las compras de dólares por parte de otros países.

Ruptura con la ortodoxia económica

La ruptura con la ortodoxia económica que plantea la teoría de Miran no está exenta de críticas. La idea de que un dólar débil será el bálsamo de fierabrás contra todos los problemas de déficit de EEUU, tanto el comercial, como el fiscal, es muy discutida por los académicos. De hecho, para muchos, la posición dominante que ha tenido el país más rico del mundo en los últimos años se basa en lo contrario: un dólar fuerte, como divisa de reserva mundial, que ha permitido al país mantener una posición de alto déficit fiscal, sin que se generen presiones inflacionistas.

Un arancel, en sí mismo, es una herramienta que puede generar inflación, y así lo han avisado muchos analistas en los últimos meses tras confirmar la administración estadounidense que aplicaría las nuevas tasas a distintos países del mundo. Miran es consciente: "Muchos argumentan que los aranceles son altamente inflacionistas y que pueden generar volatilidad económica y en el mercado", reconoce, pero defiende que "ese no tiene que ser el caso", y pone de ejemplo "los aranceles de 2018-2019 generaron consecuencias macroeconómicas difícilmente discernibles. El dólar subió casi en la misma proporción que los aranceles, anulando buena parte del impacto macroeconómico", señala.

En general, se asume que una política para mantener el dólar fuerte es la estrategia más adecuada para la economía del país en el largo plazo, aunque haya algunos expertos y responsables económicos de EEUU que han destacado el impacto positivo que puede tener un dólar débil en momentos puntuales, de cara al corto plazo. Janet Yellen, expresidenta de la Reserva Federal y exsecretaria del Tesoro estadounidense, es uno de los ejemplos de la defensa de una divisa fuerte: "Estados Unidos no busca una divisa débil para ganar ventaja competitiva, y nos debemos oponer a los intentos de hacer esto por parte de otros países", explicó la secretaria del Tesoro en 2021.

Este tipo de declaraciones ha sido un mantra repetido por los distintos secretarios del Tesoro estadounidense en las últimas décadas. Robert Rubin aseguró en 1995 que mantener un dólar fuerte estaba entre los intereses de Estados Unidos, una postura que mantuvieron sus sucesores, hasta que Steven Mnuchin lo matizó, al destacar que no era algo que fuese necesariamente positivo "en el corto plazo", aunque sí reconocía que lo era en el largo plazo. En el largo plazo, el consenso es claro: el dólar fuerte es muy positivo para Estados Unidos, y la intención de las distintas administraciones en los últimos años ha sido mantener al dólar como la principal divisa de reserva mundial en el planeta, un estatus que todavía mantiene, pero que, con el paso de los años, se está deteriorando. Si a principios del año 2000 el dólar era más del 70% de las reservas de divisas extranjeras que se acumulaban en todo el mundo, su peso ha caído hasta el 57% al cierre del año pasado.

Daniel Lacalle, economista jefe de Tressis, defiende la política de un dólar fuerte, y asegura que un plan de debilitar el dólar, como el que se está barajando en los últimos días, no está en los planes de la nueva administración. "El objetivo de la administración es el contrario: fortalecer la posición del dólar como moneda de reserva del mundo. En EEUU se han ganado las elecciones por la inflación y, ¿van a crear aún más inflación a los norteamericanos devaluando el dólar? Está demostrado que devaluar el dólar no reduce el déficit, porque los gastos suben en términos nominales", explica el experto en su última entrevista en elEconomista.es.

El propio Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, ha negado la mayor este año cuando se le ha planteado la posibilidad de cambiar la estrategia sobre el dólar y buscar un debilitamiento de la divisa. "La política de un dólar fuerte se mantiene totalmente intacta con el presidente Trump. Queremos que el dólar sea fuerte; lo que no queremos es que otros países debiliten sus divisas para manipular su comercio", destacó Bessent.

Al fin y al cabo, lo que Miran propone con su plan es una ruptura de la ortodoxia económica que han seguido los máximos responsables del Tesoro estadounidense en las últimas décadas, y hay ejemplos de que, salirse del camino trazado suele entrañar grandes riesgos. El último de ellos es el que se ha producido en Turquía en la última década.

La insistencia del presidente Recep Tayyip Erdogan por mantener la lira barata, bajando los tipos de interés pese al aumento disparado de la inflación, empeoró una crisis económica de la que aún no ha salido el país. Debilitar la moneda tuvo como efecto secundario ahuyentar a los inversores, provocando un hundimiento de las inversiones extranjeras en Turquía. La insistencia en mantener la divisa barata provocó una escasez de dólares y una crisis inflacionaria histórica que han desestabilizado su economía, frenado el crecimiento y aumentado la deuda pública.

Es cierto que EEUU no es Turquía, y que la demanda internacional del dólar sigue siendo muy fuerte. Pero con una deuda pública que supera el 120% del PIB, un déficit que ronda el 6% anual y unos planes fiscales del nuevo Gobierno que implican bajar aún más los impuestos y pagar la diferencia con todavía más deuda pública, el riesgo que correría EEUU lanzándose a una política de dólar débil es muy alto.

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