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El déficit exterior de EEUU con los países que amenaza suma 700.000 millones

  • El desequilibrio se sitúa en 270.000 millones solo en el caso del gigante asiático
El presidente de EEUU, Donald Trump | EP

"Atroces" es el calificativo que con más frecuencia utiliza el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para referirse a los déficit comerciales que acumula con las áreas económicas a las que el inquilino de la Casa Blanca empieza a castigar con aranceles –aunque esté dispuesto también a aceptar treguas, como el mes de margen concedido a México–. Y lo cierto es que las cifras le dan la razón. La suma del desequilibrio anual entre exportaciones e importaciones entre EEUU, por un lado, y China, la Unión Europea, México y Canadá, por otro, equivale actualmente a cerca de 700.000 millones de dólares (678.000 millones de euros), unas cifras que se aproximan a la mitad del volumen total de una economía como la española.

El desglose de los números por países no siempre resulta claro, ya que el propio Trump utiliza unos cómputos u otros, dependiendo del foro ante el que hable y la intensidad con la que quiera revestir su discurso. Es más, el jefe de Estado ha llegado a decir esta semana que solo el déficit exterior EEUU-UE, favorable a esta última, asciende a "más de 300.000 millones".

Sin embargo, los registros más fiables, y homogeneizados –hasta principios del año pasado–, sitúan esa variable en prácticamente 200.000 millones, lo que supone que el mayor desequilibrio comercial que arrastra Estados Unidos todavía tiene como principal beneficiario a China, con un total de 270.000 millones el año pasado.

La dependencia estadounidense con respecto a las importaciones procedentes del gigante asiático se calibra todavía mejor acudiendo a los datos desglosados por rúbricas de producto. No en casi el 40% de los equipos informáticos que traspasan las fronteras estadounidenses han sido ensamblados en fábricas chinas, eso sí, utilizando en muchos casos, componentes de multinacionales americanas. En el caso de los teléfonos móviles, el porcentaje se aproxima al 50%.

A ello, debería añadirse también el casi completo dominio, a escala global, que Pekín ejerce en la exportación de materias primas básicas sin elaborar para la defensa y la tecnología, como el galio, el germanio y el antimonio.

Después de China y del conjunto de la UE, Estados Unidos acumula el mayor déficit comercial en relación a México. No puede así extrañar que Donald Trump se mostrara especialmente impaciente por castigar a su vecino del sur, con una batería de aranceles autorizada por Washington ya el pasado fin de semana, y de notable cuantía (25%).

El déficit acumulado con México, siempre favorable a este último, supera los 150.000 millones anuales y permite al país ahora presidido por Claudia Sheinbaum ostentar una posición de clara hegemonía en rubricas como las exportaciones dirigidas a EEUU de vehículos de transporte, de componentes automotrices en el sentido más amplio o de pantallas para dispositivos electrónicos.

En este caso, debe también dejarse claro que, aun cuando esos productos hayan sido fabricados en suelo mexicano, sobre todo en el caso de los automóviles, sus productores son grandes empresas estadounidenses que hace años se deslocalizaron para abaratar sus costes. En concreto, General Motors fabricó al sur de Texas más de 350.000 vehículos en el primer semestre de este año, destinados prácticamente en su totalidad a venderse en Estados Unidos.

Enemigo del Nafta

En el caso de la otra gran economía norteamericana, Canadá, sujeta ya también a aranceles, su desequilibrio comercial es también significativo, más de 75.000 millones de dólares, aunque notablemente menor que el mexicano. No obstante, Trump no duda en aplicarle el mismo castigo, dado que su vecino del norte es un claro beneficiario del ya longevo Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (Nafta, por sus siglas en inglés) que representa el tipo de acuerdos comerciales con los que el magnate está más en desacuerdo.

No en vano lo que Washington pretende ahora fomentar son los acuerdos de carácter bilateral, llevados a término siempre bajo la posición dominante del Gobierno de EEUU. Canadá además constituye el origen de casi el 60% del petróleo que Estados Unidos compra en el exterior –el porcentaje procedente de México es también llamativo: 12%.

Más allá de países asiáticos, como Japón y Vietnam (en cuyo suelo operan casi todas las multinacionales americanas, desde Intel o Apple hasta Nike), debe también tenerse en cuenta la contribución de economías europeas como la alemana al desequilibrio exterior de EEUU.

El peso de Alemania

La locomotora europea supera a Canadá desde este punto de vista con un superávit comercial a su favor, en detrimento de Estados Unidos, cercano a los 90 millones de dólares. La presencia de fabricantes de vehículos teutones en México es también muy reseñable, dado que Volkswagen exportó desde allí hacia Estados Unidos más de 100.000 unidades, entre enero y junio pasados. En idéntico periodo, las cifras correspondientes a Audi se acercaron a los 40.000 vehículos.

Unos números rojos de esta magnitud convierte a EEUU en un país muy dependiente de las economías con las que mantiene una balanza comercial, y por cuenta corriente tan desequilibrada. De momento, China es el país que más partido sabe sacar de esta posición de poder.

Aun cuando el Ejecutivo del presidente Xi Jinping se muestra dispuesto a negociar, al igual que sus homólogos canadiense y mexicano, China impuso, a finales del mes pasado, las restricciones hasta el momento más rigurosas para la exportación de materias primas estratégicas para el desarrollo de semiconductores, al tiempo que también busca poner en apuros al Pentágono, restringiendo la venta de materiales para armas de última generación.

En concreto, los límites afectan al galio, el antimonio o el germanio y también a los que se denominan metales superduros. El grafito tampoco se libra de ver sus ventas al exterior restringidas.

Las restricciones se vehiculan a través de diferentes protocolos, el más usado de los cuales consiste en someter a los exportadores a exhaustivos interrogatorios sobre cuál será el uso al que, en Occidente, se destinarán los materiales que han adquirido. Queda al arbitrio de las autoridades del gigante asiático, determinar las respuestas obtenidas son satisfactorias.

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