
Como cada final de año, los inversores miran atrás para hacer balance y ver dónde se ha movido de verdad el dinero. Algunas inversiones han dado retornos extraordinarios de forma inesperada, y los que apostaron por ellos pueden celebrarlo por todo lo alto con champán. Otras, por contra, han sido un fracaso mayor de lo que se esperaba. Y, como siempre, hay dos o tres sorpresas que salieron de la nada para dar beneficios disparatados.
Los ganadores: el bitcoin, los ETFs, China y Japón
Si hay una inversión qua ha triunfado en los últimos meses, esa ha sido el bitcoin y las criptomonedas en general. El giro de Donald Trump de crítico a fan de estos activos ha sacudido el mercado. Y los movimientos se han sucedido: la entrada triunfal de Elon Musk en el círculo más cercano al presidente electo, el nombramiento de un defensor del bitcoin para liderar la Comisión de Mercados y Valores y los proyectos para crear una reserva estratégica de bitcoins. El resultado ha sido que el precio de este activo se ha disparado hasta los 100.000 dólares, mientras que la efervescencia del sector ha empujado al alza a casi todas las otras pequeñas criptos. Y no solo ahí ha acabado el 'rally': empresas como MicroStrategy, cuyo modelo de negocio se basa casi por completo en comprar bitcoins, también han crecido como la espuma.
Pero en un año de alzas en los grandes valores del mercado, los ETFs también han despuntado. La gran ventaja de estos activos es que permiten multiplicar las inversiones en los activos que más triunfan, gracias al apalancamiento: ¿por qué comprar acciones de Nvidia cuando puedes comprar un fondo que duplica los movimientos de la firma de chips? Los ETFs que invierten en acciones de una sola firma han recaudado 6.500 millones de dólares este año, y el fondo que apuesta por Nvidia ha tenido beneficios del 350% en 2024. Y ya no digamos los ETF del bitcoin: se han disparado hacia la Luna. En los años en los que el mercado vaya mal, las lágrimas serían mucho mayores. Pero en un año en el que los tres grandes índices de Wall Street no han parado de batir récords, los beneficios de esta estrategia han sido pantagruélicos.
Las inversiones asiáticas también han resultado agraciadas, a pesar de los miedos que acecharon a Japón y China a lo largo del año. El caso de Japón es paradigmático: el famoso 'lunes negro' de agosto, en el que las bolsas asiáticas se desplomaron, arrastrando a Europa y a Wall Street, se produjo por un movimiento del Banco de Japón que podía afectar al 'carry trade'. Esta inversión consiste en pedir prestado dinero en una divisa barata -el yen, en este caso- para luego invertir en dólares. Aquel hundimiento se produjo porque a los inversores les invadió el miedo de que el yen se revalorizara, llevando a pérdidas a todos los que habían pedido préstamos baratos de esta moneda. Y, sin embargo... aquello no ocurrió, el mercado se recompuso en cuestión de semanas, y los que mantuvieron el pie en el acelerador durante aquellas curvas, como AT Global Markets y Pepperstone, van a terminar el año con beneficios.
Un éxito similar lo han vivido los inversores en China. Después de varios años de decepciones económicas, por el cierre total durante más de dos años para evitar el covid y una reapertura mucho más caótica de lo esperado en una dictadura, el gigante se ha reactivado este año. No lo suficiente para calmar las dudas sobre su futuro a medio plazo, ya que sigue teniendo un problema de consumo interno, un perfil demográfico preocupante y mucha deuda tóxica inmobiliaria. Pero sí que ha bastado para impulsar a los bonos: los ETFs que siguen la deuda china a 30 años han ganado un 21% en el año. Y las acciones han rebotado un 14% tras tres años de caídas.
Los perdedores: los bonos de EEUU, las fusiones y los inversores minoristas
Si los bonos chinos han despuntado con claridad, los estadounidenses se han llevado la otra cara. Al principio de año, la expectativa era que EEUU rozara la recesión, si no que cayera directamente en una, y la Reserva Federal tuviera que responder con numerosas bajadas de tipos, probablemente siete, seguida de más el próximo año. En realidad, solo ha habido cuatro, y la Fed parece estar dispuesta a cerrar el ciclo de recortes después de apenas uno o dos más el año que viene. Una decepción que ha impulsado la rentabilidad de los bonos a 10 años en 68 puntos básicos, hundiendo su precio. Como resultado, los bonos del Tesoro de EEUU han vuelto a ir por detrás del dinero por cuatro año consecutivo: ganancias del 0,7% frente a una revalorización del 5,1% del dólar. Mejor haber tenido billetes en los bolsillos que haber comprado bonos.
Una decepción similar han vivido los que apostaban por las fusiones en EEUU para obtener beneficios. Los fondos de cobertura que se dedican a comprar acciones de firmas sobre las que sobrevuela una adquisición o fusión esperando a llevarse las primas de compra cuando se cierre el acuerdo apenas han ganado de media un 3%. El Gobierno de EEUU no ha ayudado lo más mínimo a que algunas de esas operaciones salieran adelante, denunciándolas por prácticas anticompetitivas y parando o diluyendo varias de ellas. Quién sabe qué actitud tendrá la segunda Administración Trump, pero la de Biden no les ha dejado un buen sabor de boca.
Los otros grandes perdedores han sido los inversores minoristas. Normalmente los pequeños ahorradores en bolsa suelen tener beneficios algo menores al resultado de los indicadores, porque compran y venden de forma más ineficiente. Pero lo de este año ha sido peor de lo normal: de ganar un par de puntos menos en 2023, los pequeños ahorradores han ganado menos de la mitad de lo que han subido los índices. Las causas han sido varias: el pánico de agosto les hizo vender acciones de grandes firmas como Nvidia o Tesla justo antes de que vivieran sus mayores alzas, y las caídas de las últimas semanas han pillado con el pie cambiado a muchos que compraron tras ver el inicio del 'rally Trump'.
De todas formas, no son solo los pequeños 'amateurs' los que han dejado dinero en la mesa. Un 77% de los grandes fondos que se dedican a comprar y vender acciones en el 'momento adecuado' han fracasado en su cometido, registrando alzas inferiores a las de los indicadores. Los fondos indizados han ganado de nuevo.
Las sorpresas: Argentina, los 'rescates' de la IA... y un bono del Santander
Y entre los grandes ganadores del año, hubo tres que muy poca gente se veía venir y que acabaron por sorprender a propios y extraños. Argentina quizá fuera del que más se podía sospechar, aunque no al nivel que ha ocurrido. Javier Milei ha sacado la motosierra que prometió, derogando decenas de leyes, reformando un sistema económico lleno de trabas y proteccionismo, e impulsando a un peso moribundo. Un recorte brutal del presupuesto y una congelación de pensiones han permitido cuadrar las cuentas, eliminar el déficit y disparar la credibilidad de su deuda. Y los mercados lo han celebrado con subidas del 104% en sus bonos. Aun así, 2025 se presenta lleno de dudas, con pagos mucho mayores al FMI y unas elecciones legislativas donde el peronismo intentará recuperar el control del Congreso. Si Milei sobrevive a esos dos retos, quién sabe.
Otro de los sectores que ha sorprendido es muy específico. El dicho apunta a que, cuando hay una fiebre del oro, los verdaderos ganadores son los vendedores de picos y palas. En el mercado de la IA, la gran beneficiaria ha sido Nvidia, la que vende los chips para esos sistemas. Pero también ha habido otras firmas que han salido de los infiernos para suministrar a gigantes como Amazon o Microsoft. Talen Energy, un operador nuclear, estaba en la quiebra hasta que Amazon decidió invertir en sus centrales para que le suministre energía limpia para sus sistemas de IA. El dueño de Three Mile Island, la planta conocida por el mayor desastre nuclear de la historia de EEUU, volverá a ponerse en marcha tras cinco años cerrada, de la mano del gigante que fundó Bill Gates. Y Lumen, una teleco al borde de la bancarrota, ha resucitado con acuerdos de miles de millones de dólares para vender fibra óptica a Microsoft y otras firmas de la IA.
Pero quizá la sorpresa más inesperada del año está en unas participaciones preferentes del Santander. O, mejor dicho, unas del Banco Pastor, emitidas en 2009, en medio de la crisis financiera, cuando numerosas entidades estaban emitiendo estos polémicos instrumentos para tapar los crecientes agujeros que aparecían en sus balances. La centenaria entidad gallega acabó en manos del Popular, y el Popular fue absorbido por el Santander tras su quiebra. Aquellas preferentes fueron dadas por muertas tras las dos absorciones, y cotizaban a apenas un 3% de su valor. Pero oficialmente aquel bono seguía existiendo, y este año, el Santander decidió pagar a los que aún guardaban esas preferentes para deshacerse de ellas y 'limpiar' su balance. Los agraciados recuperaron todo su dinero, y los que compraron el bono a 3 céntimos por euro se llevaron un 2.900% de beneficio. Uno de los pocos 'finales felices' de las preferentes.