Javier Milei llegó al poder prometiendo medidas radicales y casi excéntricas: volar por los aires al Banco Central (BCRA) y dolarizar el país. Pero lo que ha demostrado hasta ahora es que su objetivo prioritario es acabar con la inflación a toda costa y que está dispuesto a aplicar las medidas más ortodoxas para ello. Este lunes ha prometido al FMI poner en marcha una medida para conseguir que Argentina vuelva a ser un país con una moneda creíble y con valor: el BCRA mantendrá el tipo de interés real en positivo -es decir, mayor que el IPC- para que, como en Europa o EEUU, restrinja el consumo y ayuden a reducir la inflación. Un paso más en el plan 'accidental' de Milei para recuperar la solidez de su moneda, devolver el poder al instituto emisor y 'pesificar' Argentina.
Simon Kuznets, premio Nobel de Economía, dijo en 1971 que "Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón y Argentina". Y desde el estallido de la pandemia de covid, en 2020, el BCRA ha demostrado la excentricidad del país. Desde entonces, los tipos de interés en Argentina han estado sistemáticamente por detrás de los niveles de inflación, en algunos casos con diferencias de más de 40 puntos, incluso cuando la Reserva Federal y el BCE habían empezado a subir los tipos con fuerza en sus respectivos países. El resultado era el de incentivar el consumo y desincentivar el ahorro: la combinación perfecta que los manuales de Economía recomiendan para acelerar la subida de precios. Los tipos tan bajos animaban a los bancos a dar préstamos, ya que si dejaban el dinero depositado en el Banco Central lo acabarían perdiendo, y a los ciudadanos a pedirlos, porque el valor del dinero que tendrían que devolver en unos meses sería menor que el que pedían prestado en ese momento. El resultado es que el aumento de préstamos baratos disparaba la demanda de bienes y, como consecuencia, los precios.
En un país normal, el banco central subiría los tipos por encima de la inflación, como ocurre actualmente en la gran mayoría de países occidentales, para desincentivar el consumo y animar al ahorro, frenando el círculo vicioso en el que familias y empresas se ven obligadas a gastar hasta el último céntimo lo antes posible para que no se 'queme' en sus bolsillos. Y eso es lo que Argentina va a hacer a partir de ahora.
Desde 2018, Argentina debe unos 44.000 millones de dólares al FMI. En 2022 refinanciaron la deuda, con el compromiso de que Buenos Aires tomaría medidas para controlar su déficit fiscal, reducir su deuda y frenar la inflación. Y en la última revisión del acuerdo, firmada este lunes, Milei se compromete a "apoyar la demanda de activos en pesos", dejar de intervenir en los mercados de divisas "salvo para corregir eventos desordenados", es decir, posibles crisis cambiarias; y normalizar su caótica política monetaria. El tipo de cambio crecerá a un nivel más realista que el actual, y en el futuro próximo, el valor del peso acabará en manos del mercado.
Este paso tendrá dos consecuencias. La primera será el efecto esperado de subir tipos: empeorar la fuerte recesión que sufre el país. Los cálculos del Fondo son que la economía argentina caiga un 3,5% este año, frente al 2,7% que esperaba que perdiera antes, por lo que pide "medidas para proteger a los pobres e impulsar el crecimiento inclusivo".
Pero la segunda consecuencia será avanzar en el proyecto que Milei nunca prometió y que está consiguiendo casi por accidente: recuperar la credibilidad del peso. La combinación de durísimos recortes de gasto, subida de los impuestos y normalización de la política monetaria han hecho que el tipo de cambio de la moneda en el mercado negro, el que se toma como referencia en la práctica, se mantenga en los mismos niveles que en enero. Y, dado que la inflación acumulada en estos meses es del 72%, el resultado es que el peso se ha revalorizado en lo que va de año, algo que solo recordaban los más viejos del lugar.
Si los tipos de interés vuelven a ser positivos y el peso recupera otra parte de su atractivo, es posible que la principal herencia del presidente libertario no sea dolarizar la economía ni crear una "libre competencia de monedas", como prometió, sino dejar a Argentina con una moneda propia que no sea "un excremento" que "usan los políticos para robar a los argentinos", tal y como describió él mismo al peso.