Para la banca sopla desde hace tiempo viento a favor después de años sufriéndolo en contra. Quienes salen a correr dicen que un viento de 30 kilómetros/hora en contra eleva el coste de energía en un 20%. Pues algo parecido es lo que le ha pasado a la banca en la última década.
El sector financiero vive estrangulado con márgenes bajos por prestar dinero. El último alza de tipos fue el de Jean-Claude Trichet, en 2011, cuando llevó a cabo una doble subida de tipos que terminó siendo precipitada, ya que su predecesor, Mario Draghi, tuvo que recortar pocos meses después el precio del dinero por la llegada de la crisis de deuda en la zona euro.
El mercado ha asumido desde hace meses que el sector no necesita más provisiones, que la morosidad está controlada, que incluso se apuntan sendas de recuperación como que el saldo del crédito hipotecario haya vuelto a crecer una década después. Pero el verdadero viento a favor se ha intensificado esta semana.
El martes, nuestro compañero Víctor Blanco Moro adelantaba que los futuros contemplaban ya la primera subida de tipos del BCE para diciembre de este año. ¡Parecía precipitado! Pero como lo que es coyuntura, de no hacer nada, rápido se convierte en estructura, el jueves Lagarde abría la puerta a una subida de tipos por la preocupación por la inflación. Inmediatamente, la expectativa de subida se disparó hasta las dos subidas, 42 puntos básicos, casi dos cuartillos de punto.
La banca tiene por delante recorrido en bolsa para recuperar parte del valor contable que el mercado le niega. La fotografía que recoge la bolsa es que en la mayor parte de entidades, si se liquida el negocio, el valor residual que quedaría es inferior al de vender todo por partes. En algunos casos menos de la mitad.
He preguntado a muchos responsables de banca en los últimos años su confianza en que las acciones financieras coticen por encima de su valor contable. Pocos han reconocido que se pueda superar, en todo caso empatar. El cambio de modelo siempre es el trasfondo para desconfiar.
Sin embargo, según pasan los años, los bancos siguen siendo los mismos con la digitalización. Algo parecido a lo que ocurre con Amazon y El Corte Inglés. El verdadero problema por el que la banca ha dejado de ser normal nos lo explica el presidente de Efpa, Santiago Satrústegui, que como veterano de muchas batallas recuerda que hemos olvidado que hubo un tiempo en el que pasaban cosas normales, además de pagar por el dinero prestado y que hubiese inflación.
"Cuando yo empecé a trabajar -recuerda Satrústegui- existía el mercado interbancario, los bancos se prestaban entre ellos, y se analizaba el riesgo de cada uno, con diferenciales distintos. Ese interbancario ha desaparecido y nadie se ha preocupado de entender qué significa que no exista. Pero es un claro síntoma de que la confianza no ha vuelto".
*Joaquín Gómez es el director adjunto de 'elEconomista'.