
Una de las máximas que defiende elEconomista es que se debe auditar lo que recomienda hacer. Fruto de esa filosofía, lo que en 2012 era una mera herramienta compuesta por 30 compañías internacionales elegidas por este diario con datos de FactSet, que tenía por objetivo batir a la bolsa europea y americana, se convirtió en un índice bursátil el 1 de enero de 2013, pasando a estar calculado por Stoxx. Se trata, además, del segundo que promueve este diario, ya que, antes incluso que el Eco30, creó el Eco10, que se centra en el mercado español. El resultado de esa auditoría es una rentabilidad del 100% en sus algo más de ocho años de vida.
Aunque no está al alcance de todo el mundo comprar las treinta compañías que forman parte de este indicador, que se revisa dos veces al año, una en junio y otra en diciembre, quien lo hubiera replicado desde su nacimiento hasta ahora habría conseguido una rentabilidad anualizada del 8,8% -en su caso, eso sí, tendría que descontar las comisiones-. Es más de lo que ha ofrecido la bolsa europea en el mismo periodo. El Stoxx 600 se revaloriza un 57,6% desde 2013 o, lo que es lo mismo, ofrece una rentabilidad anualizada del 6,61%. Pero las ganancias del Eco30 son menores de lo que se ha ganado solo con la bolsa americana, que lleva años desatada al alza y renovando máximo tras máximo. En el caso del S&P 500, acumula una rentabilidad del 194% (hablamos de un 13,8% al año).
El índice Eco30 Stoxx acumula una rentabilidad de más del 15% en lo que va de año. En realidad, en toda su historia, solo ha cerrado dos años en negativo, y en ambos se vivieron crisis drásticas de mercado. Las primeras pérdidas del indicador llegaron en 2018, a pesar de que a principios de ese mismo año conseguía, por primera vez, el hito que revalida ahora, de sumar una rentabilidad del 100%, aupado por la fortaleza del dólar -cabe recordar que una parte de la cartera se invierte en cotizadas estadounidenses-. Pero todo cambió en el último trimestre de aquel año, cuando el mercado empezó a telegrafiar la crónica de un terremoto bursátil que acabó por borrar todo lo ganado por los inversores hasta ese momento y a condenar a todos los índices a pérdidas a cierre de año. No hubo un único responsable de aquello.
A las tensiones entre China y Estados Unidos, se unieron la debilidad de la tecnología americana, la escalada en la rentabilidad del bono americano, que llegó a superar la temida barrera del 3% o el Brexit. Aquel año, el índice Eco30 Stoxx cedió un 19,81%.
Su otro año de pérdidas se produjo en 2020, el año en el que el inversor vivió lo que nunca había creído. Lo que sonaba lejano en enero, con los primeros contagios por Covid-19 en China, tardó poco en sonar cerca con Italia como epicentro del virus en Europa. La crisis sanitaria que se derivó de la pandemia desencadenó ventas indiscriminadas de todo tipo de activos, que hacían presagiar un año de mercado peor incluso que el de 2018. Pero no lo fue. No lo fue gracias a los estímulos fiscales, monetarios y, sobre todo, al esperado anuncio de Pfizer sobre la alta eficacia de su vacuna que llegó a principios de noviembre. Todo ello permitió al índice Eco30 limitar sus pérdidas el año de la pandemia hasta el 5,11%.
En todos los demás ejercicios el indicador ha cerrado en positivo, siendo sus alzas más abultadas las que consiguió en sus inicios. Solo entre 2013 y 2014 escaló más de un 50%. Pero 2019 también fue un buen año, entonces se desmarcó de lo vivido en 2018 con un repunte del 20,15%.
A lo largo de los últimos años, el índice se ha revisado en dieciséis ocasiones, con sus respectivos cambios. La última se produjo en diciembre del año pasado, y las compañías elegidas entonces permanecerán dentro del mismo hasta el tercer viernes de junio, que será cuando empiece a cotizar el índice con los cambios que se produzcan en la próxima revisión.
La cartera
En mayo y junio del año pasado se identificaron dos grupos de compañías dentro del Eco30. El primero estaba formado por empresas cuyo negocio se resentiría poco por el Covid. El segundo, por aquellas que sí iban a sufrir con la pandemia. De este modo, en su última revisión, la de diciembre del año pasado, se valoró si el castigo que sufrieron los valores del segundo grupo había sido excesivo y si había que mantenerlos en cartera porque constituían una oportunidad de reconstrucción de su valoración o no.
Tras este proceso, se produjeron tres salidas, todas ellas del segundo bloque. El pasado 21 de diciembre dejaron de cotizar en el índice la petrolera Parsley Energy, el banco italiano Unicredit y la compañía de cruceros Royal Caribbean. Pese a la salida de Unicredit, la exposición al sector bancario y asegurador permaneció intacta respecto al semestre anterior ante la expectativa de que la llegada de la vacuna contra el Covid impulsaría el consumo y la inflación. Desde aquel momento hasta ahora, el sector de la banca sube un 40% en Europa. Entonces, y a pesar de que ya se veía algo de luz al final del túnel, se consideró que la recuperación de negocios como el de Royal Caribbean no sería tan rápida ni tan evidente en el medio plazo.
Los huecos que dejaron Royal Caribbean, Parsley Energy y Unicredit pasaron a ocuparlos la americana Ally Financial, uno de los mayores bancos digitales de EEUU y el mayor prestamista para la compra de automóviles, que en el pasado ya formó parte de Eco30; Eiffage, un grupo de construcción, concesiones y servicio público francés; y la japonesa Takeda Pharmaceutical, biofarmacéutica líder a nivel global tras la compra de Shire, que destaca por ofrecer la expectativa de beneficios más elevada de la cartera -ver gráfico-.
Ratios atractivos
El índice se compra con descuento medio del 24% respecto a lo que pagaría el inversor por entrar en la bolsa europea y estadounidense. En concreto, ofrece un descuento por PER (número de veces que el beneficio se recoge en el precio de la acción) del 15% respecto a las ganancias esperadas para este año respecto al Stoxx 600 (que defiende un multiplicador de beneficios de 17,72 veces) y del 34% frente al S&P 500 (de 22,65 veces). De esta forma, la rentabilidad potencial anual de la cartera, si se tiene en cuenta su multiplicador de beneficios, es del 6,7% frente al 5,6% del índice europeo y el 4,42% del americano. Con el aliciente de que logra, también, una mayor expectativa de crecimiento de beneficios de cara al próximo trienio y un endeudamiento en línea con el del Stoxx 600 e inferior al del S&P500.
También ofrece mayor potencial que sus comparables. Según el precio objetivo que establece el consenso de mercado para cada una de las treinta compañías que forman parte del índice Eco30 Stoxx, la cartera defiende un potencial medio del 17,86%, frente al 11,6% de la bolsa europea y del 6,6% de la bolsa americana.
Las treinta cuentan con recorrido a doce meses vista, y en cinco de ellas supera incluso el 30%. Se trata de Takeda Pharmaceutical, Samsung (que recibe la segunda recomendación de compra más clara de todo el índice, junto a Ally Financial, que porta la primera), British American Tobaco, Atos y Murata.
A la hora de hacer la selección sistemática y cuantitativa del índice se tiene en cuenta, además del potencial de las empresas, que estén baratas en relación a lo que se paga por sus beneficios, que tengan un PER bajo frente a sus comparables sectoriales, una rentabilidad por dividendo atractiva y predecible, un apalancamiento controlado en relación al crecimiento, el retorno sobre el capital empleado, sus márgenes, o la recomendación que reciben de la media de bancos de inversión.