
Las brutales sesiones de febrero y marzo -como la jornada en la que el S&P 500 se desplomó un 12% o en la que el Dow Jones borró casi 3.000 puntos de golpe- empiezan a ser solo un mal recuerdo para Wall Street. El principal índice estadounidense es hoy una balsa: lleva 24 días sin caer un 1% o más.
Una calma en la que ha reconquistado máximos históricos y que demuestra la descorrelación de los mercados financieros con la situación real, en la que la crisis por la pandemia del coronavirus sigue golpeando en el plano económico, en el sanitario y en el social.
La paradójica tranquilidad que los datos reflejan en Wall Street sería extraña hasta en un año normal, sin Covid-19, siendo agosto un mes en el que volumen de negociación marca mínimos y es más sencillo que el mercado sufra cambios bruscos, más violentos.
No es el caso del verano de este catastrófico 2020. Desde el 23 de julio, el S&P 500 no cae más de un punto porcentual. Se trata de la racha de calma más larga de toda la crisis del coronavirus y el índice la ha aprovechado para subir cerca de un 7% e instalarse en zona de máximos históricos pese al aumento de los contagios por Covid-19 en Estados Unidos, el enfrentamiento del país con China, la incertidumbre sobre la carrera electoral, el retraso de la nueva ronda de estímulos fiscales o la constatación del hundimiento de la actividad y del incremento del desempleo.
Wall Street mira para otro lado y el S&P 500 avanza ya un 54% desde los mínimos de la crisis que registró el 23 de marzo y suma ganancias desde que empezó el año de casi el 7%.
Las bolsas son, entre otras cosas, indicadores adelantados de la economía, y el extraordinario rendimiento que están ofreciendo, no solo en Wall Street, responde a las expectativas de una rápida recuperación, a la histórica intervención de bancos centrales y Estados en el mercado y en la economía real y a la perspectiva sobre la obtención de una vacuna en los próximos meses que sirva para controlar la pandemia en todo el mundo.
Pero la tranquilidad que está acompañando a la especulación podría ser muestra de un optimismo excesivo y el preámbulo de nuevos episodios de pánico. Más allá de la suavidad de la última racha de cambios porcentuales del S&P 500, la referencia que mide la volatilidad, el VIX -conocido como índice del miedo- se encuentra instalado en torno a los 20 puntos, zona de mínimos de la crisis, tras llegar a alcanzar los 83 enteros en el pico de tensión, el 16 de marzo.