
"La próxima catástrofe mundial será una epidemia. Puede que exista un virus con el que las personas se sientan lo suficientemente bien mientras están infectadas para subirse a un avión o ir al supermercado, y eso haría que se extienda por todo el mundo de manera muy rápida". Esta frase no es actual, sino de hace cinco años y cuyo autor fue el fundador de Microsoft, Bill Gates.
El desafortunado vaticinio del estadounidense se ha cumplido. Pocos son ya los que no han asumido que estamos ante una catástrofe más parecida a una guerra mundial que a una crisis económica al uso como la financiera de 2008. La prueba, y así se lo ha tomado el mercado también, está en la reacción de los bancos centrales, que han puesto sobre la mesa estímulos sin precedentes para una crisis sin precedentes. "Una economía de guerra", convienen en señalar varios expertos en los últimos días.
Lo que está claro es que va a haber un antes y un después de este shock, y cuando se normalice la situación será momento de hacer ese balance de bajas, analizar en qué se falló y cómo prepararse para lo que esté por venir. "El mundo ha dejado de girar y habrá que ponerlo en marcha de nuevo", apunta Jorge Ceballos, de Beka Finance.
"Vamos a ver unas cifras dramáticas, sin precedentes, parecidas a las de una guerra mundial. Desde la crisis de 2008 se había creado un estándar que había funcionado hasta ahora pero después de esto habrá que replantearse todo, como un fondo de cooperación internacional sanitaria para frenar el impacto de futuras pandemias porque no hay que descartar que esto vuelva a pasar en un futuro", añade Ceballos.
Tras este shock, el mercado que nos va a quedar va a haber sufrido cambios drásticos. Para empezar, que si los bancos centrales ya tenían un peso importante en las distintas economías, ahora lo tendrán mucho más. "El peso de los balances va a ser brutal", advierten desde Beka Finance.
Y es que solo hay que echar números: los últimos estímulos anunciados por los grandes bancos centrales a uno y otro lado del Atlántico van a inyectar billones de euros y dólares a un sistema que ya estaba copado por la intervención monetaria.
El mensaje de confianza de los bancos centrales
Desde la semana pasada a esta ha habido un cambio, si no radical, al menos simbólico en lo que respecta a los banqueros centrales y es que, por fin, Christine Lagarde ha decidido ver la mano de Jerome Powell y echar el resto, de forma que la coordinación entre los grandes organismos monetarios de todo el mundo se ha completado como un póker de ases si incluimos al Banco de Japón y al Banco de Inglaterra.
"En la crisis financiera consiguieron mantener la liquidez de los bancos y ahora deben usar las mismas herramientas para ayudar a que los gobiernos luchen contra esta crisis", explican desde Flossbach Von Storch.
"La coordinación que hemos visto entre los bancos centrales está mandando un mensaje contundente de confianza, que es más que bienvenido en un entorno de mercado con esta volatilidad", arguye Frank Dixmier, jefe de renta fija de Allianz GI.
Sacan la artillería
El organismo presidido por Jerome Powell comenzaba con un nuevo programa de compra de bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas (QE) por un valor total de 700.000 millones de dólares. A ello habría que sumar las intervenciones en el mercado de dinero con operaciones de repo que esta semana han ofrecido hasta un billón de dólares.
Lagarde, por su parte, en la madrugada del jueves sorprendió con una nueva inyección a través de compras de deuda pública y corporativa, bajo el denominado programa de compras de emergencia pandémica (PEPP, por sus siglas en inglés), valorado en 750.000 millones de euros.
Esta nueva inyección, con vigor al menos hasta diciembre, se suma a los 120.000 millones que anunció el banco central en su reunión del 12 de marzo. También a los 20.000 millones mensuales del QE que Draghi dejó como legado.
El programa está diseñado para proveer liquidez en la crisis, por lo que el BCE se reserva la posibilidad de continuar con él hasta que considere que ésta ya ha pasado. Si finalizase antes de 2021, las compras se mantendrán hasta ese momento.
Como el QE, se trata de compras de deuda -tanto pública como privada- en el mercado secundario y por ahora el organismo seguirá utilizando la regla del capital para establecer qué cantidad de deuda compra de cada país (dependerá de su aportación al capital de la UE).
La deuda sin calificación de grado de inversión, es decir, los bonos basura, no tendrán cabida en este programa y se continuará excluyéndolos de las compras del BCE. La deuda pública de Grecia, que sigue sin tener el grado de inversión, sí se comprará con el nuevo plan del organismo, al igual que el papel comercial.
Y no son los únicos bancos centrales quehan actuado. La otras dos grandes patas del banco, las entidades centrales de Japón e Inglaterra, han reaccionado compenetradamente también. La organización recientemente capitaneada por Andrew Bailey redujo el jueves los tipos de interés al 0,1% desde el 0,25% anterior en una medida que vino acompañada de un aumento de sus tenencias de bonos del gobierno y corporativos en 200.000 millones de libras, hasta los 650.000 millones.
"En los últimos días, y como ocurre en otros mercados de bonos de las economías desarrolladas, las condiciones del mercado del Reino Unido se han deteriorado a medida que los inversores buscan activos de vencimientos más cortos y que proporcionen mayor liquidez", explicó.
Y justificó: "El papel del Banco de Inglaterra es ayudar a satisfacer las necesidades de las empresas y los hogares del Reino Unido para hacer frente a la perturbación económica asociada".
En el país asiático, por su parte, el primer ministro, Shinzo Abe, informaba este miércoles que el Gobierno sacará un paquete económico para hacer frente al Covid 19, mientras el BoJ sigue adquiriendo ETFs de acciones hasta niveles récord en una medida que, según Kuroda, ha ayudado a dominar la volatilidad y a que ésta sea en Japón menor que en la de los mercados estadounidense y europeo.
Sin embargo, han sido las declaraciones del ministro de finanzas del país indicando que están trabajando con EEUU para acercar posturas en el G7 las que más han entusiasmado a un mercado que sigue pendiente de una respuesta fiscal al coronavirus por parte de su Gobierno.
El tamaño de los balances
En este sentido, el tamaño del balance del Banco Central Europeo ya se espera que hasta finales de año ascienda en más de un billón de euros, hasta situarse en los 5,75 billones, lo que si se compara con el producto interior bruto de la eurozona supone casi la mitad del total del mismo.
De la misma forma, sólo contando con lo que la Reserva Federal ya ha programado, su porfolio ascenderá un 16% y se quedará por encima de los 5 billones de dólares, que es más de un cuarto de la riqueza bruta con la que Estados Unidos cerró 2019, cifra que sirva de ejemplo de las proporciones de estos balances.
Pero esta no es la única palanca que se ha accionado, ya que los gobiernos por fín han comenzado a anunciar medidas fiscales, que es lo que hasta hace poco muchos expertos echaban en falta.
Y es que, desde Allianz Global Investors calculan que los gobiernos emitan, "al menos, 350.000 millones de euros a lo largo de este año, algo que el BCE deberá absorber, pero con la consiguiente presión en los precios de la deuda. La cuestión de la monetización de la deuda pública volverá al centro del debate tarde o temprano".
Todo esto conducirá a un fuerte aumento de la deuda pública dentro de la zona euro, "lo que para muchos países no será sostenible sin el apoyo del BCE"
"Si los gobiernos, a través del gasto fiscal, y los bancos centrales se aseguran de que no haya demasiados impagos y que todos recibamos nuestro salario dentro de tres meses, la economía debería estar bien a final de año", apuntan desde Vontobel.
"La crisis actual podría convertirse en un fenómeno más grave si los bancos centrales y los gobiernos no toman las medidas adecuadas", añaden.
Todo esto conducirá a un fuerte aumento de la deuda pública dentro de la zona euro, "lo que para muchos países no será sostenible sin el apoyo del BCE", advierten desde Flossbach Von Storch, que agregan que "las dudas sobre la supervivencia del euro podrían aumentar pronto, llamando al BCE a asumir su papel de prestamista de último recurso".
"Y tampoco va a afectar igual a todos los países, ya que algunos como España o Italia tienen situaciones mucho más delicadas", recuerda Ceballos, que no descarta incluso que "asistamos a acuerdos o condonaciones de deuda después de que termine esto".