
Dos crisis económicas y financieras distintas; dos maneras muy diferentes de encontrar una solución para atajar el problema de raíz. Esta es la sinopsis más escueta que se puede hacer para explicar por qué las medidas que las principales entidades centrales han puesto en práctica en las últimas horas no tienen el mismo carácter de coordinación que las que se tomaron la caída de Lehman Brothers.
Transcurridos cerca de 12 años desde aquel acontecimiento histórico, la acompasada actuación por entonces de las principales entidades centrales ya no es la misma. El rígido mando del populismo y del nacionalismo exacerbado parece haber calado en las entidades centrales, que en esta ocasión han optado por una actuación a la desesperada -como en aquel entonces- pero desordenada.
"Lo único que nos queda es la política fiscal y esa está delegada en los gobiernos"
La primera gran autoridad monetaria del mundo en pasar a la acción para tratar de paliar los efectos que la crisis del coronavirus fue la australiana. Desde el Banco de la Reserva de Australia (RBA) se decidió ya la semana pasada recortar un cuarto de punto los tipos de interés al 0,50%. La autoridad monetaria australiana ha seguido dando continuidad a su política acomodaticia de los últimos meses hasta el punto de llevarla a sus mínimos históricos.
En este contexto, el Banco de Japón empezaba a enseñar sus armas también la semana pasada con la compra de ETFs de acciones en hasta seis ocasiones para prevenir la volatilidad del mercado y que no empeorara el optimismo de las empresas. Una medida que venía aderezada de una inyección de 1.500 millones de dólares en bonos, y de un recorte de las compras de 5 a 10 años hasta 200 millones de yenes. Además, la institución presidida por Haruhiko Kuroda aseguraba que a partir de la próxima semana proporcionará amplia liquidez utilizando operaciones en los mercados con vencimientos largos. Eso sí, no tocaba los tipos como si hacían otros bancos centrales como el de Inglaterra, el de Noruega, o incluso el estadounidense.
Ya con las cartas sobre la mesa, esta semana la Fed anunciaba tras su bajada de tipos de carácter urgente del martes 3 de marzo, una inyección de liquidez de 1,5 billones de dólares en tres subastas adicionales. Esto podría aumentar el crédito de reserva bancario hasta los 5,6 billones de dólares. A modo comparativo, la expansión del balance general de la Fed es mayor que el incremento resultante de todos los diferentes programas de préstamos de emergencia durante la crisis financiera y aproximadamente equivale al tamaño de la primera ronda de flexibilización cuantitativa activada a principios de 2009.
La Fed de Powell también podría tener que poner fondos a disposición de empresas y familias
La Fed de Powell también podría tener que poner fondos a disposición de empresas y familias. Durante la crisis financiera, la Fed operó un servicio acuñado como "préstamo a plazo garantizado" (TALF, por sus siglas en inglés), que utilizó 20.000 millones de dólares en capital aportado por el Tesoro como parte del rescate a la banca para comprar 200.000 millones de dólares en valores respaldados por activos compuestos de varias categorías de crédito al consumo y préstamos garantizados por la Administración de Pequeños Negocios .
Tras la actuación urgente de la entidad norteamericana, era el turno de Christine Lagarde, quien ponía de manifiesto la descoordinación de los bancos centrales anunciando, sin unanimidad en el seno del organismo, y sin alterar el calendario preestablecido con anterioridad (como sí hizo la Fed y el BoE), que mantenía los tipos y que sus medidas iban por otros derroteros: aumentaba su programa de expansión cuantitativa hasta los 120.000 millones de euros y una nueva ronda de TLRO desde junio de 2020 hasta junio de 2021. "Los Bancos Centrales no deben ser ser los primeros en responder al coronavirus", aseguraba la expresidenta del FMI que defraudaba a unos mercados que tenían depositadas todas sus esperanzas en, al menos el anuncio de una política fiscal coordinada.
Armas distintas
Lo que sucedió este jueves nos trajo a todos un mismo recuerdo a la mente: el 15 de septiembre de 2008, cuando uno de los mayores bancos del mundo, Lehman Brothers, anunció su bancarrota definitiva y las instituciones lo dejaron caer.
En los primeros síntomas de la crisis financiera, que culminó con la caída del banco, la Reserva Federal ya comenzó a abaratar el precio del dinero a comienzos de año. Ben Bernanke redujo los tipos de interés en 75 puntos básicos en una decisión de emergencia similar a la adoptada por Jerome Powell la semana pasada.
A partir de entonces, la Fed de Bernanke activó tres recortes adicionales, uno de 75 puntos, otro de 25 puntos y otro de 50 puntos hasta el mes de junio, dejando los tipos en el 2% durante el verano, cuando los problemas en el sistema financiero comenzaron a agudizarse. Incluso después la quiebra de Lehman y el rescate de la aseguradora AIG, la Fed no volvió a rebajar tipos hasta el 8 de octubre, cuando los bancos centrales de la eurozona, Japón, Inglaterra, Suiza y Suecia actuaron de forma coordinada. Bernanke recortó los tipos en medio punto hasta el 1,5%. A finales de dicho mes, implementó otro recorte de 50 puntos básicos y finalmente el 16 de diciembre los llevó al 0% por primera vez en la historia, como puede volver a suceder ahora.
En ese momento, la coordinación entre los distintos bancos centrales fue total y todos salieron al toque de corneta para inundar de liquidez un mercado en el que se habían roto y secado los vasos comunicantes de la economía global, que son las entidades financieras.
"La deescordinación ha sido una realidad y verla es lo que ha impulsado el pánico entre los inversores"
En esta ocasión y, pese a que los propios banqueros centrales se reunieron la semana pasada, parece que cada uno ha decidido hacer la guerra por su cuenta. "La deescordinación ha sido una realidad y verla es lo que ha impulsado el pánico entre los inversores", explica Víctor Alvargonzález, socio fundador de Nextep Finance. "Se ha visto que cada uno ha ido por su lado y ha habido muchas diferencias de opinión, pero también hay que destacar la descorrelación que han tenido con los gobiernos"" añade el experto. "Ahora lo único que queda es la política fiscal, y esa está delegada en los gobiernos. Si queremos tener un efecto mundial de cara a una recuperación hace falta coordinación fiscal", arguye Jorge Ceballos, de Beka Finance.
Álex Fusté, economista jefe de Andbank, reconoce que le tranquiliza que "esta vez el sistema financiero no supone el mismo riesgo que entonces. Tras aquella crisis, el regulador obligó a los bancos a ser empresas más ineficientes pero mucho más sólidas y eso debería servir para tranquilizarnos".
Pese a las similitudes que está pudiendo haber con la quiebra de Lehman, las circunstancias son bien distintas y es que ahora el mercado no necesita la liquidez de entonces ni los tipos más bajos, sino medidas que ayuden a las empresas a aguantar el chaparrón por la caída brutal del consumo. "Líneas masivas de crédito al 0% con carencias de 3 o 6 meses, por ejemplo", apunta Alvargonzález. "No se debe sacar el helicóptero del dinero para mejorar el crecimiento económico pero sí para rescatar a las pequeñas y medianas empresas afectadas por el virus", añade.
Pánico inversor
Varios expertos precisamente achacan a la descoordinación -e insuficiencia- de las medidas adoptadas por políticos y banqueros centrales el pánico vendedor que hemos visto esta semana, especialmente el jueves, en los mercados, donde a parte de los desplomes bursátiles, también salió dinero de muchos activos considerados más seguros, como el oro o los bonos soberanos. "Hasta ahora, cuando había fuertes caídas en bolsa, este capital se iba normalmente a los bonos, pero esto no ocurrió ayer, lo cual me preocupa y muestra un poco el sentimiento de histeria colectiva que se ha apoderado de las personas", explica Ceballos.
"Creo que el volumen del QE anunciado no ha sido el principal problema. Cuando son medidas tan drásticas hay que poner en consonancia las medidas con el mensaje, algo que hacía muy bien Mario Draghi pero que en esta ocasión, bien sea por inexperiencia o por nervios, Lagarde no lo ha conseguido", se lamenta el experto de Beka Finance.