
El petróleo se ha desplomado alrededor de un 47% desde sus máximos anuales. El precio del barril de Brent se mueve entre los 30 y los 40 dólares, mínimos desde 2016. Históricamente, este tipo de debacles del 'oro negro' han insuflado oxígeno a la economía global: unos pocos países de Oriente Medio sufrían el desplome del crudo mientras que cientos de millones de consumidores y empresas del mundo desarrollado se beneficiaban de unos precios energéticos menores. El impacto neto para el mundo era positivo. Hoy, sin embargo, la panorámica parece un tanto difusa. Países como EEUU, China, Rusia, Canadá o Brasil son productores importantes de petróleo y la caída del precio influye de forma decisiva en el crecimiento de estas potencias, teniendo repercusiones sobre el comercio y la inversión global. Además, en un periodo de incertidumbre como el actual cabe la posibilidad de que los consumidores opten por guardar los euros que se ahorren al llenar el depósito en lugar de gastarlos.
Berenberg: "Los hogares y las empresas están nerviosas y tienen más probabilidades de aumentar el ahorro de precaución que de gastar esta ganancia inesperada del petróleo"
En el pasado, cuando la gran mayoría de la producción de petróleo estaba concentrada en unos cuantos países de Oriente Medio, una fuerte caída de los precios solo afectaba de forma negativa a una porción muy pequeña del mundo (alrededor del 5% del PIB mundial) y beneficiaba a una parte muy grande y, sobre todo, a una parte muy rica (el mundo desarrollado) a través de unos precios menores para empresas y consumidores. Ahora, un desplome del crudo perjudica a muchos sectores de grandes economías, contrarrestando casi todo el efecto positivo sobre los consumidores a través de una menor inversión empresarial.
Sin ir más lejos, la creciente importancia del sector del fracking en EEUU ha reducido sobremanera la dependencia del petróleo exterior, pero ha incrementado la influencia de esta industria sobre el empleo y la economía en general. Según los datos que maneja la American Petroleum Instiute (API), la industria del petróleo y gas natural supone 10,3 millones de trabajos y alrededor del 8% del PIB de la mayor economía del mundo.
La producción de petróleo a día de hoy se encuentra más repartida a lo largo del mundo que nunca y sobre todo más repartida respecto al PIB mundial. EEUU, China, Rusia, Canadá y Brasil se encuentran entre los grandes productores de crudo globales, entre los tres producen alrededor del 36% de todo el petróleo del mundo, mientras que sus economías en paridad de poder adquisitivo suponen alrededor del 40% del PIB mundial.
El fracking y la economía de EEUU
Por ejemplo, volviendo al caso de EEUU, el petróleo barato puede disparar el número de bancarrotas en el sector del shale oil (petróleo de esquisto). La expansión de este sector ha sido fundamental para que la economía de la mayor potencia del mundo haya mantenido un ritmo de crecimiento superior al del resto de economías desarrolladas. Ahora, como mínimo, el sector está paralizando sus inversiones y probablemente comenzarán a reducir costes y a ajustar cuentas a través de recortes, que lastrarán la actividad económica.
Este nuevo escenario ha modificado el efecto que tiene el petróleo en la economía mundial y le ha otorgado una forma de campana, explicaban los economistas de UBS hace unos meses. Si el petróleo cae a niveles excesivamente bajos (por debajo de los 50 dólares), el impacto neto en la economía mundial puede llegar a ser incluso negativo, a través de una menor inversión y creación de empleo en el sector energético. Si el crudo sube demasiado, el efecto también sería nocivo para la economía. El punto perfecto que favorece a productores y a consumidores se encuentra en algún lugar entre los 50 y los 70 dólares por barril, según UBS. Esa es la zona dulce en la que el crudo aporta a productores sin reducir la demanda de los consumidores.
¿Qué harán consumidores y empresas?
Por otro lado, dado el actual entorno de incertidumbre por la desaceleración económica y el coronavirus, no se puede tener la certeza de que los consumidores usen la renta que se ahorren de sus facturas energéticas para consumir. Los hogares podrían aprovechar este desplome del crudo para ahorrar más y las empresas para bajar los precios de sus bienes y servicios, impactando de forma negativa sobre el consumo y el IPC.
"Una caída sostenida en el precio del petróleo de 10 dólares por barril reduciría la inflación general en Europa en aproximadamente 0,3 puntos porcentuales en el corto plazo. Aunque en principio esto respaldaría el crecimiento de los ingresos reales, es posible que aún no eleve el gasto. Por ahora, las preocupaciones sobre las consecuencias económicas negativas de COVID-19 contrarrestarán los aspectos positivos del petróleo más barato", sostienen los economistas de Berenberg en una nota.
"Los hogares y las empresas están nerviosas y tienen más probabilidades de aumentar el ahorro de precaución que de gastar esta ganancia inesperada. Sin embargo, una vez que las economías hayan resistido la peor de las interrupciones relacionadas con el virus y las normativas de actividad, podrían gastarse algunos de esos ahorros. Esto debería reforzar la eventual recuperación, probablemente en el segundo semestre de 2020", sentencian estos expertos.
De modo que el desplome del petróleo no se traducirá en mayor crecimiento económico global en esta ocasión. Por un lado, la menor inversión del sector energético y las bancarrotas de algunas de sus empresas en países como EEUU puede contrarrestar el aumento del poder adquisitivo del consumidor. Por otro lado, el momento de incertidumbre puede llevar a hogares y empresas a incrementar su ahorro derivado de una factura energética menor.