
El año que viene será el último de un ciclo tardío que tendrá sus propias peculiaridades, como las políticas monetarias preventivas de los bancos centrales o un elevado apalancamiento, y será la antesala a la fase de corrección (o de crecimiento lento y recesión de las ganancias), según anticipan en Amundi. Esto "suele ser motivo para generar volatilidad, aunque no tiene que ser negativo para la bolsa", explica Víctor de la Morena, director de inversiones de Amundi Iberia. "Puede ser interesante para atrapar oportunidades aunque no de forma direccional, la clave será moverse entre activos y sectores", concluye.
La gestora da un 55% de probabilidades (el porcentaje más bajo antes manejado por esta casa) a que en 2020 continúe una cierta desaceleración en el crecimiento económico, que no recesión, con tipos bajos, baja inflación, y crecimientos de solo un dígito de los beneficios de las compañías. Todo ello, aderezado con los coletazos de una guerra comercial que ha provocado, a su juicio, que la tendencia de la desglobalización llegue para quedarse. "En este entorno habrá que fijarse en los países cuya economía se centre en la demanda local, India es un ejemplo de ello", explica Víctor de la Morena. En el lado positivo está el apoyo de la política monetaria, que permite que el descenso de la actividad económica no sea tan brusco.
Si se cumplen sus previsiones, la implicación para el mercado no son caídas bruscas pero tampoco recuperación. "El enfoque para este tipo de mercado pasa por proteger las carteras con activos de income (dividendo), a través de compañías que puedan pagarlo a pesar del cambio de ciclo, y también habrá que ir moviéndose de growth a value porque la probabilidad de que este último se comporte mejor es cada vez mayor", opina De la Morena. En renta fija anticipa pocos cambios, opina que seguirá la búsqueda de yield, y que el entorno de bajos tipos hará atractivo cualquier papel que ofrezca una rentabilidad positiva.
En el caso de la deuda pública, prefieren los bonos del tesoro de EEUU frente a otros mercados desarrollados, con mejores valoraciones absolutas y relativas y más margen de maniobra a disposición de la Reserva Federal en términos de herramientas convencionales. En la zona euro, se decantan por la periferia frente al núcleo.
Amundi también contempla un escenario positivo, al que da un 15% de probabilidades, más que hace tres meses, la política monetaria no se quedaría sola en el cambio, ya que se uniría la política fiscal. Ese doble efecto podría sobreponerse a la ralentización de la economía, y favorecer a los activos de riesgo.
En el negativo, al que otorga un 33% de probabilidad, se contempla una intensificación de la guerra comercial, que se materializaría en una guerra de divisas y se endurecerían las condiciones financieras, con el temido aterrizaje forzoso. En este escenario "estaríamos al borde de la recesión, ser cautos con los activos de riesgo y analizar bien las duraciones de los activos de renta fija".
Algunos de los riesgos de 2020
Ese escenario de crecimiento más lento estará aderezado por algunos desafíos, como, por ejemplo, la desaceleración de China. Por primera vez, el pronóstico de Amundi es que el PIB del país se situará por debajo del umbral del 6% en 2020, con un 5,8% interanual, ya que las medidas adoptadas por el Gobierno para paliar los daños del conflicto arancelario no han sido suficientes.
También preocupa a Amundi la liquidez en el mercado de crédito. Explican que se ha producido una concentración masiva en deuda con una calificación crediticia de triple B, que puede ser peligroso en un contexto de desaceleración económica. "Podría suceder una caída masiva hacia el high yield", apunta Víctor de la Morena, y "eso no suele ser positivo para el mercado".
Cómo distribuir la cartera
La pregunta, por tanto, pasa por cómo adaptar las carteras al contexto que viene en 2020. La propuesta de Amundi pasa por dedicar en torno a un 25% de la misma a renta fija core, y un 10% a bonos con los que arañar algo de rentabilidad, como pueden ser los subordinados, la deuda emergente o el high yield (con preferencia al europeo frente al americano); mientras que la parte destinada a la renta variable debería dividirse en otros dos bloques de tamaño similar. Uno destinado a la renta variable core, direccional, y el resto a estrategias temáticas, donde incluyen la ESG, al estimar que dentro de unos años será troncal en la cartera. También recomiendan reservar una parte a activos que descorrelacionen la cartera.