Economía

Las turbulencias que sufrió China en 2015 solo fueron un aperitivo de lo que estaba por venir

  • China tiene menos margen monetario y fiscal para luchar contra la desaceleración
  • El crecimiento ha pasado de rozar el 7% anual a luchar por mantener el 6%
  • La guerra comercial con EEUU y la desaceleración global intensifican el problema

La economía de China se está enfriando, probablemente, más rápido de lo que se esperaba. El crecimiento ha pasado de rondar el 7% anual en 2017 a luchar por mantenerse por encima del 6% en los últimos trimestres. A la vez que esto ocurre, el gobierno está haciendo esfuerzos para que las empresas reduzcan unos niveles de endeudamiento que se encuentran en máximos históricos. Por si esto fuera poco, la guerra comercial con EEUU y la desaceleración económica a nivel global son dos factores que pueden lastrar aún más el avance de la segunda potencia mundial. Esta combinación de factores hace que la desaceleración a la que se enfrenta hoy Pekín sea mucho más peligrosa que la de 2015 y suponga una de las mayores amenazas para la economía global a pesar de la reacción más moderada del yuan.

Alicia Garcia Herrero y Jianwei Xu, economistas de Natixis, destacan que los ingredientes que rodean a la actual desaceleración económica tienen componentes más peligrosos que los de verano de 2015, cuando China devaluó el yuan ante una desaceleración interna que ya se hacía evidente y un dólar 'todopoderoso' que dificultaba al banco central chino el seguimiento. En aquel momento el menor crecimiento del PIB fue una amenaza real, pero el margen de actuación de los poderes públicos chinos era grande, si se compara con la situación de hoy. "La actual ralentización de China es más rápida. El esfuerzo por reducir los niveles de deuda es el preludio de la desaceleración económica, limitando el crédito especialmente para el sector privado".

Soplar y sorber a la vez es imposible

Además, "las políticas contracíclicas, tanto fiscales como monetarias, están más restringidas. Esto se debe a unos objetivos que cada vez están más en conflicto, debido al proceso de desapalancamiento, la protección del medio ambiente o la búsqueda de una mayor accesibilidad a la vivienda". El Gobierno chino se está tomando más en serio algunos de los problemas que estaban reduciendo la calidad de vida de sus ciudadanos a pesar del fuerte crecimiento del PIB: el medioambiente o el precio de la vivienda están entre ellos. Sin embargo, el control de estos factores puede suponer un entorpecimiento para el avance puro de la economía.

Según el Instituto Internacional de Finanzas (IIF), la deuda empresarial, de los hogares y pública supera el 300% del PIB chino. Pekín intenta evitar que la economía se enfríe a la par que quiere mantener la estabilidad financiera, pero soplar y sorber a la vez es muy difícil sino imposible.

Uno de los grandes problemas es el fuerte incremento de la deuda corporativa de las empresas chinas, que se ha disparado en los últimos años. Los expertos de S&P Ratings advierten en un documento que "las empresas de China (algunas son entidades relacionadas con el gobierno que se benefician de un apoyo estatal potencial) tienen la mayor deuda global en términos absolutos, y dentro de las firmas que no cuentan con calificación crediticia, la mayor combinación de riesgos. Si bien el apalancamiento de China se mantuvo estable en el primer semestre de 2019, es probable que la continua desaceleración económica del país comience a ejercer cierta presión sobre las firmas del país".

A la ya de por sí compleja situación de las empresas se une la guerra comercial con EEUU, que genera gran incertidumbre a la par que podría estar reduciendo las ventas de bienes chinos en el exterior. La producción industrial en China se mueva a golpe de sentimiento a medida que avanzan las negociaciones entre ambos bloques, lo que está generando una enorme volatilidad en los datos industriales del gigante asiático. A ello hay que sumar la incertidumbre que generan las graves protestas en Hong Kong.  Todo lo anterior dificulta la inversión de las empresas.

No obstante, "esta nueva ronda de desaceleración económica no solo se caracteriza por la confrontación externa con EEUU en materia de cooperación comercial y de inversión, también con una fuerte desaceleración interna en las ventas minoristas e inversión", señalan los expertos de Natixis.

La firma de inversión francesa compara la desaceleración de 2015-2016 con la actual. "Nuestra conclusión clave es que, si bien ambos episodios comparten la misma característica de desaceleración económica, la situación actual es mucho peor y las políticas serán menos eficientes. Especialmente la represión del gobierno sobre la banca en la sombra ha reducido la liquidez del mercado incluso antes de que cogiese carrerilla la desaceleración. Debido a la guerra comercial externa, la desaceleración económica tiene un impacto global más amplio con una fluctuación más volátil en el sector manufacturero".

Es cierto que si se comparan los movimientos de los mercados, "la respuesta ha sido más suave en esta ocasión y, por lo tanto, las salidas de capital han sido más moderadas. Esto podría deberse unos controles de capital más estrictos que en 2015", comentan García Herrero y Xu. Esto tiene una parte positiva y es que el banco central puede intentar tomar medidas sin generar una fuga de capitales en toda regla, aunque la eficiencia de sus políticas serán limitadas tras años de medidas expansivas.

Durante años de crecimiento impulsado por la expansión del crédito, la deuda total de China de los sectores no financieros supera en 2,5 veces el PIB del país. "Reconociendo el riesgo potencial asociado con un volumen de deuda tan masivo, especialmente aquellos que se encuentran fuera del balance general de los bancos (banca en el sombra o shadow banking), China comenzó una campaña para desapalancar la economía y tomar medidas enérgicas contra la banca en la sombra", señalan los expertos de Natixis. El resultado es un entorno de liquidez más restrictivo en China.

A todos estos factores que forman parte del ciclo económico se le unen otros que son más estructurales y que llevan tiempo reduciendo el potencial de crecimiento de China. Shaun Roache, economista de S&P apunta al cambio demográfico: "La fuerza laboral de china ha tocado techo y ha comenzado a disminuir de forma estable por ahora, pero lo hará de forma más rápido según pasa el tiempo".

Otro factor relevante es que "China es cada vez más rica y el espacio para seguir asimilando la transferencia de tecnología de los países más avanzados es menor, especialmente en las provincias más ricas".

Por último, el reequilibrio que sufre la economía conlleva un transvase de recursos desde el sector industrial hacia el sector servicios, el cual presenta un crecimiento más bajo de la productividad que lastrará el crecimiento agregado de la economía china.

Ante esta amalgama de factores y riesgos, los economistas de Natixis prevén que el crecimiento de China caiga hasta el 5,7% en 2020, mientras que este año aún resistirá por encima del 6%. El aterrizaje del gigante asiático no está siendo forzoso (por ahora), pero el avión está empezando a perder altura más rápido de lo que se esperaba hace unos años. Las conexiones comerciales y financieras con el resto del mundo son importantes, por lo que un menor crecimiento en China afectará al resto del mundo (hoy el crecimiento chino supone más del 25% de todo el crecimiento del mundo), sobre todo a los países exportadores de materias primas, pero también en los que exportan bienes y servicios al gigante asiático, como es el caso de la zona euro.

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