
Hong Kong es desde hace mucho tiempo un actor esencial del desarrollo económico de Asia y del mundo. Pero su futuro como centro neurálgico del comercio y las finanzas internacionales está amenazado, lo mismo que su papel de puente entre China continental y el mundo exterior. Es desde hace mucho un lugar donde las multinacionales son bienvenidas, y donde las disputas se resuelven en forma imparcial, transparente y de conformidad con el Estado de Derecho. Si ya no fuera así, sería una enorme pérdida para China, para Asia, para la actividad económica y financiera internacional y sobre todo para la ciudadanía de Hong Kong.
Hong Kong ha experimentado unas inéditas 17 semanas de manifestaciones, mayoritariamente pacíficas. El iniciador de las protestas fue un proyecto de ley de extradición que muchos temieron pudiera extender el poder de China al sistema judicial hongkonés. La falta de un plan para sentar en una misma mesa a los diversos grupos de manifestantes y al Gobierno de Hong Kong se ha convertido en una fuente de creciente inquietud.
Es fundamental que EEUU no interfiera y que se atiendan las demandas de los manifestantes
Ese plan tendría que hacer al menos dos cosas. En primer lugar, todas las partes (incluida China) deben reafirmar el compromiso con el principio de "un país, dos sistemas". En segundo lugar (tal vez más importante), una coalición de representantes del Gobierno, las empresas y la influyente comunidad financiera de Hong Kong debe elaborar un plan para contrarrestar en forma decidida la creciente desigualdad y la pérdida de oportunidades para quienes ya padecen dificultades económicas. Una necesidad especialmente urgente es la provisión de vivienda accesible a los ciudadanos más jóvenes.
Hong Kong no es el único lugar que enfrenta la necesidad de restaurar pautas de crecimiento inclusivas. Muchas economías de altos ingresos han experimentado años de desigualdad económica en aumento, seguida por fragmentación social y un amplio rechazo a los partidos políticos establecidos y a las élites. Hay un asombroso parecido entre las manifestaciones de Hong Kong y las protestas de los chalecos amarillos en Francia, que aunque nacieron en respuesta a un au-mento de un impuesto al diésel, fueron impulsadas por inquietudes más profundas de una parte de la población, en relación con la desigualdad económica y el empeoramiento de sus perspectivas.
Hong Kong Es el único lugar donde se necesitan restaurar pautas de crecimiento inclusivas
Las demandas de los manifestantes de Hong Kong incluyen la retirada de la ley de extradición y que las marchas no se categoricen como "disturbios". También quieren una investigación independiente en relación con las tácticas y la brutalidad de la policía, la liberación de todos los manifestantes detenidos y mayor participación en la elección de sus gobernantes.
Algo que brilla por su ausencia en esta lista es alguna referencia directa a las circunstancias económicas del pueblo hongkonés. Lo más probable es que los manifestantes consideren que ya con tener más participación en la selección de sus dirigentes se habría dado un paso hacia la solución de la desigualdad. La percepción mayoritaria de la población es que las élites políticas y económicas de han estado más concentradas en complacer al Gbierno central en Beijing que en lograr pautas de crecimiento más inclusivas.
En estas tensas condiciones, algunos podrían ver en el plan para el desarrollo de una economía regional integrada en el área del delta del Río de las Perlas otra posible intromisión en la autonomía conferida a Hong Kong por la Ley Básica de 1997, que convirtió a la ciudad en una de las dos regiones administrativas especiales de China, por un lapso de 50 años. Pero este plan puede generar enormes beneficios para Hong Kong y la ya dinámica e innovadora economía del sur de China, y muchos creen que se puede implementar preservando el principio de "un país, dos sistemas". Los obstáculos (la disparidad de normativas) no deberían ser insuperables.
Por su parte, es razonable que el Gobierno de China rechace las demandas de plena independencia de Hong Kong. Solo una pequeña minoría de los manifestantes apoya esas demandas, que son incompatibles con la Ley Básica y con el principio de integridad territorial. Beijing necesita conservar alguna participación en la selección de la dirigencia política de Hong Kong, para no caer en la situación de tener que lidiar con un Gobierno abiertamente independentista (como ocurre con Taiwán).
También es razonable que a China le preocupe la injerencia extranjera en Hong Kong, como sería el caso de cualquier país. Los pedidos de apoyo de un pequeño subconjunto de los manifestantes a EEUU y el Reino Unido son contraproducentes. Pero el Gobierno de China se haría un favor si expresara un firme apoyo al principio de "dos sistemas" y respaldara planes del Ejecutivo hongkonés para hacer frente a la desigualdad.
No hay duda de que, estos últimos años, el Partido Comunista de China ejerció un mayor control sobre las empresas, la economía y la sociedad en China continental. Es posible que algunas de esas intervenciones se hayan extendido a Hong Kong, agravando las tensiones inherentes a la estructura de "un país, dos sistemas". La dirigencia china ahora debe tener mucho cuidado para no debilitar la autoridad del Gobierno hongkonés o el sistema judicial (justo e imparcial) de la ciudad, que ha sido un recurso crucial para atraer empresas e inversiones desde el extranjero.
La clave para la solución de la crisis pasa por una comunicación clara y una postura atenta a las demandas de la gente, algo en lo que el desempeño del Gobierno de Hong Kong ha sido deficiente. Los millones de hongkoneses que salieron a las calles necesitan garantías de que su gobierno los escucha, de que comprende sus inquietudes y de que está de su lado, siempre que sus demandas sean compatibles con la Ley Básica. Las autoridades chinas han manejado sus comunicaciones con restricción, tal vez para no debilitar la autoridad de Hong Kong y de su jefa ejecutiva, Carrie Lam. Eso hace todavía más importante una comunicación eficaz por parte del Gobierno de Hong Kong.
Finalmente, es necesario que otros países (incluido EEUU) no interfieran. Hong Kong es demasiado valiosa para usarla como peón en una confrontación amplia entre dos potencias. Y la gente que vive y trabaja allí se merece algo mejor.