
Desde que China recuperó la soberanía sobre Hong Kong el 1 de julio de 1997, la ciudad ha prosperado económicamente, pero se ha deteriorado políticamente. Ahora, una de las ciudades más ricas del mundo está rodeada de protestas, que han bloqueado las carreteras, paralizado el aeropuerto y, a veces, degenerado en violencia. Sin embargo, lejos de ser un problema exclusivamente chino, el caos actual debe ser visto como un indicador de los sistemas capitalistas que no abordan la desigualdad.
En tiempos de crisis, es fácil que la emoción abrume a la razón y que las narraciones dramáticas y engañosas arraiguen. Esta tendencia es ejemplificada por los informes de los medios de comunicación que enmarcan los disturbios como un choque de culturas que simboliza una lucha global más amplia entre la autocracia y la democracia, o referencias a una "lucha entre dos civilizaciones", como dijo el legislador de Hong Kong, Fernando Cheung.
Tales narrativas a menudo tratan la "democracia" como sinónimo de un mayor bienestar, una caracterización que no se ve confirmada por los hechos. Como ha reconocido el politólogo Francis Fukuyama, los sistemas centralizados y autoritarios pueden ofrecer resultados económicos superiores a los regímenes democráticos descentralizados e ineficientes. También vale la pena señalar que funcionarios como Cheung son libres de criticar al Gobierno de China en el escenario internacional.
Aquellos que piensan que el Gobierno de China recurrirá a una represión militar, olvidan el dicho de Sun Tzu de que ganar guerras sin pelear es la "cúspide de la habilidad". El Gobierno chino es muy consciente de que si Hong Kong se convierte en un campo de batalla político o ideológico, la paz y la prosperidad se verán afectadas tanto en la ciudad como en el continente. En vista de ello, está dispuesta a hacer todo lo posible por mantener el acuerdo "un país, dos sistemas" que constituye la base de su soberanía sobre Hong Kong.
El factor que subyace en las protestas es la alta desigualdad que la excolonia sufre
Lo que el Gobierno chino no está dispuesto a hacer es considerar la independencia de la ciudad. Como un padre que trata con un adolescente frustrado, Chi-na ve la agitación actual como un asunto familiar que debe ser resuelto internamente. Los llamamientos de algunos manifestantes de Hong Kong para que intervengan actores extranjeros como Estados Unidos, no solo son inútiles, sino que no aprecian el largo y destructivo historial de los esfuerzos de "construcción de la democracia" liderados por Estados Unidos en todo el mundo, desde América Central hasta Asia Central.
La realidad es que Hong Kong ya está funcionando como un experimento vivo de cómo el Estado de Derecho y la democracia electoral pueden funcionar en el contexto chino. La ciudad ocupa el puesto 16 en el Índice de Estado de Derecho del Proyecto de Justicia Mundial, justo detrás de Japón y por delante de Francia (17º), España (21º) e Italia (28º). En cuanto a la democracia electoral, sin embargo, existen retos importantes, que tienen poco que ver con el continente.
Un factor poderoso, pero a menudo ignorado, que subyace a las frustraciones de la población de Hong Kong, es la desigualdad. El coeficiente de Gini de Hong Kong -en el que cero representa la máxima igualdad y uno la máxima desigualdad- se sitúa ahora en 0,539, su nivel más alto en 45 años. En comparación, el coeficiente de Gini más alto entre las principales economías desarrolladas es de 0,411 (en Estados Unidos).
Esta desigualdad es más patente en el sector de la vivienda. El espacio residencial per cápita en Hong Kong es de solo 16 metros cuadrados, en comparación con los 36 metros cuadrados de Shanghai. Además, mientras que casi el 45 por ciento de los residentes de Hong Kong viven en viviendas públicas de alquiler o subvencionadas, el 90 por ciento de los hogares chinos posee al menos una vivienda.
Sin embargo, a pesar de tener reservas fiscales de más de 1,2 billones de dólares de Hong Kong (147.000 millones de dólares), el Gobierno autónomo de Hong Kong no ha abordado la desigualdad, precisamente debido a la política electoral con la que los manifestantes están tan comprometidos. El Consejo Legislativo de la ciudad -cuyos miembros son elegidos a través de un complicado proceso basado en la representación proporcional- está demasiado dividido política e ideológicamente para llegar a un consenso.
Si Hong Kong se convierte en un campo de batalla político o ideológico, afectaría a todo el continente
Incapaz de impulsar reformas duras para reducir los intereses creados, como está haciendo el Gobierno de China en el continente, el Consejo también es vulnerable a la influencia de los promotores inmobiliarios deseosos de bloquear las medidas que reducirían los precios, como la asignación de terrenos para más viviendas de protección oficial.
Algunas compañías están acumulando grandes cantidades de tierra rural no utilizada, ya sea directamente o a través de compañías ficticias, precisamente para restringir la oferta.
Los manifestantes de Hong Kong creen que no han sido escuchados. Pero son las propias élites de la ciudad, no el Gobierno de China, quienes les han fallado. Los líderes de Hong Kong estaban tan desconectados de la gente común que el movimiento de protesta los tomó por sorpresa, a pesar de las señales de los medios sociales y de la prensa libre (aunque adversaria).
Esto significa que, además de abordar problemas concretos como los altos precios de la vivienda, Hong Kong tendrá que reabrir canales de comunicación entre el público y los responsables políticos. Esto no será fácil, sobre todo porque el movimiento de protesta carece de líderes claros. Pero se necesitará cierto consenso sobre cómo avanzar como comunidad para asegurar la legitimidad del Gobierno mientras implementa las reformas necesarias.
Hong Kong necesitará tiempo para recuperarse de estos meses de agitación. Pero todos los chinos, desde Pekín hasta la excolonia, saben que no hay soluciones rápidas ni batallas decisivas. El progreso es una serie interminable de pequeños pasos, muchos de los cuales, deben darse en condiciones difíciles. La única manera de tener éxito es con humildad, paciencia, sabiduría y un sentido de destino compartido.