Desde el 24 de febrero pasado, fecha en que estalló la guerra, el foco inversor se ha trasladado a Ucrania. Las negociaciones con Rusia y los avances hacia un posible fin del conflicto se siguen minuto a minuto. Junto con la guerra, han entrado en escena nuevas preocupaciones, urgencias y prioridades para los mercados, entre ellos unos precios disparados de las materias primas, y unos problemas de suministro graves.
Ahora bien, ¿puede este conflicto bélico alejar del foco a la inversión sostenible? ¿Es posible que paralice unos flujos que en los últimos tiempos no han hecho sino crecer? Esta cuestión la han abordado los participantes en el último consejo editorial de elEconomista Inversión sostenible y ESG, el portal web sobre inversión responsable de elEconomista. Los expertos están de acuerdo en que la guerra no paraliza, sino que acelera, la transición ecológica y el ESG.
Lo explica Rosa Duce, chief investment officer (CIO) de Deutsche Bank en España: "Todo lo que tiene que ver con la transición energética se va a acelerar. Europa se ha dado cuenta de que es demasiado dependiente energéticamente, y esa transición, que inicialmente se quería realizar poco a poco, va a tener que llevarse a cabo mucho más deprisa. Las energías alternativas van a recibir mucha inversión", señala.
"El conflicto impulsa ese proceso pero, al mismo tiempo, permite que las energías 'marrones' dejen de ser vistas como demonios", comenta Luis Buceta (CFA Society Spain)
Luis Buceta, vicepresidente de CFA Society Spain y director de inversiones de Creand AM, está de acuerdo en que "existe una voluntad de que este proceso [de transición ecológica] se acelere". Los planes de inversión pública y los fondos para la reconstrucción "estarán cada vez más dedicados a esta temática, lo que, sin duda, la impulsará. Cuestión aparte será su coste". Buceta enfatiza que el conflicto también hará que las energías marrones dejen de ser vistas como demonios: "En Europa se está quemando carbón, es necesario; la descarbonización de la economía está muy bien como objetivo, pero añade presiones inflacionistas, ya que requiere muchas inversiones", agrega. El shock que ha supuesto la guerra ha cambiado el tablero de juego.
También José Carlos Méndez, dircom de Evo Banco, considera que, desde que comenzó la guerra, "los viejos conceptos de buenos y malos energéticamente hablando se están reformulando". Hasta hace poco, "se observaba una división entre unas petroleras que estaban en la lista negra, y otro tipo de compañías [de energías limpias] que parecían revestidas de una cierta santidad; ahora eso ya no existe, lo que hay son compañías con estrategias más o menos sofisticadas". Desde Evo Banco están observando una "sensibilidad importante" por parte de los clientes hacia lo que representa la inversión en base a criterios ambientales, sociales y de buen gobierno (ESG, por sus siglas en inglés).
"Al poco de comenzar la guerra, la la Agencia Internacional de la Energía presentó un plan para reducir la dependencia del gas ruso" que incluye a las renovables, destaca Sebastián Velasco (Fidelity)
"Esta guerra acelera la transición energética, y supone además una presión añadida que pone de relieve lo complicado y costoso de movernos hacia esas energías en un contexto, además, en el que se están produciendo cuellos de botella en los suministros", añade Silvia García-Castaño, directora general de Inversiones y Productos de Tressis. También para poner en marcha plantas fotovoltaicas o eólicas se necesitan unos componentes que están sufriendo esos problemas, "así que una cosa es la voluntad, y otra la rapidez con que se produzca este proceso", señala. En opinión de Sebastián Velasco, director general de Fidelity para España y Portugal, países y empresas quieren "mitigar su exposición al aumento de los precios del petróleo y el gas" mediante "un mayor uso de alternativas de menor coste, como las renovables y la inversión en energía nuclear".
Al poco de comenzar la invasión de Ucrania, la Agencia Internacional de la Energía presentó un plan de 10 puntos para reducir la dependencia del gas ruso, en el que aboga por "usar otros proveedores de gas e incrementar su almacenamiento, la aceleración del desarrollo de la energía eólica y solar, la maximización de la generación de energía a partir de la bioenergía y la energía nuclear, y la aceleración del despliegue de bombas de calor para sustituir las calderas de gas", destaca Velasco. La UE anunció, casi al mismo tiempo, un plan para lograr la independencia energética "mucho antes de 2030" mediante, entre otras medidas, una adopción más rápida de las renovables. A largo plazo, por tanto, "esperamos que el movimiento estructural hacia el cero neto acelere la transición energética", añade.
La regulación ESG sigue ahí
La normativa de la UE dentro de su Plan de Finanzas sostenibles también será clave para que los flujos inversores sigan dirigiéndose hacia estas temáticas, como han hecho en los últimos años. En este sentido, poco cambia con la guerra. En palabras de Rosa Duce, "lo que ocurra en Ucrania no paraliza la regulación sobre ESG. En 2021 entró en vigor el Reglamento de Divulgación, y en 2022, desde agosto, tendremos que preguntar a los clientes si quieren incluir criterios sostenibles en sus inversiones. Esto está aquí para quedarse", apostilla.
El nuevo debate: qué excluir
Jordi Mercader, CEO de inbestMe, explica que la guerra en Ucrania ha abierto un nuevo diálogo con algunos inversores, que han comenzado a interesarse por cómo afectan a su cartera las cuestiones geopolíticas. "Nos plantean cuestiones como en qué países estamos invirtiendo, o si es posible excluir a estados en los que el nivel democrático es débil". Después de años de brutal globalización, se ha abierto, explica, una etapa de una cierta "desglobalización" o "regionalización".
En el caso de inbestMe, roboadvisor que invierte en índices bursátiles, Rusia ha salido de las carteras de forma automática, al haber sido excluida de los principales selectivos tras iniciar la guerra, "pero los inversores nos preguntan cuál es su exposición a China, un país cuya posición en el conflicto no está muy definida".
"El 36% de los fondos clasificados como 'artículo 8' y más del 20% de los 'artículo 9' invierten en defensa; pero en muchas carteras, está vetada", advierte García-Castaño (Tressis)
¿Dónde está el límite? ¿A cuántos países habría que excluir para que las carteras estuviesen completamente libres de controversias? China, en concreto, es piedra angular en los índices de emergentes, y será muy complicado excluirla. Jordi Mercader comenta que desde inbestMe intentan hacer una labor didáctica y trasladar al inversor que esto "no es la perfección", aunque añade que en esta fintech eligen los índices ESG más excluyentes, es decir, los más restrictivos con sus filtros de exclusión.

También encuentra García-Castaño que la guerra introduce una conversación distinta, y abre un debate, "dentro del sector, y con el cliente institucional" sobre el tamiz para dejar determinadas cuestiones fuera de las carteras. "El 36% de los fondos clasificados como artículo 8 en el Reglamento europeo de Divulgación [los que promueven características de sostenibilidad] invierten en defensa, algo que también hace más del 20% de los artículo 9 [fondos de impacto]". Pero en muchas carteras, está vetada. Actualmente "se ha abierto una conversación, y un debate en muchos foros, sobre si la defensa puede estar o no en una cartera totalmente responsable. Este es, en mi opinión, el gran cambio que ha introducido esta guerra".
El razonamiento es el siguiente: si uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas es la defensa de la paz, ¿realmente tiene sentido excluir la defensa, si invirtiendo en ella se puede proteger la paz en un país en conflicto?
¿Y qué hay de mi rentabilidad?
La otra gran pregunta que el conflicto ha puesto de nuevo en la palestra es ¿voy a renunciar a parte de la rentabilidad si invierto en ESG? En palabras de Rosa Duce, CIO de Deutsche Bank en España, "esa va a ser la pregunta número uno del inversor". Los estudios realizados hasta el momento demuestran "que efectivamente los fondos sostenibles se comportan igual o incluso mejor que los tradicionales. El problema es que la gente mira en el corto plazo y, esto, en las últimas semanas, no ha sido así, porque [en el periodo bélico] energéticas y petroleras lo han hecho mejor. Pero no te puedes fijar en el corto plazo", apunta.
Víctor Alvargonzález, socio fundador de Nextep Finance, considera que el conflicto bélico que atraviesa Ucrania abrirá los ojos de muchos inversores, y permitirá "que se den cuenta de que el criterio de sostenibilidad no está pensado tanto para la rentabilidad, sino para la tranquilidad de quienes quieren llevar a cabo una inversión responsable y que respeta determinados principios". Alvargonzález es la voz discordante en este consejo, al considerar que aquellos inversores "a los que les convencieron de que los criterios ESG eran motores de rentabilidad" se irán dando cuenta "de que no siempre es así, y entre ellos probablemente sí que se vea una disminución de interés". Y aumentará el interés por los activos, sectores y países con mejores expectativas de revalorización, con independencia de que esos fondos cumplan o no criterios ESG, afirma.
Tanto en el caso de Tressis -que gestiona carteras sostenibles desde 2014- como en de inbestMe -que ofrece carteras indexadas ESG desde 2015-, los datos de rentabilidad hablan mejor de los fondos responsables. Así lo revelan también los datos de multitud de estudios llevados a cabo en los últimos años. Pero es cierto, según pone de relieve Luis Buceta, que ese track record todavía es corto: "No contamos, a día de hoy, con unos datos históricos longevos" que permitan extraer conclusiones sólidas. Al mismo tiempo, es difícil dilucidar hasta qué punto ese mejor comportamiento del mundo ESG tiene que ver con el componente growth (crecimiento) que caracteriza a estos valores. Será necesario esperar: el tiempo dirá si también son más resistentes en plazos más largos.