
Nunca antes se había visto tal cosa en la política estadounidense. La disciplina interna de los partidos que filtraba a los aspirantes buenos de los de 'relleno' ha desaparecido definitivamente y la teórica debilidad de Donald Trump ha conseguido que todos los políticos demócratas con una mínima esperanza de convertirse en presidente decidan lanzarse al ruedo y presentar su candidatura a las elecciones de 2020.
En total, ya hay 24 nombres, un récord histórico. Y la cifra no deja de crecer, pese a que los favoritos llevan ya meses en campaña (o algunos, como Joe Biden, en una precampaña mal disimulada) y la mayoría de los aspirantes más recientes no parecen tener oportunidad alguna frente a ellos.
El último en sumarse fue el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, el pasado 16 de mayo, con la promesa de "poner a los trabajadores primero" y subir el salario mínimo a 15 dólares la hora. Pocos días antes se había presentado Steve Bullock, gobernador del estado de Montana, un territorio tradicionalmente republicano. Su argumento es que un político capaz de ganar en terreno conservador es la figura perfecta para enfrentarse a Trump.
El problema de ambos es que ya hay al menos tres candidatos más con sus mismos argumentos. Y prácticamente cada aspirante tiene ya al menos dos 'clones', con experiencia similar y promesas parecidas. De hecho, en las encuestas, apenas 7 candidatos superan el 2% de apoyo, y solo dos superan el 10%: el exvicepresidente centrista Biden, líder destacado por encima del 30%, y el senador izquierdista Bernie Sanders, que ronda el 20%.
Justo por debajo del límite del 10% está la también senadora izquierdista Elizabeth Warren, liderando la 'segunda fila' de aspirantes con alguna posibilidad si logran destacar en los debates: el diputado Beto O'Rourke, el alcalde gay Pete Buttigieg y los senadores Kamala Harris y Cory Booker.
Los debates, el primer obstáculo
Por detrás, un pelotón de 17 políticos poco conocidos luchan solo por clasificarse para los debates televisivos que comienzan el próximo 25 de junio, para los que se pide tan solo un 1% de apoyo en tres encuestas diferentes. Puede parecer poco, pero seis de los aspirantes ni siquiera han logrado alcanzarlo todavía. Entre ellos, un exsenador de 89 años que abandonó su cargo en 1981, un alcalde de un municipio de 100.000 habitantes de Florida, varios diputados rasos sin proyección, una escritora y activista, y un empresario y filántropo con arrastre en Silicon Valley.
Hasta ahora, la mayor cifra de aspirantes se había dado en las primarias republicanas de 2016, en las que 17 aspirantes se apuntaron. El ganador, pese a la enorme variedad, acabó siendo el más conocido de ellos, tras haber liderado las encuestas desde el verano de 2015: Trump.
Los analistas, de hecho, argumentan que la enorme cantidad de candidatos casi clónicos con propuestas prácticamente intercambiables va en contra de los menos conocidos, que apenas tienen posibilidades de destacar entre el barullo. Los debates intentarán darle un espacio a todos, pero la pregunta que flota en el ambiente es cuántos de ellos llegarán siquiera a otoño, cuando se endurezcan los requisitos para ser invitados a los debates y muchos empiecen a quedar fuera.
La clave final estará en las dos primeras votaciones: los 'caucus' de Iowa y las primarias de New Hampshire, que se celebrarán en febrero del año que viene. En la primera se requiere un mínimo de un 15% de los votos para recibir compromisarios -los que votarán al candidato en la convención de julio de 2020-, y, matemáticamente, solo un máximo de 6 de los aspirantes pueden alcanzar ese límite. Los que caigan allí, si no logran quedar en el podio de New Hampshire dos semanas después, habrán visto terminar sus carreras presidenciales. La 'masacre' de candidatos puede ser histórica este año.