"El 2020 va a ser un año fantástico para Reino Unido". Con estas fatídicas palabras celebraba el primer ministro británico, Boris Johnson, el año nuevo hace 356 interminables días. A falta de 10 días para empezar 2021, y tras batir un récord de caída del PIB que había aguantado más de 300 años, el siguiente parece avecinarse más fantástico todavía: con un bloqueo aéreo y comercial, sin ningún acuerdo comercial ni opciones de ampliar el periodo transitorio del Brexit y con los casos de covid disparados por la nueva cepa del virus. Un panorama que nadie sabe si se podrá soportar sin un caos total.
En apenas cuestión de horas, Johnson anunció el confinamiento de Londres y el sur de Inglaterra durante las próximas dos semanas por el crecimiento descontrolado de la nueva cepa del virus Sars-Cov-2. En respuesta, numerosos países europeos -entre ellos ya España- cancelaron los viajes a la isla, e incluso Escocia cerró la frontera interna con Inglaterra. Francia fue más allá y cerró el Eurotúnel por completo, dejando varados a miles de camiones a ambos lados y amenazando con desabastecer a algunos sectores económicos que dependen de las compras a muy corto plazo, como la alimentación fresca.
Todo eso cuando ya se han roto todas las fechas límite para tramitar un acuerdo comercial con la UE. Este domingo, el Parlamento Europeo confirmó que ya no hay tiempo, de ninguna manera, para que los eurodiputados debatan un tratado antes del 1 de enero. Esto significa que cualquier pacto -si es que llega a completarse, que no está garantizado- deberá apoyarse en las medidas de emergencia que ya ha aprobado Bruselas para evitar el caos total el 1 de enero. Una fecha que ya no se puede prorrogar de ninguna forma: tanto Johnson como el líder de la oposición, Keir Starmer, se han mostrado de acuerdo en que el pacto debe ser ahora o nunca.
Heridas a largo plazo
"Si le hubieras pronosticado este presente a alguien durante el referéndum del Brexit, te hubieran acusado de ser el alarmista más extremo del 'Proyecto Miedo' para aterrorizar a los votantes", explica el periodista Ian Dunt. La combinación de factores que se han juntado pueden causar heridas de muy larga duración en la economía y la sociedad británicas.
Por un lado están las elecciones autonómicas de Escocia del próximo mayo, en las que los independentistas esperan arrasar y acercarse al 60% de los votos, poniendo en la picota al unionismo británico. A eso se le suma una recesión mucho más grave de lo estimado por el efecto de la tercera ola, que, según avisó el Ejecutivo en sus previsiones, puede traducirse en cinco años sin crecimiento económico si al final no hay acuerdo del Brexit.
Mientras, Johnson ha visto esfumarse su ventaja en las encuestas, que llegó a ser de más de 20 puntos sobre los laboristas a principios de año, y teme sufrir un duro castigo en las elecciones municipales, que también se celebrarán en mayo. Entre eso y las rebeliones en su bancada, dividida entre partidarios y detractores del confinamiento o del Brexit sin acuerdo, no es descartable que el premier acabe siendo depuesto en los próximos meses si la situación no mejora.
Lo único que está claro es que en 10 días habrá, por fin, Brexit. La gran pregunta es si alguien se imaginaba todo lo que iba a traer aparejado. Y si Johnson, un político de peso ligero acostumbrado a manejar los 'buenos tiempos', puede hacerse cargo de uno de los momentos más delicados de la historia británica. El futuro a medio plazo del país puede decidirse en las próximas dos semanas.