Desde 2016, Reino Unido lleva metido en una sucesión de momentos épicos, reuniones decisivas y momentos clave, que algunas veces van a alguna parte, y otras -la mayoría- acaban en nada. Este miércoles se reúnen la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el primer ministro británico, Boris Johnson, en Bruselas, para intentar desbloquear las negociaciones del Brexit antes de la reunión de los Veintisiete este jueves. Y sobre la mesa hay tres posibles escenarios: desde la fumata blanca definitiva hasta la ruptura final, pasando por la enésima patada hacia adelante.
El principal problema de Johnson, al fin y al cabo, es que no hay tiempo material para negociar y tramitar el acuerdo antes de fin de año. El tren pasó en noviembre y, a estas alturas, lo más a lo que puede aspirar Londres es a completar la negociación y buscar alguna solución temporal para hacer la vista gorda y empezar a aplicarlo el mismo 1 de enero, antes incluso de completar su ratificación. Si no hay nada firmado para entonces, Reino Unido se enfrenta al caos más absoluto tras la Nochevieja. Si no hay avances esta tarde, será la hora del pánico.
Opción 1: Ya hay acuerdo
El escenario más optimista es que haya, por fin, un pacto. Los principales obstáculos al acuerdo, ahora mismo, dependen de la voluntad política de Johnson. El premier debe aceptar que la UE imponga exigencias mínimas de impuestos, derechos laborales y legislación medioambiental al Reino Unido para evitar una competencia desleal desde el otro lado del Canal de la Mancha; y permitir que sea la Justicia europea -o un tribunal ad hoc a medias entre ambas partes- la que decida si se cumplen los artículos del tratado.
En principio, estas exigencias rompen el objetivo principal de los brexiters, que es conseguir la soberanía absoluta y romper todos los amarres con Bruselas. Pero cambiar un kilo de soberanía extra por aranceles en los productos ganaderos y los coches que exporta la isla es un negocio ruinoso que, según admitió el propio Gobierno inglés, podría sumir al país en una crisis de la que no saldría hasta 2026.
Johnson hizo un gesto el martes, retirando su amenaza de romper unilateralmente el tratado de Salida de la UE firmado el mes de noviembre pasado, en lo que respecta a Irlanda del Norte. La visita del premier a Bruselas puede ser el marco idóneo para dar el paso definitivo: una renuncia ideológica a cambio de un beneficio económico para el país. Si eso ocurre, el Partido Laborista británico ya ha anunciado que votará a favor, dejando a los diputados conservadores más radicales fuera de juego en la tramitación del pacto. Johnson solo tiene que empujarla.
Opción 2: Ruptura total
El problema con el escenario anterior es que Johnson ha sido, desde el principio, uno de esos brexiters radicales que le hicieron la vida imposible a la ex primera ministra Theresa May exigiendo una ruptura lo más fuerte posible. Cuando su asesor principal, Dominic Cummings, abandonó Downing Street el mes pasado, su entorno dejó claro que no por deshacerse de los euroescépticos más radicales se iba a acercar más a Bruselas. Así que es perfectamente posible que Johnson vaya a la reunión a certificar que no piensa moverse lo más mínimo de sus posiciones, y que si la UE no va a moverse tampoco, no hay nada más que hacer.
Esta opción es relativamente poco probable porque Johnson ya ha roto todas las fechas límite que se autoimpuso y ambas partes saben que no gana nada levantándose de la mesa y quedando como el 'malo' de la película. Pero la posibilidad está ahí, y si el comunicado final apunta a una ruptura definitiva, será hora de poner en marcha todos los mecanismos de emergencia. Países como España verán golpeada su economía, con un gran peso del comercio con Reino Unido, y la isla se podrá enfrentar a escasez de alimentos, medicinas o electricidad en los próximos meses. Pero al menos habrá unas semanas para prepararse para el choque.
En esa situación, eso sí, cualquier opción de un acuerdo comercial quedará enterrada durante años. Como mínimo hasta que Johnson abandone Downing Street, suponiendo que no le reemplace alguien igual de euroescéptico. Unos años de guerra fría económica en el Canal de la Mancha que pueden terminar con el Reino Unido cayéndose a pedazos: en esa situación, es complicado imaginar otra cosa que no sea una victoria decisiva de los independentistas escoceses en sus elecciones el próximo mes de mayo y de los republicanos irlandeses en Irlanda del Norte en 2022.
Opción 3: Patada hacia adelante
Pero si algo llevan haciendo ambas partes en todas las reuniones clave es dar patadas hacia adelante. Nadie se atreve a ser el que dé el paso definitivo para cerrar la negociación ni a ser el que se levante de la mesa. Johnson está convencido de que si espera hasta el último día, la UE acabará cediendo en una cumbre de tres días. Por su parte, Bruselas ha comprobado que Londres es el que ha cedido siempre en el último momento, en todas las negociaciones hasta la fecha. Así que todos pueden decidir dar pasitos tímidos para dejar la negociación abierta, esperando que sea el otro el que ofrezca la cesión final según se acerque el día 31.
Según Reuters, fuentes cercanas a Von der Layen esperan que esta sea la opción final: "El posible resultado que se espera de la cena es que se necesitan más conversaciones, que un acuerdo todavía es posible", dijeron.
En ese caso, será ya absolutamente imposible tramitar nada antes de la fecha límite y será fundamental buscar un 'puente' temporal para que Reino Unido no se despeñe por el barranco en enero, uno que aguante más de unos días. Y habrá que repetir este mismo proceso dentro de una, dos o tres semanas. Igual Johnson se toma las uvas en Bruselas, en un pulso por ver quién es el que resiste más sin ceder en el punto final ni levantarse.