Cualquiera que mire a la calamitosa gestión de la crisis provocada por el virus SARS-Cov-2 en EEUU y la inexplicable cabezonería del presidente de EEUU, Donald Trump, a la hora de tomar medidas para frenar su expansión puede sentirse desconcertado. Es difícil entender cómo un país tan rico y avanzado es incapaz de detener el virus, realizar grandes campañas de salud pública y gestionar el cierre y reapertura de locales según varía la situación. Pero el propio Trump lleva varios explicando la razón de todo ello: en su opinión, el coronavirus y sus efectos no son más que una conspiración para destruir la economía del país justo antes de las elecciones y hundir su campaña electoral.
"Las mentiras más indignantes son las que hay sobre el Covid-19. Todos mienten. El Centro de Control de Enfermedades, los medios, los demócratas, nuestros doctores (no todos pero sí la mayoría), y nos dicen que nos fiemos de ellos. Creo que todo es por la economía, para evitar que remonte, y todo es por las elecciones. Estoy harto de ello". Este tuit del presentador conservador Chuck Woolery, que retuiteó Trump nada más verlo, describe de forma clara y concisa lo que ronda la mente del presidente, que en su último mitin pidió "frenar los tests" para ralentizar el crecimiento de los nuevos casos registrados, que está batiendo récords.
La primera consecuencia es que Trump y su entorno han redoblado los ataques contra el director del Centro de Enfermedades Contagiosas, el doctor Anthony Fauci, mandando ataques anónimos -"fuentes de la Casa Blanca"- contra él a los principales medios del país. Y a cara descubierta, el director de comunicaciones de Trump, Dan Scavino, le acusó de "ser un cobarde que filtra a la prensa" y de estar queriendo "extender el miedo para provocar un confinamiento indefinido, el cierre de escuelas y la suspensión de los partidos de fútbol americano".
Por supuesto, si eso acaba ocurriendo, es porque la situación real es calamitosa. El estado de Florida lleva varios días registrando más casos en una sola jornada que Corea del Sur desde que empezó la pandemia (13.000), y batiendo de lejos al peor día de España (9.200), pese a tener la mitad de población. En Texas, que también está batiendo récords negativos, los expertos están avisando de que se están subestimando las muertes. Un camino similar llevan en Arizona, Georgia o California.
La diferencia es que, mientras que en este último, de gobierno demócrata, se ha vuelto a aprobar un confinamiento y cierre generalizado de locales para frenar la segunda ola, en todos los anteriores, de gestión republicana, los gobernadores están aún debatiendo sobre el uso de mascarillas, ante el miedo de enfadar a Trump. Y los datos se ven en las encuestas: las cifras de aprobación de los dirigentes en estos estados se están hundiendo a marchas forzadas, y los demócratas han logrado empatar en la media de sondeos en Texas, el corazón de la América conservadora y un bastión republicano desde 1976.
Vuelta al trabajo ya
Pero mientras la crisis sanitaria aumenta, la obsesión central de Trump es volver a la normalidad cuanto antes, para poder hacer campaña presumiendo de los datos económicos en vez de verse reducido a los comentarios que hizo este lunes el senador republicano Thom Tillis: "Los estadounidenses recuerdan lo bien que estábamos en febrero antes de la crisis, y por eso nos van a votar", dijo. El propio Trump anda preocupado por la falta de energía de su campaña y, tras el fracaso de su mitin en Oklahoma el mes pasado por falta de audiencia, canceló otro en New Hampshire el pasado sábado, alegando mal tiempo (hizo sol y poco viento toda la tarde).
El problema, como no se hartan en repetir los expertos, es que si la economía se ha hundido es, precisamente, por la expansión del virus. Pero Trump, que desde el primer día insistió en que el Covid-19 era "un bulo de los demócratas", que "desaparecería como por milagro" en poco tiempo, y que lleva meses prometiendo medicinas y vacunas de forma inminente, ha decidido fingir que el virus no existe e intentar volver a la normalidad.
Así, este martes, la Casa Blanca anunció la puesta en marcha del programa "Busca algo nuevo" para animar a los 17,8 millones de parados de EEUU -según los datos de junio- a buscar algún nuevo empleo. Y si sus trabajos han desaparecido por culpa de la pandemia, el programa les sugiere cambiar de vida completamente y, por ejemplo, "buscar empleo en el sector tecnológico".
Para empujar a ello, los legisladores republicanos han anunciado que no apoyarán la renovación del programa de subsidios por desempleo para la gente que perdiera el trabajo por culpa de la pandemia, de 2.400 dólares al mes, porque "anima a la gente a quedarse en casa en vez de salir y buscar otro trabajo", según el presidente del Senado, el republicano Mitch McConnell. Precisamente, por otra parte, el objetivo por el que se creó.
Políticamente, todo esto solo se explica porque el único campo de su gestión en el que Trump aún tiene una aprobación en números positivos es en la economía, mientras que en cualquier otro tema -ley y orden, sanidad, gestión del virus, problemas raciales, imagen personal- el magnate está en unos números rojos cada vez más abultados. El presidente quiere llevar el debate a su terreno, en vez de estar todo el día pendiente de la pandemia. Pero el riesgo es que el virus no desaparezca como por milagro y que, en septiembre, con las urnas a punto de abrirse, el paro siga creciendo por los confinamientos -obligatorios o voluntarios-, la pobreza aumente por falta de ayudas, los padres se encuentren con una crisis masiva en los colegios y los deportes sigan suspendidos. El riesgo de apostarlo todo a la carta de que el virus es solo una conspiración es que cuanto más real sea el virus, más inexplicables y calamitosos serán los resultados de la no-gestión de Trump. Y solo quedan tres meses para que casi todo el país tenga las urnas ya abiertas.