
Las primarias presidenciales del Partido Demócrata, que ya habían batido todos los récords en número de aspirantes, no se conforman y quieren dejar la marca lo más alta posible. Después de que diez candidatos abandonaran la carrera, dejando solo a 17 políticos en brega, varias figuras que habían optado por no presentarse en su momento parecen haber decidido que quedan muy pocos nombres en la lista y que es hora de añadir más a una papeleta que apunta a ser gigantesca. Los últimos, el exalcalde de Nueva York y empresario Michael Bloomberg, y el exgobernador de Massachussets Patrick Deval.
Una de las características de estas primarias es que no hay un dominador claro, al contrario que en 2016, cuando la ex secretaria de Estado Hillary Clinton dominaba con puño de hierro en las encuestas, superando ampliamente el 60% de intención de voto. Y es normal, ya que hay tal variedad de opciones que es muy difícil que nadie se destaque.
El favorito, por el momento, es el exvicepresidente Joe Biden, algo por encima del 25% de apoyo, seguido de los senadores izquierdistas Elizabeth Warren (sobre el 20%) y Bernie Sanders (superando el 15%), con el alcalde Pete Buttigieg en el 7%. Detrás, un pelotón gigantesco de políticos por debajo del 5%. Alcanzar la cabeza, en otras palabras, no parece tan descabellado. Y esa supuesta debilidad del grupo de cabeza está animando a que sigan apareciendo nuevos aspirantes de debajo de las piedras, sobre todo moderados que ven con preocupación la fuerza de Warren y Sanders.
Algunos dirigentes y donantes demócratas están "preocupados" ante la incapacidad de Biden de abrir brecha
La pasada semana, Bloomberg presentó su candidatura para las primarias en Alabama y Michigan, dos estados que no son clave pero en los que quiere estar presente en caso de que confirme su decisión de competir a nivel nacional. Y este miércoles, Deval, un afroamericano, anunció que se está planteando la entrada en la carrera, para ofrecer una alternativa a los votantes de color.
Todo esto después de que el New York Times publicara un artículo en el que afirmaba que algunos dirigentes y donantes demócratas estaban "preocupados" ante la incapacidad de Biden de abrir brecha con Warren y Sanders. Según el medio, estarían planteándose pedirle a Clinton que vuelva a presentarse o apostar por el exfiscal general Eric Holder, también negro, para intentar asegurarse el voto de las minorías.
El problema es que los votantes no parecen tener ninguna especial ilusión por todos esos nombres. En su primera encuesta, Bloomberg atrajo el apoyo de apenas un 2% de los votantes demócratas, pese a ser una figura conocida para el gran público. Y los sondeos que han preguntado sobre la variedad de candidatos han registrado que una aplastante mayoría de votantes cree que ya hay suficientes aspirantes de nivel y no hacen falta más.
Y una entrada tan tardía hará muy difícil que todos estos nombres de última hora puedan hacer campaña gratis en televisión. Para ir a los debates, principal escaparate para todos ellos, hace falta recibir 200.000 donaciones de fondos distintas por todo el país y sumar más de un 4% de apoyos en al menos cuatro encuestas. La primera cifra es inalcanzable para cualquier recién llegado que no sea una 'estrella del rock', y es difícil imaginar a ninguno de los nombres que flotan alcanzando un apoyo tan alto en las encuestas pese a partir desde cero cuando apenas cuatro personas han logrado hacerlo hasta ahora.
Lo que está claro es que los votantes demócratas no pueden quejarse de variedad: hay políticos de todas las etnias y sexos, con toda clase de experiencia política, de todas las regiones del país y desde el extremo izquierdo de la política estadounidense al centro más moderado. Añadir más perfiles muy similares a los que ya hay probablemente no sea la solución mágica para debilitar a Warren y Sanders.
En ese sentido, algunos analistas se preguntan por qué multimillonarios como Bloomberg o el candidato Tom Steyer no prefieren gastar decenas de millones en impulsar a figuras contrastadas como los senadores Cory Booker o Amy Klobuchar en vez de presentarse ellos y dividir el voto de los candidatos minoritarios a los que ya les está costando destacar. Las urnas se abren en febrero, y nadie sabe cuántas decenas de aspirantes estarán en unas papeletas dignas de ir a un museo.