
Desde hace algo más de un mes, las alarmas estaban sonando en el Partido Conservador británico. La circunscripción rural galesa de Brecon y Radnorshire celebraba una elección clave que podría reducir la mayoría parlamentaria del Gobierno, ahora dirigido por Boris Johnson, a su mínima expresión. Y las predicciones se cumplieron: por apenas 1.425 votos de diferencia, los europeístas Liberal-Demócratas (LD) recuperaron un escaño que habían perdido en 2015 y dejaron a Johnson con una mayoría minúscula de un solo diputado. La estabilidad del Gobierno y el Brexit penden de un hilo.
El resultado, anunciado de madrugada, marcó un récord para Johnson: es la derrota más temprana de un nuevo primer ministro en las urnas, apenas 8 días después de su investidura. Y demostró el riesgo de la división en un sistema en el que el escaño va a al candidato más votado, independientemente de los votos que tenga: mientras los nacionalistas galeses y los Verdes retiraron sus candidaturas para apoyar a los LD, el voto pro-Brexit se dividió en tres partidos ('tories', 'brexiters' y la extrema derecha del UKIP). Como resultado, pese a que los partidarios de la salida dura sumaron conjuntamente el 51% de los votos entre los tres partidos, los europeístas se llevaron la victoria con apenas el 43%. Entre medias, los laboristas, que fueron aplastados por el voto útil hasta el 5%.
Así, el gigantesco condado rural galés -con un terreno más grande que Luxemburgo- enviará a la liberal Jane Dodds al Parlamento en lugar del 'Tory' Chris Davies, que perdió su escaño tras ser condenado por falsificar las facturas de gastos para decorar su oficina y se vio obligado a defender su acta en las urnas. No pudo. Y las consecuencias de su fraude -de apenas 700 libras- pueden sacudir a Europa en los próximos meses.
Vivir en el alambre
El principal efecto de este resultado es que Johnson, en la práctica, gobierna en minoría. Técnicamente aún tiene un escaño de margen (320 a 319), y podría contar con el apoyo de un par de conservadores independientes, como Charlie Elphicke, exdiputado 'Tory' suspendido de militancia tras ser procesado por abusos sexuales y que se enfrenta a la justicia el próximo 6 de septiembre.
Pero la realidad es que la cantidad de rebeldes entre sus filas es lo suficientemente grande para poner en peligro cualquier votación de cualquier tema. Desde ahora, Johnson no puede dar por sentada su victoria en ningún debate, ni siquiera en una moción de censura, ya que hasta 5 diputados 'tories' están pensando cambiarse de bando a los LD. Uno de ellos lo anunció públicamente en un 'podcast': Philip Lee, exsecretario de Estado y partidario de un segundo referéndum, dijo que se pasará agosto "meditando" si hacerse tránsfuga, como ya hicieron otros tres diputados conservadores en febrero.
Y eso lleva al Brexit. Con estos números, es imposible aprobar ningún tipo de salida de la UE. Ni con acuerdo, ni sin acuerdo, ni nada. Salvo que recurra a las tretas más oscuras imaginables para imponer una decisión en contra de la voluntad del Parlamento sin que estos puedan evitarlo, no queda ninguna opción para resolver el Brexit que sea factible.
Por no poder, Johnson ni siquiera puede ya convocar elecciones. La oposición tiene derecho de veto a la hora de anticipar unos comicios, y difícilmente los aceptará hasta que el primer ministro haya tomado la que probablemente sea la decisión más dura de su vida: qué hacer el 31 de octubre.
El 'trilema' de Boris
El mayor problema del primer ministro es que está atrapado entre dos facciones a las que amenazan con irse sus votantes y a las que no puede contentar simultáneamente: por un lado, los LD, más moderados y pro-europeos, que apuntan a un tercio de los votantes 'tories'. Y por otro, el Partido del Brexit, partidario de la salida más radical, con el que flirtean un 50% de los votantes conservadores.
Si Johnson ha logrado remontar en las encuestas en la última semana -unos 10 puntos- es por su promesa de que el 1 de noviembre, Reino Unido saldrá de la UE, sin apenas coste económico y sin aprobar el acuerdo negociado por Theresa May.
Y el problema es que solo puede cumplir dos de estas tres condiciones a la vez. Si aprueba el acuerdo de May saldrá en fecha y sin un gran coste, pero los 'brexiters' le tacharán de traidor. Si aplaza la fecha para negociar un nuevo acuerdo, el ala derecha estallará en furia. Y si sale en su fecha pero sin acuerdo, habrá un caos económico histórico, que el propio Gobierno advirtió ayer que podría resultar en una recesión y en escasez de alimentos o medicinas. Difícilmente el mejor escenario para el Gobierno en unas nuevas elecciones.
La mejor solución de Johnson es convocar unas elecciones antes de octubre, con las que buscar una mayoría decente con la que aprobar algún tipo de Brexit y gobernar. Pero si la oposición le obliga a esperar hasta noviembre por lo menos, corre el riesgo de ser arrollado, bien por los LD con el apoyo de votantes moderados que se sientan traicionados por Johnson, bien por los laboristas gracias a la división del voto conservador hacia los 'brexiters', según la decisión que tome sobre el tipo de Brexit final.
Aunque al menos le quedará el consuelo de que todo podría ser peor. El UKIP, el partido que lideró el populista Nigel Farage durante casi dos décadas y que fue fundamental en la celebración del referéndum de 2016, terminó este jueves en último lugar, tras dos años escorándose hacia la extrema derecha. Con 242 votos, fue superado por el Partido Oficial del Monstruo Delirante Chiflado, con su candidata Lady Lily la Rosa, con su eslogan "Si no sabes qué pensar, vota rosa", lo que hicieron 334 ciudadanos. Al menos el sentido del humor británico sigue vivo.