
La elaboración de los Presupuestos ha permitido que los españoles, que serán los que paguen la fiesta del aumento del gasto público, comprueben el estado de salud de los dos bloques ideológicos que hay actualmente en el espectro político del país: el de la mayoría de izquierdas, nacionalista e independentista, y el de la minoría de centro y conservadora que perdió el poder el pasado junio. Mientras unos pactan y llevan al Congreso las primeras cuentas del post marianismo, los otros discuten sobre quién hace mejor la labor de oposición. Y todo ello con el horizonte inmediato de unas elecciones en Andalucía y unas municipales, autonómicas y europeas en la próxima primavera que pondrán a prueba el estado de los materiales en uno y otro bando.
Podemos condiciona los PGE y logra que incluyan medidas que llevan al PSOE a posiciones radicales en economía que los propios socialistas han rechazado más de una vez, El propio Pedro Sánchez confesó en Antena 3 en 2014 que "ni antes ni después pactaría con el populismo, porque el final del populismo es la Venezuela de Chávez". Hablamos de un presidente que nos ha acostumbrado a hacer de su palabra una nada sin sustancia, pero aquella afirmación le pasa factura una vez más cuando va a hacer recaer sobre las espaldas de los autónomos y los millones de automovilistas que utilizan el diésel lo más duro de su ajuste fiscal. El Gobierno socialista y Podemos firman en Moncloa un acuerdo posibilista y satisfactorio para ambas partes, pocas horas antes de que la formación morada proponga y consiga la reprobación del Rey en una institución parlamentaria como la catalana. Por el lado de la izquierda, todo en orden.
La izquierda se rearma, se une y busca objetivos comunes. La derecha se dispersa en batallones
Y enfrente, más o menos el caos. PP y Ciudadanos, obligados a entenderse en los ámbitos parlamentario y de proyección electoral, protagonizan hoy un absurdo enfrentamiento por no coincidir en qué Cámara debe investigar la tesis plagiada de Pedro Sánchez. Resulta inaudito ver cómo estas dos formaciones políticas, rehenes de personalismos y vacíos de estrategias reales y prácticas para llegar al poder, no se den cuenta de que se pueden complementar y hacer un frente común, de que se necesitan y de que su posible proyecto complementario es crucial para el futuro de los españoles. Casado y Rivera dan la razón con sus ataques mutuos cada día al presidente del Gobierno cuando atribuye a "las derechas" los males del universo. PP y Ciudadanos no podrán cada uno por su lado, de forma aislada, dar la respuesta necesaria a los Presupuestos populistas que Sánchez e Iglesias han diseñado, y que recibirán el apoyo de la mayoría Shelley, los partidos que quieren acabar con la Constitución Española y la unidad del país.
En Cataluña, las pasadas elecciones de diciembre, se tocó el cénit de este despropósito, cuando Arrimadas y García Albiol protagonizaron campañas mutuamente agresivas pese a ser conocedores de que la única forma de desalojar a los independentistas del Govern era uniendo sus fuerzas. El resultado es de todos conocido, y sus consecuencias diez meses después las hemos padecido todos los españoles: el partido más votado en Cataluña no existe en el debate de la intentona independentista, y un residual PP está igualmente desaparecido, perdido mes tras mes en sus propias incapacidades en esa comunidad autónoma.
La radiografía de la situación política en España a menos de dos años de las próximas elecciones generales, superado el ecuador de esta convulsa legislatura, es nítido: la izquierda se rearma, se une y busca objetivos comunes, y lo que tiene enfrente se dispersa en batallones incapaces de articular una estrategia común ganadora.