
Salvar al euro, arreglar la crisis de los bonos, aplacar a los radicales en Grecia y maquinar una recuperación modesta en gran parte de la periferia del continente, mientras se convence a la vez a los alemanes de que imprimir dinero no ha provocado el hundimiento inmediato de la civilización.
En estos cuatro años de presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi ha hecho más que suficiente para asentar su reputación como el actor más dinámico de la economía regional. Aunque no fuera por el personaje famoso del videojuego de moda, se habría ganado el apodo de Súper Mario por méritos propios.
Pero esta semana se enfrentará a su prueba más dura hasta la fecha. Se espera que el BCE desvele otra ronda de estímulos para una economía muy necesitada. Pese a unos 600.000 millones de euros en flexibilización cuantitativa, la eurozona sigue sumida en la deflación y no tiene visos de protagonizar una recuperación sostenida.
¿Qué podrá hacer Draghi ahora?
Hay cuatro posibilidades: intervenir directamente en el mercado monetario, comprar títulos, recapitalizar los bancos o incluso recurrir al "dinero helicóptero" (la inyección directa de efectivo en las cuentas de la gente). Los inversores astutos deberían estar preparados porque se puede ganar mucho dinero adelantándose al BCE.
Cuando el BCE anuncie el resultado de su última reunión el 10 de marzo, se espera que arroje más dinero al mercado. Desde principios de año, Draghi viene soltando indirectas de que se va a hacer más para arrastrar a la economía de la eurozona lejos del estancamiento.
Los últimos datos no van a disuadirlo en contra. El lunes pasado, Eurostat anunció que la zona euro había vuelto a caer en deflación, con una caída de los precios del 0,2% interanual. Las cifras PMI de la eurozona (supuestamente un manual sin contrastar para todo) han alcanzado mínimos históricos. El gasto de consumo se mantiene, ayudado por el petróleo barato, y el desempleo ya no sube tan deprisa como antes. Sin embargo, en todos los sentidos, la economía continúa plana.
En diciembre, el BCE lanzó su última ronda de flexibilización, con un aumento en el volumen total de su programa de 1,5 billones de euros, y llevó su tasa de depósito todavía más a territorio negativo, hasta -0,3%. La decepción fue generalizada; quizá eso desencadenó la volatilidad global del mercado bursátil que ha dominado el inicio del año. Draghi y sus colegas tendrán que pensar algo mejor esta vez. Al fin y al cabo, hay poca evidencia de que la flexibilización cuantitativa haya sido positiva.
Las grandes bolsas europeas siguen a la baja respecto a sus inicios y no se ha producido un aumento de la actividad económica, al contrario que en EEUU y el Reino Unido, cuyas economías se vieron realmente fortalecidas tras la flexibilización, aunque las razones sean un misterio. En el euro ha sido papel mojado. Ni los tipos de interés negativos parecen ayudar mucho tampoco.
De hecho, el menoscabo al sistema bancario podría incluso empeorar los problemas de la moneda única y, si no, miremos los tambaleos del sistema bancario italiano e incluso el alemán, donde el poderoso Deutsche Bank ha tenido que apresurar declaraciones para tranquilizar a todos de que no está a punto de hundirse. Para un hombre que prometió hacer "lo que hiciera falta" para salvar al euro, no basta precisamente. ¿Qué podrá hacer Draghi ahora? Estas son cuatro opciones.
Las opciones de Draghi
Primero, intervenir directamente en los mercados de divisas, comprando dólares y vendiendo euros. La forma más fácil de que el BCE consiga que la economía de la eurozona vuelva a moverse es debilitar la divisa. Ocurrió antes de lanzarse la flexibilización pero no desde entonces, aunque imprimir dinero se supone que afecta al tipo de cambio. Europa todavía fabrica y exporta muchas cosas, por lo que un tipo de cambio más débil se traduciría enseguida en una producción industrial mayor y más empleo, y debería empezar a subir la inflación también.
Los bancos centrales tienen un historial pésimo de gestionar tipos de cambio pero eso era cuando utilizaban las reservas en vez de acuñar dinero nuevo. Tendría muchas repercusiones (y pondría a Donald Trump hecho un basilisco) e incluso podría bajar al euro en paridad con el dólar o incluso menos.
Segundo, comprar títulos. El Banco de Japón ya lo ha hecho y no hay ningún motivo por el que el BCE no pueda hacerlo también. Unos precios más altos de las acciones podrían perfectamente trasladarse a la economía porque los inversores se sentirían más ricos y empezarían a gastar por ello. Parece haber funcionado en EEUU y el Reino Unido sin que el banco central tuviera que intervenir, así que podría valer también en Europa. De suceder, todas las grandes bolsas de la zona crecerían con fuerza.
Tercero, recapitalizar directamente los bancos. Si los bancos no prestan bastante podría ser porque sus hojas de balance están en un estado penoso. ¿Por qué no solucionar eso directamente, añadiendo capital con dinero del BCE? Los valores financieros subirían como la espuma con el anuncio.
Por último, el "dinero helicóptero". Los tratados impiden prácticamente que los gobiernos de la eurozona impulsen la economía con una política fiscal coordinada y aunque lo hicieran no hay ninguna posibilidad de que se pusieran de acuerdo todos en el mismo programa el mismo día. Sin embargo, no hay nada que impida el "dinero helicóptero", es decir, inyectar efectivo directamente desde el banco central. Un fondo de infraestructuras de la zona euro con un billón de euros de recién cuño podría construir carreteras, puertos y aeropuertos por toda la zona. Así se crearían muchos empleos. Además, todas las acciones inmobiliarias y de consumo subirían en valor.
Ninguna de esas opciones será fácil ni sus efectos sencillos pero Draghi ha prometido hacer lo que haga falta para revivir la economía y ha demostrado ser capaz de sorprender a los mercados con medidas audaces. Sería un error descartar cualquiera de ellas.