
Finaliza el primer año post pandémico, y como cada año, se presenta la necesidad de hacer balance de todo lo acontecido en nuestro país, entorno económico donde más golpeó la pandemia en 2020 (-11,2%) y que afronta, en contra de lo que piensa el Gobierno, una de las recuperaciones más lentas de la Unión Europea.
Cuando a principios del mes de abril de 2021, el Gobierno recortó siete décimas la previsión de crecimiento del PIB, hasta el 6,5%, como consecuencia de la ralentización de la economía en el primer trimestre, no se quiso alarmar a los mercados esperando que el resto del año se mantuvieran las previsiones de crecimiento. Un semestre después del anuncio por parte de Nadia García Calviño, nos ha traído como regalo de fin de año, una falta total de previsión en el desarrollo de nuestra economía. Y es que del hipotético crecimiento del 7,2% del PIB, anunciado por el Gobierno en los Presupuestos Generales del Estado para este año, frente a la cruda realidad de una estimación final para el 2021 del 4,5%, hay una pequeña diferencia de casi 35.000 millones de euros, algo que llama poderosamente la atención, por la magnitud de la cifra.
Curiosamente la mayoría de las entidades y órganos de análisis a nivel nacional e internacional como son, el Banco de España, Funcas, Airef, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la OCDE e incluso el Instituto Nacional de Estadística, (INE) adscrito al Gobierno, no han puesto en duda en descontar entre 2 y 3 puntos de crecimiento sobre las estimaciones iniciales del Gobierno. Pero independientemente de la calidad de los cálculos del crecimiento, el Gobierno se va a encontrar con un escenario de quejas e insatisfacciones por parte de muchos sectores de la economía.
El sector más importante de nuestra economía como es el del turismo, ha podido mantenerse gracias al incremento de la actividad turística nacional frente a una caída de casi el 50% del turismo extranjero, dando como resultado una importante caída de la actividad de este sector estratégico.
El sector de la automoción, que supone más del 11% de nuestro producto interior bruto, se ve afectado por diversos factores cómo son: la caída de la demanda tanto europea como interna de vehículos con propulsión de combustión interna, el desajuste logístico de los proveedores de automoción después de reanudar la actividad productiva, y la falta de puesta en marcha del tan anunciado PERTE de automoción donde, hasta la fecha, no se sabe ni cuándo, ni cuánto, ni dónde, se pondrán en marcha los diferentes proyectos que ayuden a mantener este sector industrial, clave para el desarrollo de nuestro país por su capilaridad.
El sector agroalimentario, donde España tiene una oposición muy relevante en el ámbito mundial, está siendo afectado por factores tan importantes como su digitalización y el radical incremento de los costes de producción, dónde el Gobierno debería de actuar con una política de incremento de la actividad, en contra de la política de subvenciones erráticas que continuamente generan malestar en el sector primario. Hay que tener en cuenta qué este sector es al que se le atribuye el mayor peso al desarrollo de la denominada economía en la "España vaciada" afectando además a un porcentaje muy alto de la mano de obra no especializada de nuestro país.
El sector energético, además de verse afectado por los factores externos del incremento de los costes de la energía, también está afectado por la política energética, creada y ejecutada por el Ministerio de Transición Ecológica, sin el consenso necesario del sector, para que realmente sea eficiente. Quizá sea el momento para abrir el debate de la generación eléctrica nuclear dadas las exigencias de la agenda 2030 en términos de descarbonización, o nos pondremos de nuevo un velo en los ojos y esperar otra década, para atacar este escenario. De lo que no cabe duda, es el riesgo de no alcanzar los 200.000 gigavatios de generación en el 2030, con viento y sol, tal y como apunta nuestro plan energético nacional PNEC, en el que tiene un importante peso el gas, basándose en un suministro pesudo-garantizado del gas argelino, sin tener además la conexión al gas europeo de origen ruso, y rechazando la energía nuclear.
Otro regalo, para finales de año es el importante sector de la logística, que además de estar afectado por los precios energéticos en el transporte, la falta de conductores de camiones, el cambio a bajas emisiones en toda la cadena de valor logística o la falta de apoyo al desarrollo de los ejes logísticos europeos del Mediterráneo, Central y Atlántico. El incremento del comercio electrónico provocará una pérdida de competitividad, si no reaccionamos, para atraer nuevas inversiones industriales, lo que generará por su efecto en nuestra vida cotidiana, una enorme resistencia a la bajada de la inflación, por convertirla de subyacente en estructural.
No quiero extenderme en otros sectores como son el de la educación y formación, y sobre todo la aplicación de los fondos de "Next Generation", y que, de los 27.634 millones de euros presupuestados, se han comprometido únicamente el 52%, y se han ejecutado solo el 35%. Hasta la fecha las autonomías no tenían transferidos los 7.000 millones de euros comprometidos, dónde estás ya están ejecutando algunas partidas en digitalización, sanidad, plan Moves y proyectos igualdad.
Y qué decir de los otros adornos del árbol de navidad como son, la política fiscal, tanto para empresas como para particulares, la política de financiación de las autonomías, el gigantesco endeudamiento del Estado, y la más bonita, la viabilidad de nuestro sistema de pensiones, sin olvidarnos de la estrella que culmina el árbol, cómo es la inflación, que no sabemos si será subyacente o estructural.
¿Tendrá el Gobierno, y como consecuencia de ello, nosotros un "Happy Christmas"?