
La transición ecológica y la transformación digital están incrementando notablemente el uso de materias primas críticas y se espera que la demanda aumente de forma exponencial a medida que la Unión Europea vaya prescindiendo de los combustibles fósiles y pasando a sistemas de energía limpia que requieren más minerales.
Por ejemplo, el litio, el cobalto y el níquel se utilizan para producir baterías; el galio se usa en los paneles solares; el boro bruto se emplea en las tecnologías eólicas, y el titanio y el wolframio, en la industria espacial y de la defensa. Todos ellos tienen una elevada importancia económica por su papel en el desarrollo de sectores estratégicos pero presentan un importante riesgo de suministro y, día de hoy, la mayoría provienen de terceros: China proporciona el 100% de las tierras raras pesadas y el 93% del magnesio, entre otros minerales de los que es su principal proveedor; Turquía, el 98% del boro; Chile, el 78% del litio, y Sudáfrica cubre el 71% de las necesidades de platino.
En un contexto geopolítico tan complejo como el actual, la supervivencia de la industria europea depende de su capacidad para asegurar un suministro adecuado y sostenible de estos minerales. La producción local se ha convertido, además, en una actividad fundamental para transformar el sistema energético y la movilidad de la UE en base al plan REPowerEU y a la prohibición de comercializar motores de combustión interna en 2035. Es una realidad que los veinitsiete nunca llegarán a ser autosuficientes, pero necesitan tomar medidas que permitan ganar autonomía y reducir las importaciones.
Por este motivo, el Ejecutivo comunitario aprobó hace tan sólo unos meses la Ley de Materias Primas Críticas, una norma diseñada con el objetivo de desarrollar los recursos propios, diversificar el abastecimiento y reforzar las cadenas de suministro y la circularidad. La ley identifica 34 materias primas fundamentales (17 de ellas calificadas como estratégicas) y estipula que la UE deberá extraer localmente un 10% de su consumo anual, procesar en su territorio el 40% de la demanda y cubrir un 25% de la misma con materiales reciclados. Para garantizar la diversificación de las importaciones, ningún país tercero podrá aportar más del 65% del consumo anual en algún segmento de la cadena de valor.
Todos estos objetivos podrían superarse ampliamente mediante la selección de determinados proyectos estratégicos centrados en cuatro materiales necesarios para fabricar baterías: cobalto, litio, manganeso y níquel, según afirma un estudio elaborado por Transport & Environment (T&E). De hecho, el informe revela que si se aprueba la construcción de 19 plantas para procesar estos cuatro metales clave, en 2030 la Unión Europea podría satisfacer el 60% de la demanda de litio procedente de vehículos eléctricos y almacenamiento de energía y hasta un 80% para el conjunto de todos los metales analizados.
La producción de níquel, según recoge el informe, es a día de hoy más limitada y únicamente alcanzaría un tercio de la demanda total, pero su potencial podría incrementarse exponencialmente gracias al innovador proceso que está liderando Finlandia para extraer este recurso de forma sostenible y sin depender de combustibles fósiles.
En cuanto al reciclaje de baterías, T&E calcula que el litio, el níquel, el cobalto y el manganeso recuperados podrían cubrir hasta un 40% de la demanda europea en seis años. Y señala que, en algunos casos, la cifra podría aumentar a más de dos tercios para 2040 si se implementan sistemas eficientes de recolección de baterías usadas y reciclaje de los residuos que se generan durante el proceso de producción.
A pesar de estos datos tan optimistas, muchos de los proyectos aún se encuentran en fase inicial y requieren decisiones finales de inversión, así como la obtención de los permisos necesarios. La organización advierte de que las cifras presentadas son proyecciones basadas en un escenario en el que todos los proyectos avanzan según lo previsto.
Transport & Environment subraya también que la UE tiene un potencial significativo para satisfacer sus necesidades de metales esenciales para la producción de baterías, tanto a través de la minería local como a partir del reciclaje. Además, estima que hasta un 20% de los materiales necesarios para fabricar baterías podrían provenir del reciclaje en 2030, una alternativa que contribuiría a reducir la dependencia de la importación de estos metales y a avanzar en el proceso europeo de transición energética.