Europa tiene a la vuelta de la esquina la posibilidad de resolver parte de la dependencia energética que mantiene de Rusia pero ha decidido abandonarla. Además del fuerte impulso a las energías renovables, el Mediterráneo Oriental se ha descubierto como un gran reservorio de gas con capacidad de suministrar hasta 76 años de consumo de toda la Unión Europea, según los datos del Servicio Geológico de EEUU.
Con un total de 122 billones de pies cúbicos de gas (la mitad de ellas reservas probadas) y 1.700 millones de barriles de petróleo, la región cuenta con importantes yacimientos de gas como Tamar, Leviathán, Afrodita, Zohr, Calipso y Glaucus.
Esta cuenca ha sido objeto de una profunda labor de exploración desde 2009 con Israel como uno de los grandes impulsores -con el desarrollo del yacimiento de Tamar- y Egipto produciendo desde los pozos de su zona económica exclusiva para resolver la escasez de gas del país que llegó a provocar la paralización de su negocio de exportación. Sólo hay que recordar el arbitraje que enfrentó a Naturgy con el país por la planta de Damietta. También se han producido importantes descubrimientos frente a las costas de Grecia y Chipre, lo que llevó a constituir el llamado Foro del Gas del Mediterráneo Oriental para contribuir al desarrollo de esta zona.
El gas del Mediterráneo Oriental era uno de los mejor posicionados para convertirse en fuente alternativa al gas ruso, pero el cambio de administración en Estados Unidos ha acabado por descarrilar el proyecto estrella de la zona: el gasoducto submarino EastMed, llamado a optimizar los costes de desarrollo de todos estos megayacimientos.
Israel, Grecia y Chipre lideraron un esfuerzo para superar los obstáculos comerciales y políticos que suponía llevar el gas a Europa como el objetivo de financiar el desarrollo de sus recursos, según recoge un informe elaborado por los expertos del bufete Dentons.
Durante la fase de concepción del gasoducto EastMed que pretende llevar el gas de las aguas israelíes a Europa a través de Grecia y Chipre, la Unión Europea prestó apoyo, aportando más de 34,5 millones para completar los estudios técnicos, económicos y ambientales. En 2016, los tres países anunciaron planes para desarrollar el gasoducto con la intención de completarlo en 2025, con un coste de 6.000 millones.
En 2019, la Comisión Europea calificó EastMed de proyecto de interés común, y Estados Unidos (bajo la presidencia de Trump) respaldó el concepto para diversificar el suministro de energía a Europa y reducir las tensiones fronterizas en la zona.
En enero de 2020, EastMed avanzaba a buen ritmo, con el apoyo de Europa y un "acuerdo histórico" firmado por Israel, Grecia y Chipre sobre la seguridad de la instalación y un régimen fiscal común pero con la férrea oposición de Turquía y Líbano, que no formaban parte del foro del gas creado para impulsarlo.
Durante los dos últimos años, los cambios provocados por la pandemia han servido para acelerar los planes de transición energética, lo que llevó a que la propia Comisión Europea y Estados Unidos asestaran un golpe casi mortal al proyecto.
El Consejo Europeo decidió a mediados de diciembre poner fin a las ayudas a nuevos proyectos de gas natural y petróleo para introducir criterios de sostenibilidad obligatorios. De este modo, los fondos Connecting Europe ya no pueden destinarse a la construcción de gasoductos, lo que bloqueó también el gasoducto Midcat, la opción de ampliar las vías de entrada de gas argelino a Europa a través de España.
La Comisión Europea ha admitido en la taxonomía el gas natural pero con una serie de condicionantes como energía de transición que hacen que estos proyectos no puedan acceder a los fondos europeos.
Bruselas presentará a mediados de este año un paquete de proyectos de interés comunitario pero que se centrará en el hidrógeno, de modo que los países miembros optan por buscar sistemas de autoabastecimiento de un modo claro y rotundo para cerrar su dependencia exterior.
La medida pretende evitar un giro de la dependencia rusa a la dependencia de este trío de países del Mediterráneo pero deja un camino complicado hasta que pueda llegar a sustituir el gas por el hidrógeno, un extremo para el que se requerirá llegar casi a 2050.
Estados Unidos, en la misma línea, apoya la construcción del llamado Interconector EuroAsia que enlazará las redes eléctricas de Israel, Chipre y Europa, permitiendo futuras exportaciones de electricidad producida por fuentes de energía renovables.
El Interconector EuroAsia es también un Proyecto Europeo de interés común y comprende un cable submarino de corriente continua y en tierra en cada punto de conexión, con una capacidad total de 2000 MW. El proyecto es una autopista energética que une Asia y Europa, con una longitud total de 1.208 km, incluye el cable eléctrico submarino más grande y profundo del mundo, con planes para terminación que pueda estar operativo en 2024. Aunque la construcción aún no ha comenzado, EuroAsia ha recibido 100 millones de euros del Plan de Recuperación y 657 millones del Mecanismo "Conectar Europa" de la UE sobre un coste total estimado de 2.500 millones.
Este cambio estratégico ha provocado que, por ejemplo, Israel ya haya anunciado la suspensión de la exploración de gas para centrarse en las renovables.
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