
La banca ha agotado prácticamente la vía de los menores costes financieros para mejorar su rentabilidad. El sector en los últimos años se ha beneficiado de la caída de los tipos de interés que pagan por los depósitos de las familias y por las emisiones de deuda, pero en 2018 esta partida apenas descendió un 4,3% y se prevé que en 2019 se estabilice.
Desde que el BCE puso en marcha su política monetaria expansionista, con un recorte del precio del dinero hasta el 0%, las entidades españolas han venido reduciendo drásticamente los gastos financieros. En 2015, estos llegaron a bajar casi un 40%. En 2017, la caída fue del 17%.
Con esta merma las entidades han podido compensar los inferiores ingresos que obtienen por los préstamos de los clientes y los intereses que ofrecen otros productos, como la deuda pública o los bonos corporativos, y la menor actividad crediticia. Así, mientras la facturación se ha desplomado a la mitad de hace cinco años, a sólo 32.647 millones, los costes financieros representan cuatro veces menos, apenas 9.370 millones.
Margen de intereses plano
Con estos números, el margen de intereses del conjunto de los bancos de nuestro país ha retrocedido en este periodo casi un 14%, hasta 23.277 millones. El año pasado, tras cuatro años de descensos, el margen logró subir gracias a la merma de los gastos, ya que los ingresos continuaron en tendencia bajista.
Ante esta situación la banca lleva ya algún tiempo reclamando al BCE un cambio radical en su estrategia y eleve el precio oficial del dinero. Sin embargo, las dudas sobre la evolución de la economía como consecuencia de un incierto Brexit y la guerra comercial de Estados Unidos han provocado que el organismo monetario haya anunciado un aplazamiento del primer alza para mediados o finales de 2020.
El retraso a una subida de los tipos y la ralentización económica hacen presagiar que el margen de intereses seguirá estacando, por lo que el sector tendrá que incidir en el aumento de otros ingresos para poder sortear los desafíos, como las comisiones que cobran por sus productos y servicios y las ventas de activos no solo improductivos con las que captar extraordinarios, además de profundizar en los recortes de personal y operativos.
Además, si la desaceleración es más profunda de lo estimado la morosidad podría cambiar su tendencia bajista de los últimos años y obligar al sistema a incrementar sus provisiones para cubrir pérdidas.
Las entidades españolas son las únicas de Europa que han trasladado del todo los tipos ultrabajos a los clientes, ya que han dejado de pagar por los depósitos. En la actualidad a los hogares ofrecen intereses por su dinero del 0,05%, una cuantía muy por debajo de la media comunitaria, que es superior al 0,3%. En 2014 el porcentaje alcanzaba el 0,66%.
Eso sí, a diferencia de otros sistemas, no aplican de manera generalizada tipos negativos en las imposiciones a empresas. Los bancos de Alemania, Países Bajos y Bélgica aplican de media cobran a las compañías por resguardar sus recursos sobrantes.
Los banqueros de nuestro país se niegan a tener que cobrar a los clientes particulares y a las pequeñas empresas por los depósitos. Una práctica de este tipo generaría malestar social en un momento en que otro gran reto al que se enfrenta el sector es la mejora de la reputación, que se ha desplomado por el goteo incesante de demandas judiciales y escándalos.