
Amazon ha presentado este jueves sus resultados del cuarto trimestre del año, en los que ha reflejado unas ventas de 72.400 millones de dólares con un beneficio por acción de 6,04 dólares, lo que supera lo previsto por los expertos.
Los analistas esperaban unas ventas de 71.880 millones de dólares con beneficios de 2.800 millones (5,68 dólares por acción). Además, en el AWS los expertos vaticinaban unas ventas por valor de 7.300 millones.
El cuarto trimestre resulta clave para la compañía, dado que comprende las ventas navideñas así como las pertenecientes al Black Friday. En ambos casos se esperaba un ligero incremento en las ventas producidas en EEUU, mientras que en Europa se auguraban leves caídas. Estas épocas de gran tirón de negocio, en las que la compañía aumenta su plantilla habitual hasta en un 20%, volvieron a ser protagonistas en 2018 por huelgas de los trabajadores en países como España o Alemania.
En el cómputo anual, Amazon triplicó sus ganancias hasta los 10.073 millones de dólares, con unas ventas de 232.887 millones, un 31% más que en 2017.
Los resultados gustaron en un primer momento a los inversores, que han llevado los títulos de la tecnológica a subir más de un 2,5% en los primeros minutos del after-hours, aunque luego pasó a territorio negativo. En la sesión bursátil ordinaria, sus acciones han cosechado fuertes avances, subiendo un 2,89% hasta los 1.718,18 dólares, en línea con el resto de las grandes tecnológicas.
De hecho, a nivel bursátil, el último trimestre del año fue nefasto para la empresa de Jeff Bezos. Cerró el 1 de octubre cerca de sus máximos históricos (2.050 dólares), con 2.005,36 dólares por acción, mientras que concluyó el año en 1.501,97 dólares, lo que supone una caída del 25%. Los mínimos trimestrales los anotó pocos días antes, en Nochebuena, con un cierre en los 1.343,96 dólares. Sin embargo, 2018 pasará a la historia de la compañía como la primera vez que logró batir el billón de dólares de capitalización bursátil.
El último trimestre de 2018 también tuvo altibajos más allá de la bolsa. Por una parte, anunció que establecería sus nuevas sedes estadounidenses en Nueva York y Arlington (Virginia, apenas separado de Washington DC por el río Potomac), lo que supondrá una inversión de 5.000 millones de dólares y la creación de más de 50.000 empleos, aunque el movimiento no ha sido aceptado de buen grado por parte de la sociedad de la zona. También apuntó que implantaría su modelo de Amazon Go (tiendas sin cajeros) en oficinas, hospitales y aeropuertos, para acercar la tienda lo más posible a los consumidores. Además, el éxito de su nuevo producto estrella, el altavoz inteligente, ha sido de tal calado que los servidores se colapsaron durante varias horas al no soportar el ingente número de peticiones de los usuarios de Alexa.
Amazon también entró en el debate político en el cuarto trimestre de 2018, con la subida del salario mínimo a sus 350.000 empleados en EEUU y los 37.000 en Reino Unido, además de concederles nuevas ventajas laborales. El propio Bezos reclamó que el Gobierno trabaje en una legislación para aumentar el salario mínimo en EEUU, en una proposición que no gusta a los legisladores republicanos. La empresa previó entonces que el incremento de los sueldos supondría un aumento de costes de 370 millones de dólares en el trimestre.
Pero también ha habido puntos negativos para la tecnológica. En el ámbito laboral, dio a conocer que el número de robots que usa en EEUU igualó a la cifra de trabajadores temporales durante la campaña navideña. Además, recibió una demanda de eBay en siete países por "robarle" vendedores de su plataforma, y Alemania comenzó a investigar a la empresa de Bezos por abuso de posición dominante al ser "con diferencia la mayor plataforma de ventas online en Alemania". Finalmente, se vio obligada a cerrar su servicio de comida a domicilio en Reino Unido, claudicando ante otras empresas de distribución como Just Eat y Deliveroo.