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México contra un vestido de Zara: el penúltimo conflicto de apropiación cultural

  • México pide a Zara explicaciones por un vestido inspirado en el 'huipil'
  • Marc Jacobs, Luis Vuitton, Isabel Marant o Topshop ya han sufrido denuncias
El vestido de Zara señalado por el Gobierno de México. Imagen: eE

Decía Oscar Wilde que "la imitación es la forma más sincera de adulación". Este argumento, sin embargo, vale poco para las comunidades racializadas de pueblos tradicionalmente sometidos al aislamiento. Especialmente, cuando una gran firma de moda se lucra con sus prendas o diseños emblemáticos. La apropiación cultural ha ganado enteros en los últimos años, y ha llevado ante los tribunales a gigantes textiles. La penúltima 'víctima' de este concepto novedoso ha sido Zara, a quien México señala ahora por inspirarse en diseños de algunas de sus comunidades.

¿Qué es la apropiación cultural? La abogada y consultora gubernamental experta en multiculturalismo Carolina Guillén alude a "la toma de elementos o bienes culturales de un colectivo cultural que no es el mismo al que pertenece quien toma los elementos o bienes en mención". En Wikipedia, se define como "la adopción o uso de elementos culturales por parte de miembros de otra cultura". A continuación se añade el matiz de "indebida", que se produce cuando este uso de signos culturales provoca "una violación del derecho a la propiedad intelectual de la cultura de origen". 

El daño no se produce en ambos sentidos, y sólo se percibe cuando es una cultura dominante la que se apropia de elementos de una minoritaria. 

En la Real Academia Española, se entiende que existe apropiación indebida cuando un individuo "hace suya una cosa que ha recibido con obligación de devolverla".

Cualquiera de las definiciones reviste matices y complejidad. ¿Qué cultura es auténticamente pura, sin influencia de ninguna otra en sus siglos de evolución y, por tanto, puede reclamar un derecho de propiedad intelectual irrevocable sobre una forma de bordar o sobre un estampado? ¿Y si trasladamos el conflicto a la cocina, donde la fusión ha dado lugar a los platos más celebrados, y la mayoría de los chefs buscan formarse en experiencias gastronómicas extranjeras? ¿Podrán los valencianos denunciar a Jamie Oliver por apropiarse de su paella y aderezarla con chorizo?

En los últimos años, ha sido la industria de la moda la más perjudicada por la apropiación cultural. En muchas ocasiones, ni siquiera ha sido necesaria la actuación de los tribunales: ha bastado la avalancha de odio y repulsa generada en las redes sociales para lograr una 'autocensura' de la firma. Las marcas, por lo general, prefieren plegarse a los dictados anónimos de aquellos que controlan las redes, capaces de generar auténticas campañas de acoso y derribo contra sus productos. 

Dior con una región rumana, Louis Vuitton con los Maasai de Kenia o Topshop y los palestinos, han sido algunos de los casos más sonados de los últimos tiempos. En todos ellos, estas firmas comercializaron diseños inspirados en prendas o estampados de comunidades diferenciadas por estos símbolos. Topshop, por ejemplo, creó un mono de tirantes y pantalón corto con una tela similar al icónico pañuelo que distingue a los palestinos, y que suele ser lucido en otras comunidades en signo de apoyo político. 

La cosa puede ir más allá de patrones o técnicas textiles. En el desfile primavera/verano de Marc Jacobs en 2017, el diseñador neoyorkino fue castigado con el escarnio público por usar en sus modelos unos peinados de rastas en tonos pastel y no reivindicar su origen afro. Jacobs cometió el 'pecado' de inspirarse en la caucásica Lana Wachowski, directora de cine transgénero firmante de la trilogía de Matrix junto a su hermana -su proceso de transición se produjo después del éxito mundial de la primera cinta-.

Lana Wachowski, en el estreno de su película 'El atlas de las nubes'. Imagen: Reuters.

Efectivamente, Wachowski suele lucir rastas cortas en llamativos colores. Pero la no reivindicación de Jacobs de su origen afroamericano fue entendida como una invisibilización -una más- de esa comunidad, con el correspondiente linchamiento a través de las redes sociales.  

México es uno de los países que más choca con la industria de la moda en este punto, y así lo demuestran los conflictos vividos con las diseñadoras Carolina Herrera e Isabel Marant. La primera fue acusada por el Ministerio de Cultura de México por utilizar bordados y patrones de pueblos de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, en su colección Resort 2020. Marant tuvo un 'encontronazo' con el pueblo de los Mixe, también en Oaxaca, por incluir en su colección un vestido con unos bordados usados en la blusa huipil, tradicional e identitaria para esta comunidad. El caso acabó en la justicia francesa, que dictaminó que Marant no podía tener derecho de autor sobre el huipil ya que se trataba de un producto cultural de dicha comunidad mexicana. 

México contra un vestido de Zara

Con México ha topado ahora Zara, que ha sido interpelada por la ministra de Cultura, Alejandra Frausto, quien explica en una carta que se trata de "un principio de consideración ética que, local y globalmente, obliga a hacer un llamamiento de atención". México ha pedido a Zara que "se explique públicamente con qué fundamentos se privatiza una propiedad colectiva", haciendo uso de elementos culturales cuyo origen está identificado en diversas comunidades oaxaqueñas, así como los beneficios que serán retribuidos a las comunidades creadoras.

Cultura de México reclama a Zara un vestido 'midi' bordado, descrito en su catálogo web como "Vestido midi de escote pico y manga corta. Detalle de bordados combinados a contraste. Cinturón lazada en mismo tejido. Bajo con aberturas laterales".

Dicha prenda toma elementos de la cultura mixteca, del municipio de San Juan Colorado, Oaxaca, donde el huipil tradicional forma parte de la identidad de las mujeres, quienes elaboran cada lienzo desde las materias primas y la tejen en telar de cintura.

Al igual que la marca estrella del grupo Inditex, las firmas Anthropologie y Patowl también han sido señaladas por el Gobierno de México por motivos similares en sus colecciones. 

La ministra ha apelado a estas compañías "a desarrollar un trabajo respetuoso con las comunidades indígenas, dentro de un marco ético que no socave la identidad y la economía de los pueblos y siempre en apego a un comercio justo". La reclamación gira en torno a colocar en un plano de igualdad a creadores indígenas, empresarios y diseñadores.

Es decir, subyace una cuestión de dinero percibida como un desequilibrio que, de nuevo, deja sin peso en la balanza a los indígenas. No serán ellos los que engrosen sus arcas por su creación tradicional, sino Amancio Ortega o los diseñadores citados anteriormente.

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