
Hay que remontarse a mediados de julio para encontrar un alza tan intensa del Ibex 35 como la que registró ayer: un 2,01%. Los responsables indiscutibles del impulso que beneficia a las bolsas europeas son los bancos centrales. Esta semana, el Banco de Japón (BoJ) fue contundente al dejar claro que su nuevo objetivo es mantener la rentabilidad del bono a 10 años en los niveles actuales, que rondan el 0%.
En otras palabras, la autoridad monetaria pone un suelo al cupón de la deuda, evitando que se adentre excesivamente en terreno negativo. El BoJ marca así límites al programa sin precedentes de estímulos monetarios que lanzó en 2013. Japón no está solo, como demostró el BCE este mes, al resistirse a anunciar ampliaciones de la estrategia de expansión cuantitativa que comenzó en 2015.
Por tanto, el fin de la era del dinero gratis, sin límite conocido, parece aproximarse, lo que supone un indudable alivio para el sector financiero, en el que tanto bancos como aseguradoras se encuentran contra la pared por culpa de los tipos de interés negativos. Si a ello se añade la certidumbre que transmitió otro banco central, la Fed, al posponer la próxima alza de tipos a diciembre, se dan las condiciones para que el Ibex ataque la resistencia clave de los 9.360 puntos, ahora situada a una distancia de un 5%.
Es más, resulta factible alcanzar las 9.544 unidades, lo que implicaría borrar las pérdidas acumuladas en un ejercicio que se ha revelado tan difícil como 2016. Salvar el año es, en consecuencia, posible, aunque no deben olvidarse los riesgos todavía vigentes, como la posibilidad de una victoria de Donald Trump en noviembre o el resurgir de viejas amenazas como las derivadas de la desaceleración china.