Economía

La 'adicción' de la economía al dinero barato amenaza con dinamitar la independencia de la banca central

  • La dependencia de la economía del dinero barato se ha intensificado
  • Pimco: "Cualquier intento para subir tipos recibe un fuerte rechazo"
Jerome Powell, presidente de la Fed, junto a Mario Draghi, presidente del BCE

La independencia de la banca central cuelga de un hilo. La economía y los mercados financieros parecen necesitar del dinero 'barato' para mantenerse a flote, al menos en el corto plazo y los gobiernos no quieren perder una décima de crecimiento o crear un puesto de empleo menos hoy para evitar desequilibrios en el futuro. Los políticos, que habitualmente sólo piensan en ganar las próximas elecciones, están empezando a adentrarse cada vez un poco más en la política monetaria, más allá de las competencias que tienen asignadas. Presiones, destituciones o nombramientos sorprendentes son algunas de las decisiones políticas que podrían marcar el devenir de la política monetaria en los próximos años.

Joachim Fels, director general de Pimco, la mayor gestora de renta fija del mundo, asegura en su último análisis que "los días gloriosos de la independencia de la banca central han quedado atrás. Esto no solo es verdad en los países emergentes como Turquía, donde el presidente Erdogan acaba de despedir al gobernador del banco central por mantener los tipos de interés altos demasiado tiempo, también en países ricos como EEUU".

Se ha convertido en algo habitual escuchar las críticas del presidente de la primera potencia del mundo hacia la Reserva Federal. La mayor parte de las reprobaciones de Trump apuntan hacia unos tipos de interés demasiado altos. Donald Trump asegura que si el precio del dinero fuera más bajo (los tipos están en el rango del 2,25-2,5%) la economía estaría creciendo un 4 o 5%, casi dos puntos porcentuales más de lo que crece la actividad en la actualidad.

En un contexto en el que el crecimiento económico en los países desarrollados es bajo y donde el riesgo de deflación parece mayor que el de hiperinflación, las subidas de tipos y el drenaje de los estímulos pueden recibir más críticas que alabanzas, a pesar de que estas medidas contractivas (en términos de política monetaria) sean consecuencia de una economía que crece por encima de su potencial y de la fortaleza del mercado laboral.

"Cualquier intento de normalizar la política mientras la economía crece está provocando un fuerte rechazo de parte de un presidente que necesita una buena economía para ser reelegido el próximo año", comenta Fels. Aún así, el economista de Pimco cree que a corto plazo es complicado que la Casa Blanca se haga con el timón de la Fed: "Es cierto que el mandato y la independencia de la Fed para establecer políticas solo pueden ser revocados por una ley del Congreso, que es muy poco probable que suceda a corto plazo".

Pero las interferencias de Trump no ayudan para nada a la Fed además de generar ruido y ciertas expectativas en los mercados que podrían no llegar a cumplirse. "El constante ataque frontal contra Jerome Powell, presidente de la Fed, y sus colegas, junto a los repetidos llamamientos que claman por un recorte de tipos y la reanudación de las compras netas de bonos (QE por sus siglas en inglés) por parte del Presidente y otros miembros de su administración ponen a la Fed en una situación en la que nadie gana".

Este experto cree que la Fed podría estar tomando decisiones que en un contexto sin interferencias no hubiera tomado, algo que puede seguir sucediendo y poniendo en peligro a la economía: "Un riesgo es que, para probar su independencia, la Fed implemente una política más estricta de lo que se exige en los objetivos establecidos. De hecho, aunque no hay absolutamente ninguna manera de demostrarlo, sospecho que la subida de tipos en diciembre de 2018 y el tono agresivo de Powell en la conferencia de prensa podrían no haber ocurrido si Trump no hubiera pedido a la Fed de forma reiterada que subiera los tipos de interés".

La Fed anunció en diciembre de 2018 la cuarta subida de tipos de ese año, llevando el precio del dinero hasta el rango del 2,25 y el 2,5%. El alza de tipos se produjo en medio de las turbulencias financieras que golpearon con fuerza a las bolsas de medio mundo, apreciaron con intensidad el dólar frente a otras divisas mientras que la inflación estaba controlada. Además, países emergentes como Argentina o Turquía estaban inmersos en fuertes crisis (de las que aún no han salido) mientras que la desaceleración económica de China era ya una evidencia.

Este enfrentamiento, a medio plazo, puede terminar con la independencia de la banca central. El auge de los populismos, la búsqueda de mayor soberanía y una economía que se encuentra inmersa en el 'estancamiento secular' son el caldo de cultivo perfecto para que la banca central pierde la independencia que logró durante los años 80.

No sólo los ataques de Trump, la proposición de Christine Lagarde como futura presidenta del BCE puede tener algo que ver con esta tendencia en la que va a ser cada vez más difícil distinguir las fronteras de la política fiscal (en territorio de los gobiernos) y la política monetaria (todavía en manos de los bancos centrales). Lagarde es un perfil más político que tecnócrata, lo que podría facilitar una mayor colaboración entre gobiernos y banco central, aunque el caso de la Eurozona la independencia del banco central a corto plazo parece asegurada. Esta institución supranacional necesita el acuerdo de los diecinueve países que componen la zona euro para cambiar su mandato y sus fundamentos.

A pesar de lo anterior, el Eurosistema (el BCE y los bancos centrales nacionales de los países miembros) poseen un tercio de la deuda soberana en circulación. Además, los gobiernos, colectiva e individualmente, tienen gran influencia en los nombramientos de los gobernadores de los bancos centrales nacionales y de los miembros de la Consejo de Gobierno del BCE, incluidos el presidente y el vicepresidente del BCE. Y, dado que el euro siempre ha sido, ante todo, un proyecto político que pretendía ser un trampolín para una unión fiscal y política, el BCE en última instancia siempre tiene que ser "político" en el sentido de preservar siempre la integridad del euro. Por ello y como dijo Mario Draghi, actual presidente del BCE en 2012, "el BCE está listo para hacer cualquier para preservar el euro. Y creedme, será suficiente".

Aunque el BCE sea todavía el banco más independiente, su credibilidad se ha visto reducida en los últimos años. Para que el programa de compra de bonos tuviera el efecto deseado se tuvieron que modificar los parámetros que el propio BCE se había comprometido a respetar. Si finalmente se reanuda el QE habrá que volver a flexibilizar estas reglas para que el BCE puede comprar más bonos de todos los países euro y mantener unas primas de riesgo bajas y unos tipos de interés en mínimos históricos. Donde dije digo, digo Diego. Estos cambios restan credibilidad a la banca central.

El economista de Pimco cree que en un mundo con bancos centrales menos independientes, los gobiernos no solo presionarán a los responsables de la formulación de políticas para que mantengan los tipos de interés lo más bajos posibles durante el mayor tiempo posible, sino que también reclamarán un QE constante para mantener bajos los rendimientos de los bonos a medio y largo plazo. El paso siguiente es financiar directamente a los gobiernos como se ha hecho en varios países de América Latina, como propugna la Teoría Monetaria Moderna.

Aunque el choque entre Trump y la Fed es quizá el movimiento más visible hasta el momento en los países desarrollados, "esto es simplemente un síntoma de una tendencia más amplia: la erosión de la independencia del banco central... Nos guste o no, ¡acostúmbrese a la nueva normalidad de unos bancos centrales dependientes, unos interés perpetuamente bajos y los programas de compras!", culmina Fels.

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