
Comienza la cuenta atrás para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping, determinen esta semana en Osaka, Japón, si su pulso arancelario continuará asfixiando a la economía mundial o, por el contrario, existe alguna fórmula que permita una resolución en el horizonte. Todo ello en un momento en que el Instituto Internacional de Finanzas (IIF, por sus siglas) avisa que su indicador sobre el crecimiento global se sitúa en estos momentos en mínimos de los últimos cuatro años. "Nuestro indicador registra su lectura más débil desde 2015, con descensos generales en la actividad fabril en todo el mundo. Esta disminución coincide con la última escalada en las tensiones comerciales entre China y EEUU, lo que plantea la pregunta de si la incertidumbre arancelaria está teniendo ahora un efecto más grave en el crecimiento mundial", estima Robin Brooks, economista jefe del IIF.
La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G-20 servirá así de escenario para que ambos mandatarios intenten enmendar la renovada escalada de gravámenes que se reanudó a comienzos de mayo, cuando Washington elevó sus aranceles sobre un catálogo de productos chinos por valor de 200.000 millones de dólares del 10% al 25%. Pekín respondió con la misma moneda el pasado 1 de junio incrementando las tasas a importaciones estadounidenses por valor de 60.000 millones de dólares. Las conversaciones para llegar a un acuerdo colapsaron el mes pasado, luego de que funcionarios estadounidenses acusaron a China de renegar de compromisos previamente acordados.
Hasta la fecha, ambos países han impuesto aranceles sobre productos por valor de más de 360.000 millones de dólares. Según el Peterson Institute of International Economics (PIIE) el gigante asiático ha reducido sus gravámenes a las importaciones del resto del mundo del 8 al 6,7% mientras a lo largo de 2018, los aranceles medios a los productos estadounidenses subieron del 8 hasta casi el 20% actual. No obstante, la Administración Trump prepara aranceles sobre bienes chinos adicionales por valor de 300.000 millones de dólares, lo que implicaría tasar todas las importaciones procedentes del gigante asiático. Dicho esto, la semana pasada, el representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, y el viceprimer ministro chino, Liu He, retomaban las conversaciones telefónicas en línea con los deseos de los mandatarios de ambos países, que a su vez fijaron una reunión al hilo del G-20 que se celebra el 28 y 29 de junio en Japón.
"Tendremos una reunión con el presidente Xi y obviamente estamos negociando", indicó el propio Trump durante su encuentro el pasado jueves con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Precisamente, el proceso de extradición iniciado a petición de Washington contra la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, ha generado fricciones entre Ottawa y Pekín, que respondió con la detención de dos canadienses, el ex diplomático Michael Kovrig y el empresario Michael Spavor.
Huawei también se ha convertido en un nuevo punto de inflexión entre Washington y Pekín desde que a mediados de mayo el Departamento de Comercio incluyese al fabricante de equipos de telecomunicación en su lista negra de entidades, lo que implica que las compañías y proveedores estadounidenses deban contar con una licencia del Gobierno para mantener relaciones con la entidad china. Huawei estimó la semana pasada que esta decisión hará que los ingresos de la compañía se reduzcan en 30.000 millones de dólares a lo largo de este año y el que viene. Una situación que no ha quedado sin respuesta. La segunda mayor economía del mundo también baraja implantar controles a sus exportaciones de lo que considera tecnología sensible. Según la agencia de noticias Xinhua, este mecanismo tendría como objetivo "prevenir y resolver los riesgos de seguridad nacional". Pekín también ha presionado a las multinacionales estadounidenses para que no se retiren del mercado chino, terminen sus joint ventures en el país o dejen de suministrar productos a los clientes chinos.
A día de hoy está previsto que los equipos negociadores de EEUU y China orquesten un plan para aliviar las tensiones comerciales antes de que Trump y Xi se reúnan en Osaka a finales de esta semana. De hecho, como adelantó el South China Morning Post, está previsto que mañana martes, representantes de ambos países reanuden las negociaciones de nuevo en Japón, tres días antes del inicio de la Cumbre del G-20. Esta será la primera toma de contacto real desde que las conversaciones colapsaran hace aproximadamente seis semanas.
Progreso importante
Al cierre de la última ronda de negociaciones y justo antes de que estas descarrilaran Xi, a través de un mensaje transmitido por su vice primer ministro, aseguró a su homólogo estadounidense que ambas partes habían logrado un progreso importante en algunos de los temas clave.
Ambos equipos negociadores trabajaron desde finales de marzo en distintos memorandos de entendimiento escritos que cubrían un total de seis áreas entre las que se incluyen la transferencia forzada de tecnología y el robo cibernético, derechos de propiedad intelectual, servicios, divisas, agricultura y barreras comerciales no arancelarias.
En ellos se contempló, entre otras cuestiones, el compromiso de China por comprar más productos estadounidenses, incluida soja y productos energéticos, hasta 2025 y permitir a las compañías estadounidenses que operan en China poder contar con el cien por cien de propiedad extranjera en sus actividades en el país.
Ahora bien, pese a que existe un margen para que las negociaciones prosperen de nuevo, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, rebajó la semana pasada las expectativas al augurar que no se debe esperar un plan definitivo al cierre del encuentro en el G-20. Optando quizás por una nueva tregua y una extensión de las negociaciones. Por su parte, un editorial en el Global Times, el periódico estatal chino, recalcó el miércoles que "si China quiere un buen resultado en las negociaciones comerciales, no debe temer una guerra comercial y debe ser fuerte a la hora de defender su postura".