Economía

La desaceleración y las tensiones comerciales ralentizan la eurozona

  • El núcleo de la UE sufre rebajas de previsiones de crecimiento sin fin

Lo que empezó siendo un problema de debilidad externa ha terminado golpeando de lleno al interior de la eurozona. Las tensiones comerciales, la incertidumbre política o la desaceleración de la economía China están castigando a la zona euro, que ha recibido una cascada de rebajas de crecimiento para 2019 por parte de las principales instituciones internacionales y firmas financieras. La rebaja más cuantiosa ha sido la de la OCDE, que ha reducido el incremento del PIB para este año en ocho décimas, hasta el 1%, el crecimiento más bajo desde 2013. El último en recortar las previsiones de crecimiento fue el Banco Central Europeo (BCE) el jueves pasado.

Los primeros atisbos de desaceleración global y del comercio internacional hicieron saltar las alarmas del BCE en noviembre del año pasado. Mario Draghi, presidente del instituto monetario, advirtió de que la incertidumbre sobre la demanda externa (si se prolongaba) podía terminar dañando a la economía del Viejo Continente. El sector exterior pesa mucho en la economía euro. Los cambios acometidos en el sistema productivo desde la Gran Recesión han convertido a la eurozona una economía muy orientada al exterior: las exportaciones han pasado de representar un 38% del PIB en 2007 al 48% actual. Ahora, la debilidad externa está erosionando la confianza de los consumidores europeos y las empresas.

El mundo pierde fuerza

La economía global está perdiendo fuelle, y con ella el comercio internacional que ha dado alas a Europa durante 2017 y parte de 2018. La producción mundial aumentará un 3,5% este año según el FMI, dos décimas menos que en 2018. Las medidas restrictivas en materia comercial, la incertidumbre política y la madurez del ciclo económico están presionando a la baja el crecimiento global. Más pesimistas son las proyecciones del Banco Mundial, que rebajan al 2,9% el crecimiento global para 2019.

Estos factores junto a las nuevas normas sobre emisiones de contaminación para los vehículos comenzaron a lastrar la producción industrial en Alemania, que registró una caída del PIB en el tercer trimestre de 2018 y un estancamiento absoluto en el cuarto trimestre. Además, la industria germana sigue sin levantar cabeza a pesar de la supuesta temporalidad de estos factores.

A todo ello se han unido los sempiternos problemas de Italia, que volvió a entrar en recesión (por tercera vez en la última década) en la parte final del año pasado y que, probablemente, seguirá sin ver la luz durante 2019.

La economía de Alemania representa más del 29% del conjunto de la eurozona, mientras que la de Italia es alrededor del 15,5%. Esto quiere decir que el 45% del área euro está prácticamente paralizada, mientras que el crecimiento de Francia (supone algo más del 20% del PIB) es relativamente.

Solo España (el 10,4% de la eurozona) crece con solidez y encima ahora vuelve a enfrentarse a la incertidumbre política con las elecciones del 28 de abril.

Bajo este turbulento contexto se han producido la avalancha de recortes en las previsiones de crecimiento para 2019 en el conjunto de la zona euro. El Fondo Monetario Internacional rebajó su pronóstico al 1,6% (tres décimas menos) en enero, la Comisión Europea hizo lo propio en febrero reduciendo al 1,3% (seis décimas) el aumento del PIB para 2019, Bank of America Merryll Lynch al 1,1% (tres décimas menos), el BCE hasta el 1,1% (seis décimas menos) y la OCDE ha ahondado la rebaja hasta el 1%, ocho décimas menos que la anterior previsión de noviembre. Así, en tan solo cuatro meses la situación económica ha dado un giro importante.

Alemania e Italia han sido las principales víctimas de estas rebajas de previsiones, dos de las economías más expuestas a la salud económica global y dependientes de la industria. La OCDE vaticina que el PIB de Italia decrecerá un 0,2% este año mientras que Alemania crecerá un 0,7%.

El caso de España parece diferente por el momento y las previsiones de los principales organismos se mantienen en el entorno del 2%. Ralph Solveen, economista de Commerzbank, señala en un análisis que "en los últimos años el crecimiento económico ha estabilizado la unión monetaria. Sin embargo, este periodo ha terminado por ahora... las previsiones de crecimiento sólo miran hacia un lugar: hacia abajo. La caída de los indicadores adelantados deja pocas esperanzas a una pronta recuperación. La economía de la eurozona crecerá tan despacio como lo hizo justo después de la crisis de deuda soberana (por debajo del 1,5% anual)".

Este experto cree que la ralentización de la actividad vendrá acompañada de mayores problemas con el déficit y la deuda pública, lo que podría desembocar en nuevos rifirrafes entre Bruselas y algunos países.

Muro de preocupaciones

"La eurozona se enfrenta a un muro de preocupaciones que van desde una demanda exterior más débil de lo esperado, problemas de sectores específicos y una serie de incertidumbres como el Brexit o la política comercial de EEUU", aseguran Oliver Rakau, economista jefe de Oxford Economics para Alemania y Ángel Talavera, economista jefe de la eurozona.

Desde el banco germano KfW aseguran en un análisis que la desaceleración de la expansión económica hace al euro mucho más susceptible a un shock económico externo. "De materializarse un Brexit sin acuerdo, una profundización de los conflictos comerciales o una crisis financiera en Italia, la recesión no podría descartarse", argumentan.

Los economistas de Oxford Economics coinciden y añaden que "si estas incertidumbres persisten [...] se podrían congelar las contrataciones y posponer el gasto en capital (inversión), lo que sería un lastre para la economía". Aun así, estos expertos siguen viendo cierto grado de resistencia en la demanda interna del área monetaria gracias al crecimiento de los salarios de los últimos meses y a unas condiciones monetarias que continuarán siendo muy expansivas.

"La lista de riesgos potenciales que acechan a la eurozona es larga", comentan los economistas de Oxford Economics, que además opinan que "la materialización de una guerra comercial total probablemente enviaría a la eurozona a una nueva recesión. La política económica lucharía por encontrar una respuesta adecuada con un espacio fiscal limitado y el arsenal del Banco Central Europeo agotado".

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