
El nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha elegido para el área económica a dos perfiles completamente distintos pero que coinciden en lo esencial: un fuerte compromiso con la estabilidad fiscal y el rigor presupuestario, clave para que este mismo año, y pese al cambio abrupto en La Moncloa, España logre abandonar el procedimiento de déficit excesivo que Bruselas mantiene abierto a nuestro país desde la primavera de 2009.
María Jesús Montero, con un perfil mucho más político que el de Nadia Calviño, sustituirá a Cristóbal Montoro en la cartera del Ministerio de Hacienda en un momento complicado: tendrá que aplicar los Presupuestos que dejó aprobados el Gobierno del PP y bregar con un incremento de gasto que puede complicar la consecución del déficit, pactado en el 2,2% para este año.
Montero viene con los deberes hechos
Sin embargo, esta tarea no le es ajena en absoluto, pues en los últimos años ha sido la principal responsable de colocar a Andalucía como una de las comunidades más cumplidoras. Siempre cuadró el déficit, logró contener la deuda en niveles asumibles e incluso mostró un gran compromiso con la regla de gasto cuando numerosas administraciones se la saltaban sin rubor.
Por ello, las subidas de pensiones con el IPC; la rebaja de IRPF para rentas inferiores a 18.000 euros; o el aumento del límite exento de pago del impuesto de la renta de 12.000 a 14.000 euros, que el Gobierno de Rajoy le ha dejado en herencia, no deben constituir para ella un reto inabordable.
Es bastante posible, a juicio de las propuestas económicas que el equipo de Sánchez ha ido deslizando en los últimos meses, que uno de sus grandes encargos sea el de mejorar los ingresos, con impuestos a la banca y a las transacciones financieras, y quien sabe si con un recargo en el IRPF para rentas de más de 150.000 euros o la tasa tecnológica que su antecesor en el cargo quería para este año.
Montero, médico de profesión, ex consejera de Sanidad y al frente de Hacienda en el Gobierno de Susana Díaz desde 2013, tendrá la difícil misión de lanzar a su vez el debate de la financiación autonómica. A su favor cabe decir que se trae los deberes hechos desde casa, pues aprobó su propia propuesta -una de las pocas que se han elaborado a nivel autonómico- hace unos meses en el Parlamento andaluz. Un documento no exento de polémica pero con el que obtuvo el respaldo de PP y Podemos, dos formaciones políticas diametralmente opuestas.
Calviño, curtida en Bruselas
Nadia Calviño, por su parte, cuenta con un perfil mucho más técnico que la nueva titular de Hacienda, en una característica que ya se ha convertido en habitual en quienes ostentan la cartera económica. Así sucedió, con buenos resultados, con Luis de Guindos y Román Escolano -pese a la brevedad como ministro de este último-.
Su carrera europea, cuyo culmen ha sido la dirección presupuestaria de la Comisión desde el año 2014, le confiere a esta gallega de nacimiento un halo de fiabilidad ante los eurolíderes cuando vaya a sentarse en el Ecofin y el Eurogrupo.
Es una gran conocedora de los entresijos comunitarios que puede hacer mucho por cuidar la imagen del Ejecutivo de Sánchez fuera de nuestras fronteras. Su tarea no será fácil, porque si bien las instituciones europeas han guardado neutralidad estos últimos días, lo cierto es que la preocupación se ha extendido en privado más de lo que las declaraciones públicas transmiten.
Curioso resultó que este martes, una de las primeras personas en felicitarla públicamente fuese la presidenta del Banco Santander, Ana Patricia Botín, quien a través de Twitter, manifestó que "en un momento clave para la Unión Europea, tener a Nadia Calviño como nuestra nueva ministra de Economía es una garantía de que España seguirá aumentando su peso en las instituciones europeas". Un gesto muy significativo de parte de quien preside una de las multinacionales españolas de mayor tamaño y un gesto de confianza de una gran empresaria hacia el nuevo Gobierno.
Calviño, que antes de desarrollar su carrera en Europa pasó por varios niveles del Ministerio de Economía en labores de Competencia, tendrá también bajo su responsabilidad la política del Tesoro Público, en un momento en el que se espera un repunte sostenido de los tipos de interés por la normalización de la política monetaria del BCE; y cuando la deuda pública española se muestra incapaz de bajar con intensidad. También tendrá el siempre complejo encargo de vigilar de cerca al sector bancario en época de grandes cambios, ajuste de plantillas y sedes y nuevas normativas nacionales y europeas.
Por último, la nueva ministra de Economía será también responsable del área de internacionalización salvo que Pedro Sánchez tenga pensado extraerla del Ministerio que va a comandar Calviño. La herencia que va a recibir en este sentido es positiva, con la exportación equivaliendo a un 35% del PIB, la tasa más alta de la historia. Pero también tendrá que tener en cuenta el complejo escenario de política comercial que la presidencia de Donald Trump está propiciando en el mundo con sus aranceles y cambios legislativos constantes.
Otra de las incógnitas que faltan respecto al nombramiento de Calviño reside en el hecho de saber si I+D sigue recalando en Economía o, por el contrario, cambia de cartera. Si es la nueva ministra la que gestiona esta área, tendrá el encargo del presidente de redoblar la apuesta inversora, pues el peso actual sobre PIB apenas se sitúa en el 1,2%, lejos del 2% prometido para 2020.
Los grandes retos
Lograr la salida del procedimiento de déficit. El Gobierno de Sánchez hereda unas finanzas bastante más saneadas que las que Mariano Rajoy se encontró. España está a una sola décima de bajar el déficit del 3% y salir del procedimiento de déficit excesivo.
Control de la deuda pública. La deuda sigue por encima del 98% en un momento en el que los intereses parecen repuntar, haciendo más cara la refinanciación del pasivo. España sigue siendo "vulnerable" por ello, advierten Bruselas y el FMI.
Rigor presupuestario. Las ministras del área económica tendrán que lidiar con unas Cuentas aprobadas por el PP. Será su responsabilidad mantener la promesa de Sánchez de gobernar con ellas, aprobar lo pactado y además cumplir el déficit.
Financiación autonómica. Prioridad desde el año 2014, las CCAA no quieren más retrasos. ¿Problema? La gran fragmentación política.
Aumentar ingresos. Si, tal y como parece, Sánchez apuesta por aumentar el gasto, tendrá que legislar para lograr más ingresos con la creación de tributos (banca, transacciones...).